Reportaje del P. Enzo Giustozzi al P. Pablo Bussolini efectuada el 25 de
septiembre de 1998.
¿Padre
Bussolini cuándo conoció usted a Don Orione?
Fue en los años 1931, 1932 y 1933.
Mis padres me acompañaron. Fui con ellos desde el pueblito donde nací, Monte
Martino, hasta Tortona para asistir a las fiestas de Nuestra Señora de la Guardia,
el día 29 de agosto. Había muchísima gente. Muchos feligreses que deseaban
asistir a las celebraciones que se hacía todos los años.
Bueno, yo me entusiasmé con Don Orione. No sólo por su condición de
sacerdote. Sino porque además un hermano mío ya estaba con él. Mi hermano se ordenó después de sacerdote. Ya ha muerto.
Fue en 1976, cuando ya residía aquí en
la Argentina. Entonces, como lo veía a él contento (a su hermano), y yo veía a
Don Orione siempre sereno rodeado de tantos jóvenes, quise también entrar junto
a esos jóvenes, y así lo hice en 1932. Yo me quedé junto a Don Orione desde ese
año de 1932, hasta 1940 cuando murió Don Orione.
Yo tuve varios encuentros con Don Orione,
especialmente cuando volvió de la Argentina en 1937. Justamente los primeros
votos religiosos, yo los profesé de las manos de Don Orione. Fue el primero de
julio de 1937. Nosotros –porque éramos varios hermanos- debíamos haber
profesado el 15 de agosto, pero quisimos
o quisieron los superiores, esperar a Don Orione que estaba por llegar
desde la Argentina, antes del 29 de agosto que era la fiesta de Nuestra Señora
de la Guardia. Llegó Don Orione y después de las fiestas fue al Noviciado para hablar con nosotros y
nos recibió a todos uno por uno. Era una cantidad muy grade los religiosos que
haríamos nuestros primeros votos ese año. Creo que éramos ciento treinta y dos
novicios, pero los que profesaron fueron ciento veintinueve. Luego renové los
votos una segunda vez y una tercera. Yo conservo el documento de la segunda y
tercera renovación por la bondad y gentileza
del Secretario Don Antonio lanza. Yo le
pedí una copia y él fue al Archivo y vio que había dos originales y fue
muy bueno y me dio uno, que conservo como una reliquia y recuerdo de mi primera
profesión, y de la segunda y de la tercera.
Durante los estudios de Filosofía
tuve varios encuentros con Don Orione, porque íbamos a visitarle con esa
facilidad con que cualquier chico va visitar hoy día al director. En ese tiempo
en las casas, en cuanto a Director, siempre había uno solo. Cuando llegábamos a
la casa, nos decían si estaba o no estaba en la casa, y si estaba era fácil ver
a Don Orione. El nos leía las notas semanales y se hacía lo que él decía.
Practicaba lo que se llamaba “la corrección fraterna”. En ese tiempo nos daban
las notas una vez a la semana y nos decían como estábamos. Cuando Don Orione no
estaba nos la leía otro sacerdote, pero
la mayor parte de las veces estaba Don
Orione. Cuando nos quedaba un 10 (diez) menos. La primera vez que esto ocurría
no nos decía nada, pero un diez menos, una segunda vez ya era motivo para
llamar la atención, y una tercera vez, ya nos miraba un poco serio, y peor era
aún cuando las cosas continuaban más tiempo
así. Un 10 menos, no era una mala nota, pero no era linda tampoco. El solía
decirnos “cambia aria” “cambia aria”. Esta palabra para él quería decir “volvé
a tu casa”. Era muy bueno pero también era exigente.
Don Orione tenía lo que podía
decirse una “bondad paterna”. Quería vernos con frecuencia. Nos decía pocas
palabras. Aceptaba y comprendía nuestra juventud. Pero quería vernos armados de
fuerte voluntad.
Recuerdo una vez que fui a
visitarlo. No tenía cosas serias que contarle.
-
Entra –me
dijo- Tienes algo importante que contarme?
-
No, era nada
más para visitarlo y para que me dieran la bendición.
Se ve que debía estar apurado porque entonces me dijo: que estaba bien.
Pero yo tenía otra finalidad juvenil. Yo quería que me firmara una estampita de
la Virgen de la Guardia que yo llevaba
en el bolsillo de la sotana. Entonces me dio la bendición y yo saqué la
estampita del bolsillo de mi sotana y le dije que quería tener un recuerdo suyo y que por favor me la
firmara. Y él me dio otra bendición, me puso las manos sobre los hombros y me
dijo: “También ustedes... y dándome una palmada en el hombre hizo el gesto de
que me fuera. Pero más tarde yo supe como poder conversar con Don Orione
gracias a Dios, encontrando los momentos más oportunos.
P. Bussolini, P. Lorenzetti, P. Iwertowski y P. Longo |
En otra oportunidad le di un gran
disgusto, sin yo quererlo, ya que por el contrario yo pensé que le iba a dar
una grata sorpresa y una gran alegría. Lo que ocurrió fue lo siguiente:
Un compañero mío que se llamaba Fuso
Roque, que luego no siguió el noviciado
y no llegó a sacerdote al no renovar los votos. Creo que estuvo con nosotros
solos dos o tres años, decidió ir conmigo a ver los restos del beato Bernardino
Da Feltre. Don Orione nos había ya preparado para hacer esa peregrinación a la
casa y a la iglesia de San Agustín.
Fuimos y entonces un compañero mío
me dijo que le había sacado un dedo meñique del pie izquierdo del beato, que se
conservaba y aún se conserva seco. El padre abad no se había dado cuenta, pues
no estaba cerca, ya que en esos momentos
explicaba detalles de la vida del beato. Después cuando mi compañero fue a Don
Orione a mostrarle la reliquia pensamos que le agradaría, pues sabíamos que él
amaba la memoria del beato, pensamos que se pondría contento.
Antes de llegar a su pieza, Don
Orione ya venía hacia nosotros y nos preguntó cómo podíamos haber hecho una
cosa así. Se acercó con las manos juntas y nos dijo: “Pero hijos cómo podéis
haber hecho una cosa así. Quién os he enseñado estas cosas... Hijos, hijos.”
Luego agregó: “Por la mañana iréis rápido a devolver la reliquia al padre abad
del convento y le pediréis disculpas. Nosotros estábamos de rodillas y no
sabíamos cómo podía haberse enterado Don Orione de lo que habíamos hecho, y yo
todavía no lo sé. También recuerdo que Don Orione, mientras nos hablaba estaba
blanco como una sábana recién lavada.
Yo no recuerdo haberle visto ninguna
otra vez enojado, y la cosa terminó ahí. Lo que sí quiero agregar es que nosotros
éramos muy jóvenes y no nos habíamos dado cuenta de la gravedad del hecho.
Pero recuerdo también que otra
oportunidad participé, quizá cuando aún era más chico, en un pesebre viviente
que se hizo en Tortona, y en otros dos más, uno que se hizo en Voghera y otro
en Novi Ligure. Nosotros hacíamos de
angelitos y los más grandes hacían de pastores. Hacía en aquella época mucho frío,
un frío que todavía siento cuando pienso en él. Recuerdo cuánta gente iba a
verlo y la enorme devoción que sentían. ¡Qué lindo era! ¡Qué sencillez! Era
como un retorno a la vida franciscana. ¡Cómo se vivía la vida de Jesús! La
gente se emocionaba cuando besaba la imagen del niño Dios. Creo que aquella
imagen se conservaba y quizá aún se conserve en la casa de Sette Sale en Roma.
Pero ahora no sé donde estará. No sé donde habrá terminado, si todavía sigue allí
o no.
Una vez nos llamó Don Orione. Éramos
varios tirocinantes allí en la Dante Aleghieri. El quiso que yo fuera a
estudiar juntamente con Carlo, que era un compañero mío. Carlo tenía un hermano
sacerdote, que creo que todavía vive, pero no estoy seguro. El padre Don Orione
nos encontró a los dos un día en la galería del Paterno cuando íbamos a ver a Don
Sterpi. Don orione me dijo: “Bussolini
–en ese tiempo nos llamaba por el apellido, porque éramos muchos- vas a ir a
estudiar Filosofía a la Gregoriana. Te mandaré con Carlo Pietro. Te tomarán un examen
de Filosofía”. A mí me agradaba ir a Roma a la Gregoriana, pero no me gustaba
tener que estar tanto tiempo lejos. Pero bien sabía que si me lo decía Don
Orione, eso no se discutía pues él sabía lo que era mejor para cada uno, así
que iríamos a la Gregoriana. Después pasaron unos quince días y Don Orione nos
volvió a encontrar en la misma galería y
en el mismo lugar. Entonces nos dijo que probablemente no se abriría la
Gregoriana aquel año “porque había olor a pólvora”. Estábamos en 1939, y con eso de olor a pólvora nos quería decir
que íbamos a entrar en guerra. Esa guerra que todavía me hace perder el apetito
cuando pienso en todo lo que en ella pasó.
Y así fue como fue imposible ir a
Roma estudiar. Yo no fui, pero si fueron muchos de mis compañeros que habían
salido antes de que las cosas se pusieran tan mal.
La noticia definitiva nos la dio Don
Sterpi algunos días después cuando nos llamó a Pedro y a mí para confirmarnos
que no iríamos a la gregoriana y que nos quedaríamos en Tortona. Y como preguntáramos qué íbamos a hacer nos
agregó que en el Seminario había mucho trabajo y que nos preparáramos para
hacerlo: -“Tu, Pedro, prepárate para hacer tareas de asistente de Escuela; y
tu, Bussolini, irás a la Dante Aleghieri. Así terminó la Gregoriana para
nosotros.
La última vez que vi a Don Orione fue en las charlas que
nos daba. Yo tendría para contar un montón de cosas lindas referidas a las
“Buenas noches”. La última vez que yo lo vi
debió ser tres días antes de su muerte, cuando él partió de Tortona. Sus
“Buenas Noches” se habían hecho famosas desde su visita a Buenos Aires, por eso
en cuanto yo me enteré que Don Orione se iba a ir a San Remo me fui caminando
desde la Dante Alighieri, donde yo trabajaba como asistente. Cuando llegué, al
Paterno –eran sólo unos diez minutos a pie,- Don Orione estaba saliendo de la pieza
que estaba cerca de la capilla, que nosotros llamábamos “Enfermería”. El salía
y al vernos en la antesala nos miró y nos dijo si queríamos algo. Le contestamos
que sólo queríamos saludarle, que no era nada especial. Entonces nos dio la
bendición y continuó su viaje, porque según nos agregó, - “...iba a saludar al
señor Obispo porque después partiría
para San Remo”. Esa fue sin duda la última vez que lo vimos vivo, y digo “vivo”
porque después, cuando lo trajeron para los funerales, lo volví a ver otras
veces.
Bueno, tendría, muchas otras cosas
que contar principalmente aquellas que más se me grabaron en la memoria, por
ejemplo cuando nos leía las notas semanales, o cuando nos daba las “buenas
noches”. Pero creo que le hecho un resumen de lo más importante.
Muy bien, padre. Quisiera sin embargo hacerle una pregunta especial:
Usted tuvo la oportunidad de estar cerca de Don Orione, justamente en los
momentos que el volvió de la Argentina. ¿Recuerda si en alguna oportunidad le
oyó hacer algún comentario referido a cómo le había ido durante tan larga estadía
en este país?
Yo era un chico de 16 años, cuando esto ocurrió, porque entré en el noviciado cuando tenía 15 años, ya que en aquellos tiempos el código lo permitía. Profesé a los 16, pero aún así me parece que yo advertí que Don Orione, luego de su viaje por América, era mucho más comprensivo y abierto. Era otro mundo el que él había visto.
Un favor más, padre Bussolini. Usted ha dicho que recuerda mucho: “las buenas noches”, ahora que está usted aquí en la Argentina y que ha grabado estos recuerdos, ¿no es cierto que ha sido fácil el ir desgranándolos? Pienso que ahora cuando usted vuelva a Italia podría seguir haciendo este sencillo trabajo y grabar todo aquello que usted considere que puede aportar alguna información más sobre la vida y la obra de Don Orione.
Yo era un chico de 16 años, cuando esto ocurrió, porque entré en el noviciado cuando tenía 15 años, ya que en aquellos tiempos el código lo permitía. Profesé a los 16, pero aún así me parece que yo advertí que Don Orione, luego de su viaje por América, era mucho más comprensivo y abierto. Era otro mundo el que él había visto.
Un favor más, padre Bussolini. Usted ha dicho que recuerda mucho: “las buenas noches”, ahora que está usted aquí en la Argentina y que ha grabado estos recuerdos, ¿no es cierto que ha sido fácil el ir desgranándolos? Pienso que ahora cuando usted vuelva a Italia podría seguir haciendo este sencillo trabajo y grabar todo aquello que usted considere que puede aportar alguna información más sobre la vida y la obra de Don Orione.
Podría hacerse pero haría falta que
alguien como usted me atrapase. Yo sólo, no me animo. Bueno, no le prometo nada
pero le aseguro que lo que me ha dicho lo voy a tener en cuenta.
Estas cosas son importantes. Ya tenemos varios trabajos realizados, con
personas que, como usted vivieron junto a Don Orione y escucharon con
frecuencia sus palabras...
Si es cierto. Creo que es
importante recordar todo lo que uno puedo porque la persona de Don Orione es
inagotable. Recuerdo que yo veía a Don Orione todos los martes y los jueves.
Iba con mis amigos -a verle- después de
los almuerzos. El se quedaba gustoso con nosotros y nos miraba mientras
jugábamos. No jugaba con nosotros pero compartía nuestro tiempo mirándonos.
Nosotros siempre que estaba cerca nos sentíamos contentos simplemente por él
estaba allí. Yo no sé como hacía para estar siempre presente cerca nuestro. En
los últimos tiempos nos dábamos cuenta que él venía a darnos “las buenas
noches”, porque le oíamos llegar. Sentíamos el ruido de sus pasos pesados
cuando salía de la sacristía y lo escuchábamos acercarse. ¡Qué cosa linda!, él
rezaba el Rosario casi en un susurro y nosotros le contestábamos. A decir
verdad, ahora a la distancia, veo que nuestra vida era bastante sacrificada,
tanto por el estudio como por el trabajo. Siempre teníamos trabajo A veces en la construcción del Santuario, y
otras veces en la atención de los laicos. Siempre nos las arreglábamos para
trabajar. Pero no nos dábamos cuenta de
las muchas tareas en que estábamos comprometidos. Sí, era realmente una vida de trabajo y esfuerzo...Pero nosotros,
teniendo cerca a nuestro “papá” estábamos felices. Nosotros éramos felices.
Recuerdo una vez las fiestas de
Nuestra Señora de la Guardia. Cuando empezaban a llegar los peregrinos,
Don Orione ya estaba esperándonos en el
santuario. Se subía a una silla o a una mesa para hacerse más alto y verlos a
ellos, o para que ellos le vieran a él. Entonces les daba la bienvenida, los
entusiasmaba más de lo que ellos ya lo
estaban. Aumentaba su alegría, la alegría que Ya anidaba en sus corazones. Eran
los peregrinos que venían de Génova o de donde fuera y entonces los acompañaba hacia el santuario. Luego con ellos subía la
escalera que llevaba a la imagen grande de la Virgen. En el altar había un entusiasmo bárbaro.
El, allí esperaba a los peregrinos.
Fiesta de San José Benito Cottolengo 1978 - Mons.Aramburu y P Bussolini |
Recuerdo también cuando en Cuaresma,
rezaba el “vía crucis”. Él era el que
leía y nos acompañaba y le acompañábamos en toda la ceremonia. Solía leer él,
pero a veces era uno de nosotros. Todo esto ocurría en el santuario de Tortona.
Nosotros éramos muchos. Algunos se quedaban detrás del Paterno y otros iban a
San Bernaredino que son unos quince o veinte minutos a “patitas para que os
quiero”.
Por la mañana teníamos que
levantarnos quince o veinte minutos antes que el resto de la comunidad. A las
cuatro y media en verano y a las cinco y media en invierno. El horario de
verano iba de abril a octubre y el invierno desde noviembre hasta marzo. Éramos
jóvenes, muy jóvenes, pero igualmente sentíamos el frio.
Recuerdo que Don Orione muchas veces se ponía en la puerta del Paterno
para ver cómo estábamos abrigados. Íbamos con mantas y botines de militar,
porque usábamos los que los militares habían dejado, ya fuera porque no les
servían o porque estaban muy usados. Éramos pobres, pero nos abrigábamos bien.
Y él estaba ahí cuidándonos y mirándonos a todos, viéndonos salir “a patita”
hacia San Bernardino.
Vi como una vez cuando salíamos
hacia San Bernardino, uno de nosotros no tenía un buen abrigo. El (Don Orione)
se sacó el suyo para dárselo a mi compañero. El compañero quiso decir no, pero
él hizo “Shissss” y le obligó a que se lo quedase. Esto está también escrito en
la vida de Don Orione.
Y si, cuántas cosas. Pero “las buenas noches” eran el momento más lindo
del día. El nos decía lo que había hecho
durante el día y lo que pensaba hacer al
día siguiente. Era como un programa. A veces empezaba diciendo: “Bueno,
los que están ahí anotando. Anoten bien lo que voy a decir, y que no lo
olviden.”
Nosotros creíamos que él no sabía
que dos religiosos solían anotar lo que él decía, pero Don Orione sabía que
estaban y tomaban notas. Gracias a ellos muchas cosas importantes que Don Orione
dijo, han podido conservarse.
Recuerdo que así comenzó un
día: “... Y se convirtió”, luego bajó
la cabeza y volvió a decir “...Y se convirtió”.
No nos dimos cuenta en el momento qué nos quería decir con esas palabras,
pero después las entendimos. Hacía tiempo que estaba rezando por un masón.
Cuando Don Orione volvía una vez de Génova, un masón le había entregado el
triángulo y los emblemas de la masonería. Muchas veces él nos hacía rezar a
todos sin decirnos el motivo. Simplemente solía decir: “por una intención
particular”. En tiempos de Cuaresma nos hacía rezar un “Dios te salve Reina...”
a la Virgen. Nos hacía levantar las manos para que nos lograra del Señor más
cruces, más dificultades y también para que nos diera fuerzas para poder
sobrellevarlas. Don Orione siempre hacía
así y nosotros no pensábamos que pudiera hacerse de otra manera, y yo te
confieso, Melero, que yo lo hacía y levantaba las manos, pero yo nunca
le pedía que me diera más cruces.
Yo le decía:” Señor dame la fuerza necesaria para sobrellevar las cruces que ya
tengo”. Yo pensaba en los “latines” y los “griegos y compañía”, que ya tenía
suficientes cruces. Hay que ver, él que
ya tenía tantas cruces, todavía pedía más. Es cosa bárbara. El ser santo es
cosa incomprensible. Ser santo es muy difícil. Hay que ser fuerte de verdad...
Nota:
Aquí terminó la entrevista. El Padre Bussolini, no agregó nada más y se quedó
pensando unos momentos en las cosas que
había recordado. Yo le noté al final, sinceramente
emocionado (25 de septiembre de 1998. Casa Provincial)