martes, 16 de octubre de 2012

El encuentro del P. Pensa con Don Orione



El pasado 5 de octubre, se cumplieron 50 del fallecimiento del P. Carlos Mario Pensa, 2° sucesor de Don Orione. Carlos era un joven quien impresionado por la figura de Don Orione, decidió ingresar a su congregación.
En su carta “Sera lámpara ardiente”, el P. Flavio Peloso, nos comparte el relato de esta encuentro.

El encuentro con Don Orione
Carlos Pensa nace el 27 de julio de 1886 en Scaldasole, provincia de Pavía. Aquí, encontró a Don Orione porque allí iba de vez en cuando a predicar o por algún servicio sacerdotal. Le confió su vida y sus deseos de santidad. Don Orione lo acogió el 14 de octubre de 1903, en el Instituto Santa Clara de Tortona. Carlos Pensa tenía ya 17 años y una cierta experiencia de vida y de sacrificio.
Muchos años después, él mismo contó cómo se decidió en la vocación.

 “Ya en 1902 en Scaldasole (PV), mi pueblo, oí hablar de don Orione como de un santo. Desde hacía tiempo meditaba consagrarme a la vida religiosa. Sentía que era llamado, especialmente después de un hecho que siempre retuve como providencial. Me había desplazado a Pavía para hacer algunas compras, vi sobre una banca de libros usados una copia de Preparación a la muerte. Y lo compré: me costó, lo recuerdo bien, una lira. Al llegar a casa lo puse sobre la chimenea de nuestra cocina, donde nos reuníamos en las tardes de invierno. E iba leyéndolo… Fue aquella lectura la que me hizo comprender con gran intensidad que “porro unum est necessarium” (una sola cosa es necesaria) (cfr. Lc 10,41).
Conocí a Orione en octubre de 1902 cuando, invitado por mi párroco, él vino a Scaldasole, mi pueblo. Fuimos por la tarde a la rectoral a visitarlo, yo y cuatro de mis paisanos, todos con intenciones de darnos a Dios.
A la mañana siguiente me confesé con Don Orione. Hice mi confesión general. Escuchó mi acusación con los ojos bajos sin interrumpirme. Después me mostró el crucifijo que tenía sobre el reclinatorio: era de hojalata, recuerdo, y tenía en los extremos borlas resplandecientes. “Mira -me dijo- este es el Crucifijo que Don Bosco tenía delante de los penitentes cuando confesaba. ¡Cuántos han llorado sus pecados ante este Crucifijo!”. Añadió algunas palabras para exhortarme a un dolor vivo, haciendo referencia a la muerte, al juicio, al infierno, a la pasión de Nuestro Señor. Después escuché su Santa Misa. Recuerdo que hizo una explicación del Evangelio que fue memorable en mi pueblo. La impresión de ese encuentro fue tan fuerte que al año siguiente, precisamente el 14 de octubre de 1903, entraba en la Pequeña Obra de la Divina Providencia”.

Para leer la carta del P. Flavio, clickar: http://www.donorione.org/Public/ContentPage/content.asp

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