Pío X es el Papa de Don Orione. La fama del humilde
cura de Tortona había llegado al cardenal Sarto desde cuando era patriarca en
Venecia. Fue Pío X el que llamó al Vaticano a los Hijos de la Divina
Providencia en 1904. Es comprensible, entonces, que Don Orione fuese admitido
con facilidad en el Vaticano, en los aposentos pontificios.
El tercer número de la revista “La Madonna”,
auspiciada por Don Orione, el 15 de marzo de 1904 salía con esta noticia en
primera página: “Audiencia pontificia. El 1º de marzo nuestro Don Orione tenía el
gran consuelo de ser admitido a la presencia del santo Padre en audiencia
privada. Al augusto Pontífice, tan grande en su humildad y dulzura, lo recibió
como un buen padre con mucha benevolencia y dijo para la Obra de la Divina
Providencia palabras de estímulo y gran afecto. Luego quiso ser informado del
estado y la conducta de los jovencitos recogidos en nuestra colonia agrícola de
Santa María en Monte Mario y mostró vivo el deseo de verlos. Confirmó en el
modo más afectuoso la bendición ya dada a Don Orione y a las obras emprendidas
por él en el nombre de la Providencia divina”.
Fue en esta audiencia que sucedió el hecho que Don
Orione amaba narrar luego con gusto. Escuchémoslo:
“Me había afeitado y luego fui a confesarme para hacer
también un poco de limpieza del alma. Me fui a confesar con los carmelitas (en la iglesia Traspontina) cerca de San
Pedro. Vino un padre viejo y comencé la confesión. A cada cosa que decía me
hacía la prédica: cuando le hablaba de la soberbia me hacía la prédica de la
humildad y adelante así... Yo miraba el reloj y veía que se acercaba la hora de
ir a la audiencia: el otro en cambio la hacía larga. Yo entonces me decidí a no
decirle más nada para poder irme; no le dije más pecados. Pero él continuaba;
visto que yo no tenía más nada que decirle hizo como un largo resumen de todas
las prédicas que me hizo y yo no esperaba más que el momento de librarme.
Finalmente cuando concluyó, yo apenas confesado, sin
hacer la penitencia corrí a lo del Papa. Llegué todo sudado; me dicen: “¡Ud. ya
fue llamado!”. Menos mal que estaba dentro el Cardenal vicario que
habitualmente está mucho tiempo. Estaba todo jadeante.. Entre tanto esperaba, y
me iba secando el sudor y componiendo un poco para presentarme al Papa. “¡Por
fortuna está el Vicario que prolonga siempre su tiempo de audiencia!”, me
dijeron.
Estaba secándome todavía y tenía el rostro encendido,
cuando suena el timbre y me anuncian que había llegado mi turno. Me presenté,
hice la genuflexión de rigor, le besé los sagrados pies y el Papa calmo me dijo:
“¿Eh, necesitabas irte a confesar para venir a ver al Papa, eh? Pero cuando se
va a confesarse es preciso decirle todos los pecados al confesor”. Respondí:
“¡Santidad fui a confesarme para recibir
mejor su bendición!”.
Le hablé al Santo Padre de aquello por lo cual había
sido admitido a la audiencia. Cuando,
una vez recibida la bendición, me despedí, al irme el santo Padre me dijo:
“¡Entonces, recuerda bien que es necesario decirlos todos!”. El fraile no podía
por cierto haber estado en audiencia antes que yo, ni yo lo conocía al fraile,
ni el fraile me conocía a mí. Yo depuse este hecho bajo juramento (en el
proceso canónico de Pío X).
Fuente: "Florecillas de Don Orione" de Mons. Gemma
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