Don Orione recordaba con gran emoción sus tres años
en el oratorio de Valdocco junto a Don Bosco, su padre y maestro, como el solía
llamarlo.
En Valdocco, no había lugar para la flojera, ni para
las comodidades. Pero, Don Bosco estaba con ellos, y todo era felicidad,
alegría, piedad, fervor, santidad....
“¡Oh,
aquellos salesianos que vivían en tiempos de Don Bosco! ¡Qué espíritu tenían!
Conocía a Don Juan Bosco cuando aún daba a sus muchachos cinco centavos para
mantenerse; nos daba la cuchara para tener en el bolsillo y se comían en
escudillas de plomo… Quiero conseguir aquellas escudillas y con ellas comeremos
en las grandes solemnidades: navidad y pascua.
Se dormía en un jergón de hojas de maíz; no había
camas como las de ustedes, que son camas modernas; allí se dormía en colchones
de hojas de maíz, y para ablandarlas se ponían las manos adentro y se movían
las hojas… Los colchones eran duros… ¡pero qué bien se estaña en aquellos
colchones!
Se comía en escudillas de plomo que se guardaban una
dentro de la otra… tomándola de las orejas y cada uno la lavaba por su cuenta,
también en invierno, en el patio.
Una de las sacudidas del terremoto de Taggia
(Savona) se produjo mientras limpiábamos las escudillas en el patio (este
terremoto se produjo el 23 de febrero de 1887).
Yo servía a la mesa con mi delantal; la cuchara la
llevábamos en el bolsillo y cada uno la limpiaba en la fuente; y nos daban una
cierta sopa que nosotros llamábamos ‘caldo largo’ y también el ‘caldo
espartano’; nos daban pan a voluntad; y una vez por semana, nos daban una lonja
de ‘salame’ y dos en las grandes solemnidades…
Como el comedor era en el sótano, como una especie
de cantina, y allí había mucha familiaridad… tomando una lonja de salame con
los dedos, como si fuera un lente, decíamos: ¡asistente, mire como se ve
Superga!... saben que Superga es aquel cerro, cerca de Turín, en el cual se
levanta la gran Basílica; y nosotros, alegres, levantábamos la lonja de salame
diciendo: -¡se ve la Basílica de Superga!...
Y nos daban también un vaso de vino, que se hacía
una hora antes de ir al comedor… y esto después de cuarenta años que Don Bosco
había fundado el oratorio… Sin embargo, ¡cómo se estaba bien! Y que hombres
salieron de allí!...
Quiero ir al oratorio para ver si me ceden algunas de
aquellas escudillas de plomo y después hacemos la propuesta al P. Cremaschi que
las entregue por turno a los más distinguidos y en las grandes fiestas… ¡Pienso
será un gran gozo comer en la escudilla de plomo de los tiempos de Don Bosco!
¡Y como vivíamos felices y alegres; como estábamos
contentos, como éramos felices!... ¡Qué vida feliz se vivía en la casa de Don
Bosco! Allí había gozo, serenidad de espíritu, alegría; ¡que corazones
contentos! Había una gran armonía entre los superiores y los muchachos; y hemos
crecido en el señor… Estábamos todos contentos, muy contentos.
Se hacia la comunión todas las semanas y jugábamos
alegres y felices, y, en tiempo de estudio, se estudiaba mucho…
¡Pero que hombres salieron de allí!... cuando vayan
a Turín, verán la ‘Mole Antonelliana’ y se preguntaran: -¿Quién la hizo? ¡Uno
de mis compañeros!... Desde allí salieron generales, grandes ingenieros, monseñores,
cardenales, obispos que comían ‘caldo espartano’. ¡Entonces era vida y era
fervor la vida del corazón!...
Y hubo pintores famosos, artistas, capitanes
marítimos, abogados, escribanos, profesores de universidad; todos egresados en
aquellos tiempos, ¿comprenden? ¡Quién sabe si ahora que se come bien saldrán
tantos sabios y doctos!...
Y nosotros queríamos a nuestros superiores. ¡A Don
Bosco cuanta gratitud!, ¡cuánto agradecimiento le debemos! ¡Me parece que
caminaría sobre brazas ardientes para verlo otra vez y agradecerle!... ¡y qué
bien se estaba!
Alguna vez el señor permite que algunos de los
nuestros vayan a otro lugar y hagan el bien sin quedarse con nosotros. El señor
–comprendo- me hizo salir de los frailes y fue una gracia, porque la mano de la
divina providencia me hizo encontrar a Don Bosco y a Don Rua y vivir allá donde
había un grupo que había vivido en la época heroica de Don Bosco. Ni Don Bosco,
ni la congregación salesiana habrían hecho tanto, sin hombres de aquel temple…
¡Hace falta que nosotros tratemos de volver a los
tiempos de Don Bosco, con el mismo espíritu, con el mismo fervor! No debe haber
‘marmotas’; ¡el señor no se sirve de los marmotas: el señor no quiere ser
servido por marmotas!... (23.3.1923 - 26.11.1932 – 16.2.1934 – 3.1.1939).
Quien hace bien, encuentra bien; quien siembra
bendiciones, cosecha bendiciones. El venerable Don Bosco me decía a mí y a los
otros muchachos, que se educaban a la sombra del Santuario de María
auxiliadora, para el bien de la iglesia y de la sociedad: -¡al final de la vida
se recoge el fruto de las buenas obras!-, es decir: ¡quien hace el bien,
encuentra el bien!
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