martes, 17 de junio de 2014

Hno. Dante Andrada: una vida dedicada al Señor



 El jueves 12 de junio, el Hno. Dante Andrada fue llamado a la casa del Padre. Un ejemplo de religioso, educador, hermano e hijo de Don Orione. El año pasado, al cumplir cincuenta años de Vida Religiosa, daba gracias al Señor con estas palabras:

“Hoy quiero expresar, desde mi corazón, sentimientos de gratitud por mis 50 años de vida consagrada. He tenido, a través de tantos años de vida religiosa, el celoso acompañamiento de todos los superiores que me ayudaron a ser fiel a la promesa realizada.
Viene a mi mente un grato recuerdo cuando era novicio y recibí muchas gracias espirituales, guiado por un destacadísimo maestro.


Después de profesar, y cumpliendo con mi voto de obediencia, fui destinado a Sáenz Peña, Chaco, como educador y asistente de los pupilos, descubriendo mi gran vocación por la docencia.
Decía el P. Ignacio Iglesias, `la primera mirada de una persona consagrada en la escuela no es la tarea de realizar, sino quien le envía, para preguntarse qué es lo que quiere´. Compartiendo este concepto siempre consideré muy importante la presencia, en el ámbito escolar, de los consagrados, a la par de las otras personas de la comunidad educativa.
La vocación es una realidad dinámica que acogemos y cultivamos con fidelidad progresiva, en la unión con Dios, la vivencia del carisma y la renovación continuada. Por lo tanto debemos ser nosotros los que tenemos que testimoniar la espiritualidad y el carisma fundacional.


Cursé los años como maestro y profesor, poniéndome al servicio de la educación, previa lectura de la carta de Don Orione, para saber qué quería el fundador de sus escuelas, docentes y alumnos, hermoso legado que nos ha dejado de su pedagogía paterno-cristiana.
Respeté siempre a todos los integrantes de los distintos estamentos de las comunidades educativas donde fui destinado: Sáenz Peña (Chaco), Claypole, Rosario y Villa Domínico.
He formado también parte, desde los inicios, del Secretariado Educacional de la Obra. Participé de asambleas, capítulos provinciales y generales, llevando siempre los aportes que nuestro San Luis Orione nos enseñó con su vida y ejemplos evangélicos.
Nuestra existencia es un proyecto que se inicia gracias a Dios y en Dios, y que un día terminará en Él, así que, una vez jubilado, me ofrecí para ir a la comunidad de Sáenz Peña donde finalicé mi misión de educador.

 Dios es el principio y el fin de nuestro existir, y nuestra vida no es más que el trecho entre estos dos puntos básicos que debemos aprovechar al máximo para alabarle, darle gracias y servirle en los hermanos más necesitados.
Sólo suscita gratitud el don que se realiza con el debido respeto, estima y voluntad de colaboración. Este gesto es, por una parte un gesto de humildad, ya que uno se reconoce menesteroso, y por otra parte, una manifestación de dignidad, ya que muestra que se haya dispuesto a estar a la recíproca en caso necesario, al menos con la intención.
Recordando las palabras de San Agustín que expresaba: `Que era injusto que no dejemos de ser agradecidos por tantos beneficios recibidos´, es que quiero expresar hoy mi infinita gratitud a Dios, a nuestra Santísima Madre que siempre me ha cobijado bajo su manto, a todos mis cofrades sacerdotes, hermanos, hermanas y a los laicos en general con quienes compartí muchos momentos de mis actividades y misión como religioso.
He tratado de hacer de mi vida una entrega de amor y de servicio, deseando con mi acción transmitir la presencia de la ternura de Dios que se regala, haciéndolo desde el carisma de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
A todos, ¡¡¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!!!
Hno. Dante Luis Andrada"





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