El jueves 12 de junio, el Hno. Dante
Andrada fue llamado a la casa del Padre. Un ejemplo de religioso, educador,
hermano e hijo de Don Orione. El año pasado, al cumplir cincuenta años de Vida
Religiosa, daba gracias al Señor con estas palabras:
“Hoy
quiero expresar, desde mi corazón, sentimientos de gratitud por mis 50 años de
vida consagrada. He tenido, a través de tantos años de vida religiosa, el
celoso acompañamiento de todos los superiores que me ayudaron a ser fiel a la
promesa realizada.
Viene a
mi mente un grato recuerdo cuando era novicio y recibí muchas gracias
espirituales, guiado por un destacadísimo maestro.
Después
de profesar, y cumpliendo con mi voto de obediencia, fui destinado a Sáenz
Peña, Chaco, como educador y asistente de los pupilos, descubriendo mi gran
vocación por la docencia.
Decía el
P. Ignacio Iglesias, `la primera mirada de una persona consagrada en la escuela
no es la tarea de realizar, sino quien le envía, para preguntarse qué es lo que
quiere´. Compartiendo este concepto siempre consideré muy importante la
presencia, en el ámbito escolar, de los consagrados, a la par de las otras
personas de la comunidad educativa.
La
vocación es una realidad dinámica que acogemos y cultivamos con fidelidad
progresiva, en la unión con Dios, la vivencia del carisma y la renovación
continuada. Por lo tanto debemos ser nosotros los que tenemos que testimoniar
la espiritualidad y el carisma fundacional.
Cursé
los años como maestro y profesor, poniéndome al servicio de la educación,
previa lectura de la carta de Don Orione, para saber qué quería el fundador de
sus escuelas, docentes y alumnos, hermoso legado que nos ha dejado de su
pedagogía paterno-cristiana.
Respeté
siempre a todos los integrantes de los distintos estamentos de las comunidades
educativas donde fui destinado: Sáenz Peña (Chaco), Claypole, Rosario y Villa
Domínico.
He
formado también parte, desde los inicios, del Secretariado Educacional de la
Obra. Participé de asambleas, capítulos provinciales y generales, llevando
siempre los aportes que nuestro San Luis Orione nos enseñó con su vida y
ejemplos evangélicos.
Nuestra
existencia es un proyecto que se inicia gracias a Dios y en Dios, y que un día
terminará en Él, así que, una vez jubilado, me ofrecí para ir a la comunidad de
Sáenz Peña donde finalicé mi misión de educador.
Dios es
el principio y el fin de nuestro existir, y nuestra vida no es más que el
trecho entre estos dos puntos básicos que debemos aprovechar al máximo para
alabarle, darle gracias y servirle en los hermanos más necesitados.
Sólo
suscita gratitud el don que se realiza con el debido respeto, estima y voluntad
de colaboración. Este gesto es, por una parte un gesto de humildad, ya que uno
se reconoce menesteroso, y por otra parte, una manifestación de dignidad, ya
que muestra que se haya dispuesto a estar a la recíproca en caso necesario, al
menos con la intención.
Recordando
las palabras de San Agustín que expresaba: `Que era injusto que no dejemos de
ser agradecidos por tantos beneficios recibidos´, es que quiero expresar hoy mi
infinita gratitud a Dios, a nuestra Santísima Madre que siempre me ha cobijado
bajo su manto, a todos mis cofrades sacerdotes, hermanos, hermanas y a los
laicos en general con quienes compartí muchos momentos de mis actividades y
misión como religioso.
He
tratado de hacer de mi vida una entrega de amor y de servicio, deseando con mi
acción transmitir la presencia de la ternura de Dios que se regala, haciéndolo
desde el carisma de la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
A todos,
¡¡¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!!!
Hno. Dante Luis Andrada"
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