Fragmento de una carta vibrante escrita a sus
sacerdotes el 4 de enero de 1926
Si
es verdad que el amor, o mejor, la caridad de Cristo nos apremia [2 Cor 5,14],
¿cómo no esforzarnos por hacerla ardiente y fecunda, recurriendo a Jesús, a la
fuente viva y eterna de la misma Caridad, que es la Eucaristía?
"Sin mí nada pueden
hacer", dijo Jesús [Jn 15,5].
¡Necesitamos a Jesús! Y Todos los
días. Y no fuera, sino dentro de nosotros, espiritual y sacramentalmente. El
será nuestra vida, consuelo, y felicidad. Todo se basa en la Eucaristía: y no
hay otro fundamento ni otra vida, ni para nosotros ni para nuestros queridos
pobres. Sólo ante el altar del Dios de la humildad y el amor, aprenderemos a
hacernos como niños [Mt 18,3] y pequeños para con nuestros hermanos y a amarlos
como quiere el Señor.
Sin jamás forzar a nadie, pero con
la fuerza persuasiva del amor de Dios en el corazón y en los labios, con
expresiones sentidas que tocan y convencen y transportan; y el Señor se
encargará de transformarnos y transfigurarnos en El, a nosotros y a nuestros
queridos pobres. El será vida, consuelo y felicidad nuestra, y de aquéllos que
su mano conduce hasta nosotros.
Sólo así llegaremos a ser un solo
corazón con Jesús y con nuestros hermanos, los pobres de Jesús. No basta pensar
en darles el pan material; antes del pan material tenemos que pensar en darles
el pan de vida eterna, la Eucaristía.
Para permanecer en el Señor [Jn
6,56; 15,9] es necesario que el Señor venga a nosotros con frecuencia, si es
posible, todos los días.
El cuerpo necesita alimentarse todos
los días; y el alma ¿no necesita su Pan, del "pan vivo bajado del
cielo", que es para nosotros "remedio de inmortalidad", como
escribía san Ignacio? Nuestros jóvenes
serán honestos, si son piadosos y si reciben a menudo, y bien, los santos
Sacramentos.
"El que come mi carne y bebe mi
sangre permanece en mí y yo en él", ha dicho Jesús.[Jn 6,56]
¿Qué
mejor que permanecer nosotros en el Señor y el Señor en nosotros? ¡Animo,
queridos míos, la Caridad de Cristo nos apremia! [2 Cor 5,14]
¡El mejor acto de caridad que se le
puede hacer a un alma, es darle a Jesús! Y el consuelo más dulce para Jesús, es
llevarle un alma.
Éste
es su Reino.
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