El domingo 1º de agosto de
1976, Mons. Bogarín entregó las parroquias de Mayor Martínez, Desmochados y
General Díaz a la cura pastoral de los Hijos de Don Orione. Ese fue el comienzo
de la presencia orionita en Paraguay.
Así recordaba el P. Ángel
Pelizzarri aquel día:
“Mons. Ramon Bogarin Argaña - obispo de la diócesis de San Juan Bautista de las Misiones
- llegó en la tardecita del 31 de julio de 1976 a Mayor Martínez en un
cochecito de color amarillo. En ese momento abría a los Hijos de Don Orione la
misión en Ñeembucú, traspaso que se llevaría a cabo el día siguiente. Chiquita,
la señora que tenía el lugar preparado para la cena, ofreció una buena porción
de carpincho que saboreamos con gusto y alegría. Monseñor Bogarín era un
hablador exquisito. Yo tuve la impresión de conocerlo desde mucho tiempo antes,
impresión que se consolidó cuando esa noche salimos a caminar dando vueltas a
la plaza del pueblo por un largo rato.
Representación de la llegada de Don Orione al Paraguay (Catedral de San Juan Bautista de las Misiones) |
Ha
sido un encuentro inolvidable para mí. Lo que decía el obispo en esa noche
ahora lo considero como el contrato y el comienzo de su memoria. Era un momento
muy deseado por él desde cuando conoció a Don Orione en 1939 el día de los
funerales del papa Pio XI, cuando Bogarín celebró la misa de cuerpo presente en
la basílica de San Pedro de manera no correcta porque ocupó parte del tiempo
asignado a Don Orione para tal fin. Don Orione aprovechó la situación para
empezar el diálogo con el joven religioso ofreciéndole otros encuentros.
Dando vueltas por la plaza, monseñor Bogarín me explicó cómo,
siendo ya obispo auxiliar en Asunción, reunía a los jóvenes de Acción Católica.
Gobernaba en ese tiempo el dictador Stroessner. Fueron tiempos muy feos para la
Iglesia, tanto que el dictador llegó a alejar a Bogarín de Asunción con la
aprobación del Nuncio Apostólico, creando una nueva diócesis en San Juan
Bautista de las Misiones, de la que fue elegido obispo.
P. Ángel Pellizzari yendo a rezar la misa |
La nueva diócesis tenía solamente tres sacerdotes diocesanos y un
regimiento militar, como para tener al obispo bajo observación. Frente a esa
realidad Mons. Bogarín comenzó a buscar misioneros dando vuelta de congregación
en congregación. También llamó sin resultado a la puerta de la Casa General de
la Pequeña Obra de la Divina Providencia. «Pero Don Orione, en el adiós de 1939
en Génova, bendiciéndome antes de embarcarme, me había dicho que cuando llegara
a ser obispo sería el primero de todos en abrirle las puertas del Paraguay a
los Hijos de la Divina Providencia», recordó durante el paseo nocturno.
Mons. Ramón Bogarín Argaña con el Papa Juan XXIII |
Siempre caminando alrededor de la plaza de Mayor Martínez, me tocó
a mí explicarle que mi llegada al Paraguay fue «gracia de Dios, milagro de la
Divina Providencia, misterio de profeta, de santo, programa de arriba, porque a
mí nadie me dijo de venir a Paraguay, sino solamente el saber que en esta
tierra hay muchos pobres», le señalé. Fue entonces que el obispo comentó que
Don Orione le había dicho una tercera cosa cuando lo bendijo antes de regresar
al Paraguay (las otras dos fueron que llegaría a obispo y que recibiría a su
congregación): que moriría enseguida de nuestra entrada en Paraguay”.
Fuente: revista Don Orione n° 21 (2001).
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