El pasado el 13 de febrero, nuestro
querido Pedro Otranto hizo su último viaje, esta vez a la casa del Padre.
Con su partida, la comunidad del
Colegio San Vicente y la Parroquia San Luis Orione pierden a un amigo que
durante más de 40 años llevo con sus micros a innumerables generaciones de
niños y jóvenes a viajes, campamentos, encuentros, etc. Viajar con Pedro era
compartir mates y charlas interminables, sentirse en familia, escuchar consejos
de padre, estar con un amigo.
Con mucho cariño, Pedro contaba su
primer encuentro con el P. Pablo Marinacci:
“Fui a ver al P. Marinacci para que me firmara el permiso para poder
empezar a trabajar con el micro en el Colegio. El P. Pablo me miro y me dijo:
«¿y vos sos responsable para llevar a los chicos». Yo entonces tenía 25 años y
le dije: «si, Padre, acá tiene los papeles». El P. Pablo entonces me pregunto:
«¿y con quien vas a trabajar?», «con mi señora» le dije, entonces me dice:
«hacela pasar». Llame a mi señora, charlamos un rato y el P. Pablo me dice:
«entonces, ¿Qué necesitas?», «que me firme, Padre, así puedo empezar a
trabajar». Y ahí empecé”.
Ese fue el comienzo de la historia,
una historia de amistad y cariño.
Pero, ni ese muchacho de 25 años,
que llevaría y traería los chicos de la escuela a casa; ni nadie sabía que la
Divina Providencia tenía otros planes; ya que el Colegio San Vicente no solo
sería su lugar de trabajo, sino mucho mas, su casa, su familia.
Con el tiempo, fue conociendo a Don Orione hasta volverse su amigo,
un verdadero Amigo de Don Orione.
Sus historias y anécdotas siempre
eran de viajes, rutas y momentos compartidos con La Onda, La Banda, la gente de
la comunidad, alumnos del San Vicente, los chicos del Cottolengo, los curas y
las monjas; quienes se sentían tranquilos cuando estaban con Pedro.
La noticia de su fallecimiento
atravesó a la comunidad de Dominico con un halo de dolor… un amigo se iba. Su
velatorio y entierro fueran una gran muestra del cariño que le profesaba su
comunidad, su familia. Todo estuvieron presentes amigos, familiares, ex
alumnos, docentes, chicos del oratorio, etc; todos querían despedirse y darle
el ultimo adiós.
Siempre es difícil despedirse de una
amigo, pero la fe de la comunidad de Villa Dominico ayudo a vivir su paso al
Padre con serenidad. Sabíamos que Don Orione en persona iría a recibirlo, nos
imaginamos el encuentro con el P. Oscar Pezzarini, con quien comerían un asado y
disfrutarían un rico vino; recordando anécdotas de viajes y campamentos.
Por eso, Pedro, te repito lo que
dije en tu velatorio: “Cuando te encuentres con el P. Marinacci, decile de
mi parte; que no solo fuiste responsable, sino que fuiste padre, amigo y
hermano de todos”.
P.
Facundo Mela, fdp