martes, 2 de octubre de 2012

Algunas Imágenes Orionitas del Trabajo (II): el trapo y el changador

 El trapo (Straccio)[1]
La palabra “straccio” se puede traducir por trapo, estropajo o andrajo, haciendo referencia a un pedazo de tela que no posee ningún valor y es utilizado para la limpieza. Don Orione utilizaba esta imagen para sus hijos, especialmente al referirse a las Hermanas, y la obediencia sacrificial.
            En 1913, Don Orione visita a Sor Maria Benedetta Frey en Viterbo para pedirle su consejo sobre la fundación de una congregación de religiosas. En aquella ocasión, Sor María Benedetta Frey le dice:

“«Deme aquel straccio», le dijo la monja de Viterbo, señalándole un estropajo olvidado sobre una mesa.
Recibido, lo estrujó un poco en las manos y luego animó al sacerdote tortonés a ser como un straccio en las manos del Señor y a dejarse conducir por la Divina Providencia. Luego agregó: «Cuando usted funde una congregación de religiosas, dígales que deberán ser como stracci (...)
Deben ser humildes como stracci; deben ser como el paño que enjuga las lágrimas de los pobres, de los desheredados, de los afligidos... »”[2]

A un joven que deseaba ingresar a la congregación, Don Orione le dirá que su congragación es “la Congregación de los trapos de Dios” (“straccioni di Dio”). En este texto Don Orione expone que se hace con un trapo:

“Si tú por lo tanto, mi querido Ripetti deseas sinceramente salir de tus perfecciones, de renunciar a ti mismo en todo, de amar a Dios y al Papa (…) entonces es señal de que estás llamado a venir a esta pequeña y pobrísima Congregación, que es el trapo de la Virgen y de la Iglesia de Roma.
              Tu entonces debes ser un trapo y reflexionar bien que la nuestra es la Congregación de los trapos de Dios.
            ¿Sabes qué se hace con los trapos?
            Con los trapos se sacude el polvo, se limpian los suelos y se friega, se quitan las telarañas y se limpian los zapatos, y después se ponen debajo de los pies y sirven para los oficios más humildes y ruines.
Pues bien, mi querido hijito, si te gusta ser un trapo de Dios, un trapo bajo los pies de Dios, bajo los pies inmaculados de la Virgen Santísima; si te apetece ser un trapo bajo los pies benditos de la santa madre Iglesia y en las manos de tus superiores: éste es tu lugar.  En una palabra, nosotros somos y queremos ser nada más que pobres trapos, y dejando la metáfora, queremos el sacrificio total de nosotros mismos, externamente y en la vida interior, sacrificio de la inteligencia y de la razón y de uno mismo”.[3]

            Refiriéndose a esta categoría orionita, dirá el P. Flavio Peloso: “Hay una expresión típica que caracteriza la experiencia espiritual orionina en un racimo de virtudes esenciales, entre las cuales brilla la obediencia: 'como stracci'. Don Orione la vivió y la propuso con insistencia como regla práctica de vida”. [4]
En el concepto del “straccio”, Don Orione invitará a sus hijos e hijas a vivir el abandono y la entrega total a Dios, la Iglesia y los pobres en humildad y docilidad. Siendo capaces de adaptarse a las necesidades que la realidad imponga, sin miedo a desgastarse en los trabajos más simples y escondiéndose luego en el anonimato.


El Changador (facchino)
            En la homilía de la beatificación de Don Orione, Juan Pablo II se referirá al Fundador como “il facchino di Dio” (peón de Dios).[5] La imagen del changador o peón es una de las imágenes más conocidas y posiblemente la más utilizada por Don Orione, siempre referida al trabajo.

            En italiano, la palabra “facchino” (“facchini” en plural) hace referencia a una persona que carga elementos pesados y lleva a cabo los trabajos más simples y duros, sin la especialización que puede tener un obrero. Pudiéndose traducir como: changador, changarín, peón, cargador y, en algunos casos, incluso como maletero en una estación de trenes o un hotel.
            Para Don Orione, la imagen de changador se convertirá en una definición de su propia vocación y de la vocación de sus hijos: “Recen mucho y humildemente para que el Señor tenga misericordia de nosotros, y que podamos ser los changadores de la fe, los changadores de Dios y de la Sta. Iglesia de Roma, los peones de las almas que Jesucristo obtuvo con su sangre divina”.[6] En una carta a su amigo, Mons. Malfatti, retomará esta idea: “Sí, soy un pobre pecador y verdaderamente indigno de ser sacerdote, pero por la gracia que espero del Señor y el ayudo de la Ssma. Virgen nuestra madre, quiero trabajar como peón de Dios, de la Sta. Iglesia y de la Ssma. Madre del Señor, y como peón de la almas…”[7]
Con ocasión de la muerte del clérigo Basilio Viano, Don Orione expondrá que “clérigo” significa changador: “[Viano] Comprendió muy pronto que en las Casas de nuestra reciente Congregación hay un amplio campo de trabajo abierto también a los clérigos y que “clérigos” entre nosotros no quiere decir sólo estudiante y menos aún señorito, sino que significa changador, ser el changador de las almas”.[8]

 En una carta clérigo Gismondi, Don Orione dirá que trabajando seguimos el ejemplo de Jesús: “Recuerda siempre que Jesús nunca rehuyó del trabajo, ni se hizo capataz para hacer trabajar a los otros, sino que él trabajó con sus brazos, con sus manos, con su sudor, ¡y nosotros debemos hacer lo mismo, si queremos ser verdaderos siervos de Jesucristo, verdaderos hijos de la Divina Providencia, verdaderos changadores de Dios!”[9]
            Para él, el trabajo será algo constitutivo de nuestra vocación, al punto de decir “debemos ser grandes trabajadores: (…) ¿Pero qué digo trabajadores? Es poco, ¡demasiado poco! ¡Debemos ser changadores de Dios! Quien no quiere ser y no es un changador de la Providencia de Dios, es un desertor de nuestra bandera”.[10]
             
El ser “changador de Dios” no solo será una definición de la vocación del Fundador, sino una expresión de su obra y ministerio. Los distintos genitivos que acompañaran al sustantivo “changador” darán diversos matices y alcances a dicha vocación y misión.



[1] cf. La tesis de licenciatura sobre este tema de la Hna. M. A. Kedziora psmc, “Come stracci”. L’obbedienza sacrificale nella spiritualità di Don Orione, Piccole Suore della Carità, Roma, 2003, 78 ss.
[2] Don Orione a Las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, Buenos Aires, 1979.
[3] Carta a Repetti. Roma, 13 de Octubre de 1914. Scritti 103,098 y 103,135.
[4] F. Peloso, “Una spiritualità delle maniche rimboccate”, Messaggi di Don Orione 77, 1991, 45-47.
[5] cf. Homilía del 26 de octubre de 1980; L'Osservatore Romano, 27-28 octubre 1980, 1-2.
[6] Borrador de una carta sus religiosos (que se encontraban en los ejercicios espirituales). Roma, 1° de Agosto de 1914. Scritti 75,46.
[7] Carta a Mons. Pietro Malfatti. Turin, 3 de diciembre de 1918. Scritti 9,15 y 9,18.
[8] Carta colectiva con ocasión de la muerte del clérigo Basilio Viano. Tortona, 19 de abril de 1920. Scritti 62,70 y 62,117.
[9] Carta al entonces clerigo Gismondi. Tortona, 20 dicembre 1922. Scritti 32, 203.
[10] Carta a los religiosos en Palestina. Roma, 7 de febrero de 1923. Scritti 4,263.

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