Famosa circular escrita el 15 de agosto 1927 a los
párrocos de Italia para la campaña de vocaciones sacerdotales y religiosas.
"A
los Reverendísimos Párrocos, Directores Espirituales, padres y maestros:
Vengo a realizar la colecta de las
vocaciones. Y busco, en especial, a aquellos jovencitos que muestren deseos de
hacerse sacerdotes o hermanos coadjutores y que estén dispuestos, con el
consentimiento de sus familias, a formar parte de esta naciente Congregación de
los Hijos de la Divina Providencia, la cual, como ya fue bendecida por el
Vicario de Jesucristo y los obispos, podrá extenderse, en breve, fuera de
Italia...
Y la Congregación está dispuesta a
aceptar jovencitos pobres, porque constituyen una buena esperanza para la
Iglesia. Y los educará, con la ayuda de Dios, en la doctrina de Cristo, con una
piedad eucarística sólida y ardiente, con un fervoroso espíritu de caridad y de
apostolado, y los asistirá con un cuidado especial en los estudios y en la
formación religiosa.
Hermanos, ¡brindemos trabajadores y
buenos trabajadores para los vastos campos de la fe y de la caridad!
La mirada experta de Vuestra Señoría
habrá, por cierto, entrevisto un rayo de vocación celestial en algún humilde
muchacho: son los pequeños Samuel que la Providencia Divina suscita a cada
instante para el servicio de la Iglesia y para la ampliación del Reino de Dios
en el mundo.
No vengo a cosechar las mieses; dejo
que cosechen los obispos para sus seminarios y luego, como cuando muchacho iba
con mi pobre madre a espigar por los surcos quemados por el sol, vengo también,
en nombre de Dios, a recoger las espigas abandonadas, las humildes espigas que
pudieron haberse perdido. Y con la gracia divina, intentaré extraer también de
ellas alimento y pan de vida para las almas.
¡Cuánto caminar por las vocaciones
de los muchachos pobres!...
'Muchos son llamados al servicio del
altar' escribía aquel gran siervo de Dios que fue el P. Rua, 'pero muchos se
pierden porque no siempre pueden ser ayudados'.
Por lo tanto, si Vuestra señoría ha
descubierto entre los niños que frecuentan la iglesia, algún jovencito pobre,
quizá un poco olvidado, pero con el candor de la inocencia y los signos de la
vocación al servicio de Dios, permita que humildemente le ruegue me lo envíe.
Brindaré a todos las facilidades
posibles. La Virgen me ayudará. Las vocaciones sacerdotales de los muchachos
pobres constituyen, después del amor al Papa y a la Iglesia, mi más caro ideal,
el sagrado amor de mi vida.
¡Cuánto caminaré por las vocaciones
de los muchachos pobres! He subido tantas escaleras; he golpeado tantas
puertas. Y Dios me impulsaba hacia adelante como si fuera su estropajo.
He sufrido hambre, sed y las
humillaciones más dolorosas y sin embargo, ¡parecían bizcochitos de Dios!
También me llené de numerosas deudas, pero la Divina Providencia no me dejó ir
a quiebra jamás. Y consideraría una enorme gracia que Jesús quisiera concederme
seguir mendigando el pan para las vocaciones hasta el final de mi vida.
Por eso, por el carácter de esta
Congregación naciente, vengo haciendo una colecta de vocaciones y también de
vocaciones tardías tanto para el Sacerdocio como para hermanos y auxiliares, de
los que tenemos una gran necesidad, en Italia y en el extranjero, en las
misiones y en las escuelas para los hijos de italianos emigrados.
Recibo también hombres ya hechos,
con tal que sean libres: campesinos, artesanos, viudos, basta que tengan buena
salud y buena voluntad. Cuantos se sientan llamados y en condiciones de darme
una mano para ejercer el apostolado de la caridad en los colegios, oratorios
festivos, colonias agrícolas, escuelas profesionales: tipografías, talleres
mecánicos, carpinterías, laboratorios de artes y oficios, y también en los
hospicios, asilos que la mano de la Providencia abre para la salvación de la
juventud o el consuelo de los humildes: todos pueden encontrar su destino, su
puesto de trabajo porque en estas instituciones de caridad, 'multae sunt
mansiones'.
Quien persevere se quedará con
vosotros, enfermo o sano, para toda la vida.
Luego, para los desengañados del
mundo que quieren entregarse a Dios para una vida de recogimiento, de oración y
de olvido, tenemos los ermitaños.
Los ermitaños de la Divina
Providencia viven en la paz de la soledad, rezando y trabajando; se admiten
aspirantes también jóvenes, como ya lo hacía San Benito.
¿Y luego? Aún no he terminado porque
también tengo Hermanas.
La Divina Providencia actúa. Desde
hace algunos años me viene desarrollando una nueva congregación de religiosas,
llamadas las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad...
No sé cuántas son. Pero sé que, en
general, se parecen un poco a las hormigas: se afanan, crecen, se multiplican,
como las hormigas. Pero para las necesidades resultan siempre pocas porque me
las piden de todas partes: para asilos, escuelas maternales, hospitales,
refugios de mendigos, etc.
Por lo cual, si vuestra señoría me
enviase buenas vocaciones para religiosas, le estaría muy agradecido.
Existe también una sección de
religiosas para las viudas. También tenemos las religiosas ciegas, que son las
Sacramentinas.
Y luego, y luego... si la Divina
Providencia sigue con su juego veremos, dentro de pocos años, qué podrá salir
de las manos del Señor.
Es Nuestro Señor el que lo hace
todo, es Nuestro Señor el que juega, digamos. Aquél que habló por boca de la
burra de Balaam, no encontró sobre la tierra criatura más mísera que yo para que
se conozca que todo bien proviene de él.
No busco dote, no pongo ningún
límite de edad, sólo busco que tengan buen espíritu, buena salud, buena
voluntad de amar y servir a Jesucristo; de trabajar en humilde obediencia, de
sacrificarse en la caridad, de hacer el bien a los pobres, sirviendo a Jesús en
los más pobrecitos.
Porque nosotros somos para los
pobres, incluso para los más pobres y abandonados.
Vocaciones, buenas vocaciones,
muchas vocaciones.
Mire un poco, querido señor y
hermano mío en el Señor, cuántas preocupaciones viene a darle, cuántas personas
viene a pedirle, este 'Fray Galdino' de la Divina Providencia.
El Fray Galdino de Manzoni se
contentaba con buscar, recolectar nueces; yo, por el contrario (¡será por culpa
de los tiempos que progresan!) si Vuestra Señoría se descuida, terminaré por
buscarlo y llevarlo también a usted. Y, ¿quién lo sabe? Quizás, un día... Si
Dios quisiera...
¡Almas y almas! ¡Busco almas! Busco,
con la divina ayuda y con la de vuestra Señoría, hacer una obra que suscite
buenos religiosos, santos sacerdotes, apóstoles.
¿Quién no querrá ayudarme? Hacedme
esta caridad, ¡por el amor de Dios bendito!...
Don
Orione
Qué hermosa carta ésta de Don Orione. Y qué frescura conserva aún hoy, después de tantos años. Un saludo y una oración. Padre Teo
ResponderBorrar