Saludos Navideño del P. Flavio Peloso FDP, Superior General de los Hijos de la Divina Providencia.
Como
cada año, la fiesta de Navidad cuenta el tiempo que pasa, los 2014 años después
de Cristo y nuestra pequeña reserva de años.
El
tiempo es demasiado lento
para quien espera, demasiado rápido
para quien tiene miedo, demasiado largo
para quien sufre, demasiado breve
para quien goza. El tiempo es pleno
para quien es amado y ama.
Pesebre viviente del Cottolengo de Mozambique |
Jesús,
nacido en una noche de invierno, en Belén, “llenó” de sí el tiempo. “Cuando
llegó la plenitud del tiempo – escribe San Pablo – Dios mandó a su Hijo, nacido
de mujer” (Gal. 4,4).
“La
plenitud del tiempo” es Jesús. Nuestra vida no es un balde vacío, como aquel de
la Samaritana, a llenar repetidamente desde el pozo de la vida, siempre
demasiado limitado, sino que tenemos en nosotros una fuente de agua viva,
fluyente, inextinguible: el Espíritu de Dios. “¡Si conocieras el don!”.
Don
Orione conoció el don de Dios y quiso hacerlo experimentar a todos con la
urgencia del amor que le movía el corazón, las palabras, las manos.
“Quien
ama a Dios, goza siempre: el dolor no se diferencia más de la alegría y la vida
se convierte toda en una alegría y es un paraíso.
¡Oh
cuánto es bella la vida de quien ama a Dios! La alegría serena del alma es la
unión con su Dios.
El
corazón del hombre, si no está satisfecho, no está contento. ¿Puede el mundo
llenar el corazón del hombre? ¡Se necesita más que el mundo para contentar al
hombre! Se necesita otra cosa entonces, un bien que no sea terreno: ¡se
necesita Dios! Sólo Dios basta. ¡Quien ama a Dios, vive de Dios, y goza
siempre!” (Don Orione).
Un
día de 1936, Don Orione se presentó en la Casa Rosada de Buenos Aires, para
encontrar a Pedro Agustín Justo, presidente de la República Argentina. Fue
recibido por el conserje que lo reconoció rápidamente con emoción y lo acompañó
a una sala de espera.
-
Póngase cómodo, Don Orione, voy a anunciar su presencia.
Sucedió
que el conserje se olvidó completamente de él. Recordándose después de un par
de horas abundantes, corrió mortificado a la sala de espera.
-
¡Perdóneme, Padre! Lo dejé solo, aquí, esperando.
-
Yo jamás estoy solo – respondió Don Orione con una sonrisa.
-
Le hice perder tanto tiempo precioso.
-
Yo no pierdo jamás el tiempo – agregó en tono amable
levantando un poco el rosario que llevaba en la mano.
Estos
son los efectos de la presencia de Dios. Don Orione era un hombre contento (que
viene de contener)
porque contenía a Dios, como una “fuente de agua de brota para la vida eterna”.
Auguro
a todos mis hermanos y
hermanas consagrados que estén contentos de vivir de Dios “sumo
bien y nuestra eterna felicidad” en el estado de vida elegido por Jesús,
mediante los votos de pobreza, castidad y obediencia.
Queridos
laicos orionitas,
sobre todo a ustedes, que están en el camino del Movimiento laical, sepan que
los consideramos “como hermanos” y “como apóstoles”. Estén contentos de Dios, “caminen en la presencia de Dios
siempre y vivan de Dios”, animados por el mismo carisma.
Auguro
que estén contentos a los tantos niños
y jóvenes presentes en las actividades educativas de la
Congregación; a las personas
con límites, a los enfermos y a los ancianos; a las personas que frecuentan
nuestras parroquias: no se contenten sólo de los servicios que
reciben en nuestras obras, sino busquen y pidan “con el pan del cuerpo el divino bálsamo de la fe”.
“Quien
da al pobre da a Dios y de Dios recibirá su recompensa”,
repetía Don Orione. La recompensa de Dios, queridos bienhechores y amigos de la Pequeña Obra de
la Divina Providencia, es Dios mismo, su gracia, su amistad que los deja
contentos en esta vida y en el paraíso.
A
todos, en el nombre de Don Orione y en la oración junto a los Hermanos del
Consejo general, les auguro que estén contentos de Dios, de contenerlo dentro
del alma, porque “quien ama
a Dios goza siempre”.
¡Feliz
Navidad y Año nuevo 2015!
P.
Flavio Peloso FDP
(Superior general)
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