domingo, 21 de abril de 2019

¡Estamos en Pascua!



Pascua de 1936, desde Buenos Aires, Don Orione les envía una carta circular a sus religiosos, amigos, benefactores, huérfanos, alumnos, etc. El Fundador quiere darles una palabra de esperanza y recordarles que Cristo ha resucitado.


Buenos Aires, Abril de 1936


Queridísimos en el Señor:

            La paz sea con ustedes!

         Vengo a presentarles mis felicitaciones de Buenas Pascuas. Que ellas traigan a todos y cada uno de ustedes, las alegrías y los gozos de la Resurrección.

           Cristo "nuestra Pascua" ha sido inmolado: el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, ha muerto y al morir, destruyó la muerte.

       Pues El es Resurrección y Vida, y hoy ha resucitado glorioso y, al resucitar, renovó la vida.

 ¡ESTAMOS EN PASCUA! Pascua en hebreo significa "pasaje" - y señala el tránsito del hombre caído, del estado de esclavitud por el pecado y la muerte, a la libertad de los hijos de Dios y a la posesión de una nueva vida de gracia.

            Es Pascua ¡Hosanna al resucitado! ¡Aleluya, aleluya!

            Este es el Día que ha hecho el Señor: gocemos y alegrémonos en él con actos de pureza y de verdad.

            ¡Aleluya! Alabemos y glorifiquemos a nuestro Dios, porque la Resurrección es la victoria de Cristo sobre el poder de las tinieblas; es el Rey Victorioso que sale del sepulcro, después de haber vencido a la muerte, y asciende para abrirnos las puertas del cielo.

            Ya el Diácono de la blanca dalmática, ha anunciado a los creyentes la inefable alegría.

            La Pascua es "la Fiesta de las fiestas", la "Solemnidad de las solemnidades", pues la Resurrección del Señor es el milagro por excelencia, el sello de nuestra fe en la Divinidad de Cristo.

            ¡ESTAMOS EN PASCUA! ¡Oh queridísimos: Aleluya, aleluya!

            ¡Paz a ustedes y paz a todos! Es la hora de los suaves y santos gozos, la hora del más espiritual de los consuelos" ¡Cristo ha resucitado! ¡Aleluya, aleluya!

            ¡Es Pascua! Abramos los ojos a la nueva luz, desprendámonos de toda debilidad e imperfección moral; elevémonos, oh mis queridos de las ansiosas solicitudes de esta miserable vida, a los goces de la vida bienaventurada. ¡Arriba los corazones, oh Hermanos, arriba, arriba!

 ¡CRISTO HA RESUCITADO! ¡Ah, que resurja Cristo también en nosotros, si por ventura hubiésemos tropezado a lo largo del camino; que viva en nosotros con su gracia, y que nosotros vivamos en Él y de Él, porque afuera de El no hay vida ni consuelo que valga! ¡Vivamos de Cristo y hagamos vivir a todo el mundo de Cristo! 

            Y que la victoria del Señor sea también nuestra victoria, y la muerte sea, también para nosotros un pasaje a la vida nueva, y pueda un día hacernos gloriosos este cuerpo que la tumba sólo recibirá en depósito.

            ¡CRISTO HA RESUCITADO! Pero sigue quedando entre nosotros; queda siempre con nosotros para enjugar nuestras lágrimas y trocar en amor nuestros dolores.

Elevemos los ojos de la fe, oh hermanos, he aquí a Cristo que viene, vivo entre vivos, para darnos vida con su vida, en la efusión copiosa de la redención.

             Viene radiante, envuelto en el gran manto de la misericordia, y adelanta amable y poderoso "coronado con aureolas de victoria".

            Avanza al grito angustioso de los pueblos: Cristo viene llevando sobre su Corazón a la Iglesia, y en su mano las lágrimas y la sangre de los pobres; la causa de los afligidos, de los oprimidos, de las viudas, de los huérfanos, de los humildes, de los despreciados.

            Y tras de Jesús, se abren nuevos cielos: ¡es como la aurora del triunfo de Dios! Son gentes nuevas, nuevas conquistas; es todo un triunfo, jamás visto, de grande y universal caridad; porque el último en vencer es El, Cristo y Cristo vence en la caridad y en la misericordia.

            Porque el porvenir le pertenece a Él, a Cristo, Rey invencible, Verbo Divino que regenera, camino de toda grandeza moral, Vida y fuente viva de amor, de progreso, de libertad y de paz.



            ¡Los bendigo a todos, mis queridísimos pobres, y felices Pascuas!

            Y aquí termino, porque si no, nunca terminaría. Ahora me dirijo a todos:

            ¡La luz de Cristo ilumine sus pasos, alegre y santifique toda nuestra vida!

            ¡Que esta Santa Pascua obre en nosotros una maravillosa renovación espiritual y nos transforme en Cristo!

            Que la bendición del Señor descienda ampliamente sobre ustedes y sobre sus seres queridos, y sea una bendición grande, grande, grande como es grande el Corazón de Dios!

            ¡Aleluya!, Aleluya, Aleluya!...

            ¡Felices y Santas Pascuas a todos!

            Con cariño en Jesucristo y en la Santísima Virgen,


Don Orione

de la Divina Providencia