miércoles, 22 de noviembre de 2017

El Juicio Universal (Mt 25,31-46) en clave de Cottolengo:



Reflexión de Don Orione sobre Mt 25,31-46, leído en clave de Cottolengo:



Y cuando el Señor diga que deberán ser separados los buenos de los malos, aquellos desdichados que fueron despreciados, sentirán que su lugar es a la derecha. Cuando Jesús diga: “Vengan, oh benditos, a tomar el premio que les fue preparado desde el inicio de la constitución del mundo”- esto escucharan por ser los benditos. El mundo los consideraba, no digo maldito; pero casi no los creía dignos de formar parte de la humanidad.




Y escucharan a Jesús que dirá: “Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estaba desnudo y me vistieron, era forastero, estuve enfermo, preso y viniste a visitarme”.

Estos, los del Cottolengo, se miraran alrededor. Pero cuando Cristo diga: “Vengan, benditos, reciban el premio”, los elegidos, los benefactores de los pobres, los que ejercieron la caridad, los que tuvieron entrañas de misericordia con los desdichados, responderán: “Pero, ¿Cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer? ¿Sediento y te dimos de beber? ¿Huérfano, enfermo y te consolamos? 



Los del Cottolengo callaran. Cuando Jesús diga: “Todo lo que hicieron a estos pobres, a estos desdichados me lo hicieron a mi”. Entonces los repudiados del mundo, los descartados, los desechados se alegraran con un gozo inmenso de beatitud porque entenderán que se asemejaron a Jesucristo.

Buscaran entonces entre el esplendor de los Santos la figura de un cura, un pobre cura, “el Ángel”, el “Canónico Bueno”, un cura que rezaba el Oficio y se confundía la palabra caridad: todas las palabras y las oraciones que decía se compendiaban en un expresión sola: “Caridad”; todos sus pasos eran sobre un único sendero, el de la caridad, todas las acciones que hacía, eran un canto a la Caridad. 



¡Oh! Entonces todos aquellos que sufren de alguna discapacidad, física o mental, cantaran el cantico de la Caridad, el cantico más alto y más bello que los hombres cantar en la tierra y los santos ángeles cantan en el cielo.




Palabras pronunciadas en el 4 de junio de 1939, durante la misa solemne de la Fiesta Patronal de San José Benito Cottolengo en Restocco (Milán). La Parola X, 223-224.