El pasado 3 de julio celebramos los
125 años de la apertura del Oratorio San Luis en el jardín del Palacio
Episcopal de Tortona. Esa fecha quedo grabada en el corazón de Don Orione. Recordándola
con gran emoción, escribía a sus hijos.
Buenos Aires, 3 de julio de 1936
Mis amados
Hijos en Jesucristo
¡Qué la gracia del Señor y Su paz estén siempre con nosotros!
¡Hoy es 3 de julio! - ¡Qué hermosa fecha! ¡Es una gran fecha esta de hoy
para mí, oh mis amados! Cuántos años han pasado desde ese 3 de julio; mas el
recuerdo se me hace vivo, como si fuese ayer.
Era clérigo y custodio de la catedral: el obispo de Tortona era Mons.
Bandi, aún al principio de su episcopado. Los muchachos y jovencitos que
estaban a mi alrededor eran tantos, algunos centenares, los había de las
escuelas primarias, técnicas, secundarias y un hermoso grupo que ya trabajaba.
No se los podía contener más, no cabían más en mi pequeña habitación, allá
arriba, en la bóveda de la catedral, la última, no se los podía tener en la
catedral, porque corrían por arriba y por abajo, por todas partes, no cabían
más.
Ese
día el joven Luis Orione daba inicio a una nueva actividad pastoral, al primer
oratorio de su diócesis natal. Pero con los años, ese hecho cobro una
trascendencia mayor. Ese oratorio fue el germen de su Familia Religiosa:
La Pequeña Obra de la Divina Providencia, nacida de
ese primer Oratorio Festivo, y la primicia de esos niños, ya habían sido
ofrecida y, diría, consagrada al Señor, a los pies del crucifijo que ahora está
en el santuario, durante la semana precedente.
Ese
entusiasta seminarista comenzaba un oratorio festivo, como había aprendido de Don
Bosco; su padre y maestro; pero no sabía que allí estaba sembrando una semilla
que crecería como un gran árbol y que extendería sus ramas hasta otros
continentes.
En
agosto de 1929, el P. Dutto, invitado por un paisano, fue a otro barrio de Mar
del Plata a dar catequesis y comenzar un oratorio. Al poquito tiempo, se comenzó
a celebrar la misa en un casa con un altar improvisado (ver al foto abajo).
Estos
fueron los inicios de Parroquia “San José”, los colegios “Don Orione” y “Pablo
Tavelli”, el Hogarcito “Don Orione”. Comienzos pequeños y simples, pero que
fueron las bases de una gran obra de pastoral, educación y caridad.
A
fines de febrero de 1937, el P. Enrique Contardi llegaba el Presidencia Roque
Sáenz Peña, en el entonces Territorio Nacional del Chaco. Un lugar cuasi
inhóspito, con problemas de agua y una inabarcable radio parroquial. Como dice
Luis Landriscina: “En esa época había que ser valiente para ir al Chaco”.
Los primeros tiempos estuvieron signados por la dureza, la pobreza y el calor
abrasador:
Sáenz Peña es una ciudad de cerca de 20 mil
habitantes, con otros 10 mil esparcidos en los campos, a distancias enormes; se
necesitan horas y horas de automóvil para llegar a ellos (…) la iglesia
católica funciona en una habitación y el altar consiste en tres tablas sobre
dos caballetes; además hay una pequeña pieza para dormir. La mayor parte de los
niños son hijos naturales, la mayor parte de las familias no se fundan en la
Iglesia; hay muchísimos sin bautizar; cuando se logra casar a las hijas se
trata de casar también a las madres. La corrupción de costumbres, acentuada por
el clima, es espantosa. Envié un sacerdote lombardo [el P. Contardi] de 50
años, que siempre fue un ángel y que creció desde muchacho con nosotros en la
Divina Providencia. La gente vive mal y muere sin ninguna asistencia religiosa:
¿se puede dejar morir a la gente como perros? (Carta de Don Orione al
conde Ravano. 13 de marzo de 1937. Scritti
47, 223).
El
P. Contardi pese a las adversidades, no se acobardo. Con un celo apostólico
excepcional recorrió su inmensa parroquia como hizo el Cura Brochero en
Traslasierra. Con los años la Parroquia creció, vino la Escuela, las capillas urbanas
y rurales, el Cottolengo, el Hogar de Niñas; y muchas generaciones se formaron en
los ideales de Don Orione. ¿Cómo comenzó todo? Con un pobre cura, “tres tablas sobre dos
caballetes”
y una piecita para dormir.
Esta misma historia, pero con
detalles distintos, se repitió en otras geografías. Muchas casas y obras
nacieron en lugares de periferia, signados por la falta de medios, la pobreza,
el anticlericalismo y el abandono.
Pero esto no fue impedimento para
que los primeros misioneros comenzaran obras de caridad y evangelización.
Muchos sacerdotes, hermanos, religiosas y laicos en Argentina y otras partes
del mundo trabajaron sin descanso por Dios y por los pobres.
Estas historias son la parábola del
grano de mostaza que nos cuenta el evangelio:
“El Reino de
los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En
realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más
grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los
pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”. (Mt 13,31-32).
Pequeñas semillas de Reino sembradas
con sacrificios que crecieron de modo impredecible dando cientos y cientos de
frutos.
No sé si Don Orione, el P. Dutto, el P. Contardi y
tantos otros tendrían conciencia hasta donde llegaría lo que comenzaban; pero
su generosidad los llevó a sembrar, a jugarse por los jóvenes, por los pobres, por
el Pueblo de Dios, por sus ideales evangélicos.
Los
años transcurridos tal vez nos han hecho perder el contacto con los inicios,
nacimos con los arboles crecidos, ya dando frutos. Por ello, debemos mirar
nuestra rica historia con memoria agradecida; redescubrir esos primeros pasos y
dar gracias a Dios por la entrega
generosa de nuestros hermanos y hermanas mayores.
Pidamos al Señor
nos dé el ardor apostólico de Don Orione y los primeros misioneros quienes sembraron
el Reino con generosidad y confianza en la Providencia.
P. Facundo Mela fdp
Qué bueno Facundo. Gracias por la parábola. Es así, nosotros venimos de ese grano de mostaza. Ni yo en MdP, ni vos en Pompeya, habríamos encontrado escuela y vocación, sin esa semilla. P. Roberto S.
ResponderBorrarDeo gratias
Gracias Padre Facundo, qué belleza. Cuántos granitos de mostaza se multiplican en LOS ORATORIOS, me emociona porque siempre tengo en mi mente los rostros de aquellos jóvenes sedientos de Jesús, y allí es donde siento cómo este Gran Sembrador, San Luis Orione, atravesó nuestras vidas para siempre....Gracias le doy a Dios por darme tierra para sembrar........SI TUVIERAS FE COMO UN GRANITO DE .....Prof. Eduardo I. Candocia
ResponderBorrarAVE MARIA Y.......