Palabras dichas por Don Orione, durante la cena, en Tortona, el 6 de diciembre de 1937
... Las
obras de bien crecen sobre las huellas de los santos, porque ellos no van
solos, sino siempre acompañados de la oración y la invocación constante a la
Virgen, entonces la Virgen hace prodigios por medio de ellos, haciendo suscitar
las iniciativas de caridad y bien (…)
Las
obras de caridad viven y prosperan especialmente allí donde hubo una aparición
de la Virgen o bien donde vivieron y llevaron a cabo sus obras los santos de
Dios. En Argentina, en Claypole, habían ofrecido unas 300 hectáreas de tierra
para abrir un Pequeño Cottolengo. Ustedes me dirán: ¿Por qué surge ahí?... ¿Por
qué en un lugar tan alejado se han gastado miles de liras?.. De hecho ahí, se
construyo la primera iglesia en honor de San José Benito Cottolengo. Ni aun en
Turín hay una iglesia dedicada al Cottolengo… ¿Por qué nos establecimos en
Claypole? ¡Porque allí ha pasado, se ha detenido un Santo! Allí predico,
se detuvo, allí vivió las virtudes un santo: ¡San Francisco Solano!... Un
misionero español franciscano llamado el “Taumaturgo del Nuevo Mundo”. Vivió en
la segunda mitad del siglo XVII y murió en Lima, si no me equivoco en 1610.
Este santo no tuvo miedo: viajo mucho, sufrió mucho, encontrando grandes peligros…
San
Francisco Solano estuvo también en Chile, Paraguay; estuvo un poco en toda
Sudamérica. Los santos son caminantes exenciónales: odian el quietismo, no se
frenan. ¿Qué decía Don Abbondio? Es mucho decir, gruñía, que los santos como los sinvergüenzas tienen
viveza, y no se contentan con estar siempre haciendo algo, sino que quieren
implicar, si pueden a todo el genero humano…
Pues
bien, ese santo, San Francisco Solano, utilizaba todos los medios a su alcance
para convertir a los indios... Y consiguió convertir a mucho… ¿Saben cómo? ¡Con
el violín! ¡Seguro! Acompañaba las canciones con el violín, las alabanzas a la
Purísima con el violín.
Allí
dicen Purísima para referirse a la Inmaculada… Y allí, cerca de Claypole, se
encontraron las ruinas del convento donde San Francisco Solano iba a descansar
un poco de su cansancio… Cuando se dio cuenta que la muerte se acercaba, ¡pidió
que le cantaran las glorias de la Virgen! (…)
Mañana
recemos también a San Ambrosio, el cantor de María, recemos a San Ambrosio, ¡el
gran arzobispo de Milán!... E invoquen también el santo que hoy les recordé,
San Francisco Solano, para que nos den algo de su amor filial, tiernísimo y
hecho de obras y no de palabras; ¡a la Purísima, a la toda santa, toda
inmaculada!
Fuente: la Parola VII, 126-128
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