viernes, 12 de mayo de 2017

Circular para la “colecta de las vocaciones”

En agosto de 1927, Don Orione le enviaba a todos los párrocos de Italia una carta circular conocida como “colecta de las vocaciones”. En la misma expresaba su amor y preocupación por las vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras.
La colecta dio sus frutos y muchos jóvenes fueron enviados por sus párrocos.


 

Tortona, 15 de agosto de 1927.
Muy Reverendo Señor:
¡Que la paz de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre con nosotros!
Quisiera ir al encuentro de su Señoría en persona, pero, como no me es posible, confiado en su bondad, le ruego escucharme benévolamente aunque de lejos.
Le estaré agradecido, si me ayuda en la obra de búsqueda de santas vocaciones, pues de esto deseo justamente interesarlo en el Señor: vengo a hacer limosna de vocaciones. Y busco especialmente a jovencitos que manifiesten el deseo de hacerse sacerdotes o hermanos, y estén dispuestos, con el consenso de las familias, a formar parte de esta naciente Congregación de los Hijos de la Divina Providencia, la cual, por estar bendecida por el Vicario de Jesucristo y por los Obispos, puedo en breve tiempo extender sus tiendas también fuera de Italia: en Rodas, en Palestina, en Polonia, en Uruguay, en Brasil y en Argentina.
Ella está dispuesta a aceptar a niños pobres, con la condición de que den una buena esperanza para la Iglesia. Y los educará, con la ayuda de Dios, en la doctrina de Jesucristo, como sólida e ignita piedad eucarística, con ferviente espíritu de caridad y de apostolado, asistiéndolos con cuidado particular en los estudios y en la formación religiosa.


“La cosecha es mucha, pero los operarios son pocos”.
¡Hermano, demos operarios y buenos operarios  a los vastos campos de la fe y de la caridad!
El ojo experto de Su Señoría habrá seguramente reconocido en algún humilde niño un rayo de vocación celeste: con los pequeños Samueles que la Providencia Divina va suscitando para el servicio de la Iglesia y para la dilatación del Reino de Dios en el mundo.
Yo no vengo a cosechar, no: dejo que cosechen los Obispos para sus Seminarios, luego como cuando era pequeño iba con mi pobre madre a recoger espigas en los surcos solitarios, vengo también yo, en el Nombre del Señor, a recoger las espigas dejadas atrás, aquellas humildes espigas que podrían perderse. Y, con la gracia divina, trataré de extraer también de ella alimento y pan para las almas.
“Muchos son los llamados al servicio del altar”, escribía ese gran Siervo de Dios que fue Don Rua, pero muchos se pierden, porque no siempre pueden ser ayudados.
Si, entonces, Su Señoría descubre, entre los buenos niños que asisten a la Iglesia, algún jovencito pobre, tal ven un poco olvidado, pero con el candor de la inocencia y las señales de la vocación al servicio de Dios, permítame que, humildemente le ruegue que me lo mande.
Tenemos cursos preparatorios para aquellos aspirantes que no sean suficientemente maduros para la escuela secundaria. ¡Trataré de facilitarles el camino a todos, la Santa Virgen me ayudará!
Las vocaciones al sacerdocio de los niños pobres son, después del amor al Papa y a la Iglesia, mi más caro ideal, el sagrado amor de mi vida. Misericordiosamente conducida por la Divina Providencia, para ellos comenzó esta “Pequeña Obra”; para ellos se abrió nuestra primera Casa en Tortona, o sea para aquellos que, a su pesar, el Obispo no había podido aceptar en el Seminario. Y Dios le ha dado incremento: ¡cuántos buenos Sacerdotes se han formado y también Obispos!
¡Cuánto caminar por las vocaciones de los niños pobres! He subido tantas escaleras, he golpeado a tantas puertas! Y Dios me llevaba adelante como su harapo.
¡He sufrido hambre, sed y humillaciones las más dolorosas, y aún así parecían bizcochitos de Dios! Me he llenado de deudas, pero la Divina Providencia no me ha dejado quebrar nunca. Y consideraría una gran gracia, el hecho que Jesús, por las vocaciones, me hiciera ir mendigando el pan hasta el último día de mi vida.
Entonces por el carácter propio de esta naciente Congregación, me ocupo de la limosna de vocaciones y también de vocaciones tardías, ya sea para el Sacerdocio como para hermanos laicos, de los cuales tenemos una gran necesidad, ya sea en Italia como en el Exterior, en las Misiones y en las Escuelas para los hijos de los italianos emigrados.



Recibo también a hombres hechos, libres: campesinos, artesanos, viudas, basta que tengan buena salud y buena voluntad. Todos aquellos que se sienten llamados de darme una mano para ejercitar el Apostolado de la Caridad en los Colegios, Oratorios festivos, Colonias agrícolas, Escuelas profesionales -Tipografías, Talleres mecánicos, Carpinterías, Talleres de artes y oficios-, como así también Hospicios, Asilos, que la mano de la Providencia va abriendo para la salvación de la juventud y el consuelo de los humildes: todos pueden encontrar su hogar, su lugar de trabajo, pues en estas Instituciones de Caridad hay muchas habitaciones (Juan 14,2).
Quien persevera permanece con nosotros, como en su casa, como enfermo o sano, durante toda la vida.
Para los desengañados del mundo, que desean darse a Dios en una vida de recogimiento, de oración y de olvido, tenemos a los Ermitaños. Los Ermitaños de la Divina Providencia viven en la paz de la soledad, rezando y trabajando, y se admiten aspirantes también de joven edad, como ya lo hacía San Benito.
¿Y luego? No he terminado porque tengo también a las Hermanas, denominadas las Misioneras de la Caridad. Y ya se han esparcido en Piamonte, Lombardía, Véneto, Emilia, Marcas, Roma, Calabria y hasta en Polonia.
No sé cuántas son. Sé que, en general, las Hermanas son un poco como las hormigas: trabajan, crecen, se multiplican como las hormigas. Pero, en el momento de necesitarlas, son siempre pocas porque las solicitan de todas partes para asilos, escuelas maternales, hospitales, internados, etc.
Por lo tanto, si su Señoría me manda buenas vocaciones para Hermanas, se lo agradecería mucho. Hay también una sección de Hermanas para las viudas. Tengo también hermanas ciegas, son Sacramentinas.


Y después... y después, si la Divina Providencia sigue jugando, verán, dentro de pocos años, qué surgirá de las manos del Señor.
Todo lo hace Nuestro Señor, yo diría que es él quien juega. Aquél que habló por boca de la borrica de Balaam, no ha encontrado sobre la tierra a una criatura más miserable que yo, para que se conozca que todo bien es de Él.
No busco dote, no pongo límites de edad para nadie, sólo busco que tengan buen espíritu, buena salud, buena voluntad de amar y servir a Jesucristo, de trabajar en humilde obediencia, de sacrificarse en la caridad, de hacer el bien a los pobres, sirviendo a Jesús en ellos. Porque nosotros somos para los pobres, mejor dicho para los más pobres y abandonados.
Mire un poco, amado Señor y Hermano mío en el Señor, cuántos problemas vengo a darle, cuántas personas viene a solicitarle este Fray Galdino de la Divina Providencia.
Como Fray Galdino del  Manzoni se contentaba de ir en busca, en pedir nueces de limosna, yo, en cambio -¡será culpa de los tiempos que progresan!- si su Señoría no está en guardia, terminaré por buscarlo y llevarlo también a Ud... ¿Y quién sabe?... ¡Quizás un día... Dios quiera! ¡Por ahora me contento de solicitarle humildemente que me mande vocaciones, buenas vocaciones, muchas vocaciones!
¡Almas y almas! ¡Busco almas! Busco, con la divina ayuda y la de Su Señoría hacer una obra que suscite buenos Religiosos, Santos Sacerdotes, Apóstoles.
¿Quién no querrá ayudarme? ¡Hágame este favor por el amor del bendito Dios! Me confío en Nuestro Señor y en la inteligencia bondad y fervor de Su Señoría. Por lo que hará, ¡que Dios lo bendiga mucho! Rezaré siempre por Ud. y le prometo agradecerle, particularmente en el Altar.
Permítame abrazarlo fraternalmente con el beso de Cristo, y considéreme Su humilde y seguro servidor y hermano en Jesucristo y en la Santa Virgen.
Sac. Luis Orione
de la Divina Providencia



* * *
P.D.- Con la ayuda del Señor, educaremos a los jovencitos, que nos sean enviados, el espíritu de humildad y de piedad, a la vida de sacrificio y de apostolado, instruyéndolos bien en el Catecismo y en la Historia Sacra asistiéndolos con cuidado particular en los estudios, para dar obreros y buenos obreros a los vastos campos de la Fe y de la Caridad.
Y, con la ayuda de Dios y la Santa Virgen, confiamos en que un día muchos de los jóvenes que nos envían, sean de ayuda también a los Revdos. Párrocos, y siempre de consuelo al corazón de los Obispos y de la Santa Iglesia.




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