Una de las
cosas más impactantes al acercarse a la urna que contiene el cuerpo de Don
Orione en el Santuario de la Guardia (Tortona), es ver qué viejos y
descoloridos están los zapatos que calza el Fundador, y comprobar incluso que
uno de ellos tiene un agujero en la suela.
Cualquier peregrino distraído podría pensar que se trata de un descuido, pero los zapatos
usados responden a la pobreza evangélica que Don Orione abrazó en vida.
Por ello, recorramos algunos pasajes
de su vida para dilucidar esta afirmación.
En su libro
“Florecillas de Don Orione”, Mons. Gemma nos narra un simple y concreto gesto
de caridad de Don Orione:
“…
de regreso a pie de una misión predicada en un pueblo de montaña, [Don Orione]
golpeó a la puerta del párroco de Borgoratto Marmorolo (PV) y fue huésped tan
grato como inesperado. Estaba empapado y cansado. Se cambió de ropa, comió y
recibió como regalo un hermoso par de zapatos nuevos que calzó de inmediato en
lugar de los viejos, como siempre destrozados.
Se
encontraba en la casa del párroco el Dr. Alberto Bernardelli quien al
escuchar el deseo de Don Orione de
proseguir lo antes posible, se ofreció a acompañarlo en su propio calesín hasta
Casteggio.
Partieron
por la mañana y al llegar a Fornace di Staghiglione hubo una parada pues el
médico debía hacer una visita. Mientras tanto un mendigo mal vestido se acercó
a Don Orione, que permaneció solo en el calesín, y le solicitó una limosna. Don
Orione no lo pensó mucho: se desató los zapatos nuevos que tenía en los pies y
se los dio al pobre poniéndose nuevamente los gastados todavía empapados; y de
los dos no se podría decir quien era más feliz”.[1]
Con el
tiempo, sus religiosos y la gente aprenderán a reconocer a Don Orione por sus
zapatos viejos y gastados.
Un hecho
risueño es que en cierta ocasión nadie reconoció a Don Orione con zapatos y
ropa nueva, los cuales obviamente eran prestados.
“El
Arzobispo de Reggio Calabria, Mons. Rousset, daba habitualmente cada año un
solemne banquete con invitados, en ocasión de su onomástico. Un año invitó
también a Don Orione. Éste partió de Messina y llegó a la cita totalmente
presentable: la barba bien afeitada, hábito y sombrero nuevo, zapatos discretos
y una amplia capa a la siciliana. Un Don Orione extrañamente elegante: ¡una
rareza!
El
P. Paolo Albera, antiguo compañero de seminario y luego de apostolado, presente
también él en Sicilia después del terremoto y entonces administrador del
comedor episcopal, lo mira de pies a cabeza y le dice en voz alta: «¿De dónde
sacaste todas estas cosas? ¿De dónde las robaste?»
«¡Cállense»
-replica Don Orione- «no me avergüencen! Todo lo pedí prestado para la ocasión
a cuatro personas distintas. Si hubiese venido con mi capa, mis zapatos, mi
sombrero, con mi hábito, me hubieran echado afuera como a ese de la parábola
evangélica...»”.[2]
Otro hecho
interesante ocurrió en un pueblito llamado Staghiglione, donde Don Orione fue a
predicar en ocasión de la primera misa del P. Risi, el 17 de junio de 1900. Los
parroquianos estaban expectantes de conocer al joven fundador y superior de una
nueva congregación. Al terminar la lectura del evangelio, un sacerdote salió de
la sacristía, hizo una genuflexión y subió al pulpito. Aquellos que se
encontraban más cerca, luego de ver sus deformados y desvencijados zapatos, comentaron:
“¡Ese no es Don Orione! ¡No puede ser!”.[3]
A los segundos de comenzar su homilía, la gente comento
en dialecto: “L'é lú” (Es él, es él).
En una carta colectiva en ocasión
de la Pascua, Don Orione contará con sentido del humor lo sucedido un día en
que se encontró sin zapatos:
“Hace
Algunos meses el arzobispo de Milán, el Card. Schuster, después de visitar el Pequeño
Cottolengo de Milán, le dijo a nuestro P. Sterpi: - «Escríbale a Don Orione que
si llega a volver de América con plata, no lo voy a reconocer más como Don
Orione».
Cuando
me llegó el mensaje, me pasé un cuarto de hora de hilaridad, porque justo en
ese momento, yo no tenía zapatos, por lo que no podía salir de mi habitación (...)
Pareciera que el Señor me hubiera dicho: pondré enemistad entre ti y el dinero”.[4]
Por último, en su carta “la Pequeña Obra es para los pobres”, el
P. Flavio Peloso nos recuerda un hecho ocurrido luego que el cuerpo de Don
Orione fue embalsamado:
“Delante de la urna de Don Orione,
veremos una vez más sus viejos y deformados zapatos, con el agujero en la
suela. Mirando esos zapatos volveré a pensar en lo que escuché a la Doctora
María Venturini, del equipo médico del Profesor Mons. Gianfranco Nolli que
trató el cuerpo de Don Orione.
«Cuando lo revestíamos -cuenta la
experta anatomopatóloga-, los sacerdotes nos dieron un par de zapatos nuevos
para sus pies. Se los pusimos pero, extrañamente, por la mañana los encontramos
sacados. Lo intentamos de nuevo por la tarde y por la mañana los encontramos de
nuevo fuera de los pies. Don Ignacio Terzi con una motivación que nos pareció
un tanto devota, nos dijo que tal vez Don Orione no quería zapatos nuevos, sino
usados, de pobre. Le pusimos un viejo par de zapatos. Le calzaron bien. Son
esos que todavía están en los pies de Don Orione»”.[5]
Al ver el
cuerpo de Don Orione calzando unos zapatos viejos recordamos cuán grande fue su
amor por los pobres, y qué generoso fue su corazón.
Por eso, cuando vayan al Santuario
de la Guardia, recuerden que los restos mortales del Fundador esperan la vuelta
del Señor, como Don Orione lo quiso: usando zapatos de pobre.
P. Facundo Mela fdp
[1] A. Gemma, I fioretti di
Don Orione, Bologna, Edizione Dehoniane Bologna, 20022, 99-100. [traducción inédita]
[2] A. Gemma, I fioretti di Don Orione, Bologna,
Edizione Dehoniane Bologna, 20022, 119. [traducción inédita]
[3] Cf. A. Gemma, I fioretti di Don Orione, Bologna, Edizione Dehoniane Bologna, 20022,
101-103. [traducción inédita]
[4] Carta circular a todos
sus hijos e hijas, Buenos Aires, Pascua de 1936.
[5] F. Peloso, “Resti ben determinato che la
piccolo opera è per i poveri” (“Quede
bien establecido que la Pequeña Obra es para los pobres”), Atti e Comunicazioni della Curia Generale (Don Orione), 64, 231
(Enero-Mayo 2010) [traducción inédita].
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