martes, 28 de febrero de 2012

Don Orione y Mons. Luis Versiglia, Santos y Compañeros

            Durante sus tres años en el oratorio salesiano de Valdoco, Don Orione conoció a San Juan Bosco, su padre y maestro, como él mismo decía; y al Beato Miguel Rua, su director espiritual por muchos años-
Pero ellos no fueron los único santos que el joven Luis conoció en Valdocco, también fue compañero de Luis Versiglia, futuro obispo y mártir en China.

San Luis Versiglia
Luis Versiglia (Oliva Gessi, 5 de Junio de 1873 – Linchow, 25 de Febrero de 1930) ingreso al oratorio de Valdocco a los 12 años. En aquellos años pensaba en estudiar con los salesianos para luego ingresar en la universidad y recibirse de veterinario. Luego de la muerte de Don Bosco, eligió otro camino y se decidió a ser salesiano y misionero.
En 1906 parte hacia China, a cargo del primer grupo de misioneros salesianos. En 1920 en nombrado Vicario Apostólico de Shiuchow y al año siguiente en ordenado obispo.


El 25 de Febrero de 1930 fue martirizado junto al P. Calixto Caravario sdb, por defender a tres muchachas que estaban con ellos.
El 1° de Octubre de 200, el Papa los canonizo a ambos. Su memoria litúrgica se celebra el 25 de Febrero.


El testimonio de Don Orione
            En una carta, donde Don Orione habla de las vocaciones de los hijos de los pobres, hay una referencia Mons. Luis Versiglia, descripto como mi querido compañero de escuela”.

            Y el nuevo obispo, salido de la diócesis de Tortona, Mons. Luis Versiglia de Oliva Gessì, Misionero en China, ¿quién era? Un pobre muchacho, mi querido compañero de escuela, en el Oratorio de Don Bosco en Turín, donde este santo, Apóstol de la juventud, iba recogiendo y ayudando las vocaciones de los hijos de la gente”. [1]

Dos testimonios salesianos
            En la edición italiana del “Boletín Salesiano”, se encuentran dos testimonios de su mutuo conocimiento. En la sección necrológica “I nostri morti” (“nuestro difuntos”), hablando de dos salesianos: el P. Alfonso Volontè y el P. Giovanni Olgíati, se hace referencia a Don Orione y Mons. Luis Versiglia.
            En la necrología del P. Alfonso Volonte se lee:Mi moderador en el estudio – repetía el P. Volonté era el Siervo de Dios Don Luis Orione, y mi vice-encargado, el futuro Obispo-mártir Mons. Luis Versiglia. Y luego estaba Don Rua…”[2]


            Y en la necrología del P. Giovanni Olgíati está escrito: “Era el ultimo salesiano de la Insectoría véneta que conoció a Don Bosco (…) Entre sus recuerdo, era imborrable esto: 'Don Bosco estaba hablando rodeado de grupo de jóvenes más altos, entre ellos Versiglia y Orione'” [3]


Valdocco, una escuela de santidad
            El oratorio salesiano de Valdocco fue una verdadera escuela de santidad que formo los corazones de muchas generaciones de jóvenes. En Don Orione y Mons. Luis Versiglia podemos ver dos ejemplos de santos formados en la misma escuela, quienes habiendo tomado distintos caminos, vivieron el mismo ideal de santidad.
           
Cada árbol se reconoce por su fruto”.
(Luca 6, 44).
P. Facundo Mela fdp


[1] Tortona, 20 de  septiembre de 1920. Scritti 115,289 - 108,066 - 93,035 (Archivo Don Orione en Roma).
[2] Bollettino Salesiano, LXXXI, 23, 1° de Diciembre de 1957. (ed. italiana)
[3] Bollettino Salesiano, LXXXIII, 17, 1° de Septiembre de 1959. (ed. italiana)

martes, 21 de febrero de 2012

La ordenación Sacerdotal más numerosa de la Provincia "NS de la Guardia"

El 22 de febrero de 2012, se cumplirán 70 años de la ordenación más numerosa que tuvo la obra Don Orione en Argentina. 
Ésta es la lista de sacerdotes que figuran en una estampita recordatoria de ordenación del 22 de febrero de 1942 en San José de Mar del Plata que todavía no era parroquia. Se conserva copia en la curia general.
Casi todos fueron clérigos que Don Orione mandó antes de morir para reforzar la naciente presencia de la Congregación en Argentina.
  1. CARMINATI G.B.
  2. VALENTIN SORIA A.
  3. DALLA COSTA G.A.
  4. MATTEI V.
  5. SILVI G.
  6. GENOVESE A.
  7. FAVARATO L.
  8. MORLUPI R.
  9. BRUNELLO D.A.
  10. GHIO G.F.
  11. MORELATI C.
  12. GARUFFI A.
Algo sobre cada uno de ellos:

CARMINATI Juan Bautista[1]  
Fue misionero en Sáenz Peña por muchos años, siendo recordado por recorrer las comunidades en motocicleta.
Murió en Mercedes, venerado por todos. Dicha ciudad le rindió expreso su estima y afecto, brindándole un gran funeral, con la presencia de autoridades religiosas, civiles y militares. En señal de respeto y congoja la ciudad cerró las puertas de sus comercios. Por su propia voluntad, fue enterrado ahí y recién se trajeron sus restos a Claypole cuando la congregación dejo Mercedes.
Su hermano Luis, Hermano de la Congregación, murió ametrallado por un avión, mientras en una camioneta buscaba la Providencia para los pobres asilados del Cottolengo de Génova, apenas 10 días antes del final de la II° Guerra Mundial, el 12 de Marzo de 1945.


VALENTIN SORIA Ángel[2] 
Era un inmigrante español que fue recibido por el P. Zanocchi en Victoria el 1° de Abril de 1929.
Su vida la dedicó de pleno a la docencia, trabajando en los colegios José Manuel Estrada de Mar del Plata y San Vicente de Paul de Villa Dominico.

DALLA COSTA Santiago[3] 
Formaba parte del grupo de los “carissimi”, (vocaciones adultas para la época). Termino sus estudios secundarios en Tortona, mientras colaboraba con la construcción del Santuario de la Guardia.
Luego aceptó partir para Argentina el 6 de junio de 1935 y estudió en Claypole.
Estuvo en Pompeya, Villa Dominico, San Fernando, Victoria, Mercedes, Cuenca y Puerto Mar del Plata. Sus últimos años, los paso en Claypole, sufriendo a causa de su salud.


MATTEI Vicente[4]
Fue uno de los frutos de la “Colecta de las Vocaciones”. En Febrero de 1936, mientras se encontraba en el noviciado, pidió ir a las misiones, partiendo el 10 de abril del 1937 hacia la Argentina.
Pasó por las casas de Mar del Plata, donde fue docente y vicario de la comunidad; Victoria, Sáenz Peña, Itatí, Mendoza y San Fernando. Por razones de salud regresó a Italia.


SILVI Geniale[5] 
Formo para de los de los “carissimi”, pidiendo ser enviado como misionero a Sudamérica, llegando a la Argentina el 21 de junio de 1935.
Trabajó primero en San Fernando, luego en Rosario iniciando el Cottolengo de Gral. Lagos, la parroquia San José de Mar del Plata y el Cottolengo de Córdoba. 
Fundó un Cottolengo en Rio Cuarto (a nombre de dicha diócesis).

GENOVESE Antonio[6] 
Llegó a la Argentina el 26 de junio de 1937, llamado por Don Orione, un mes antes de su regreso a Italia. Su primer destino fue Lanús (hoy Villa Dominico), pasando luego por Mar del Plata, Victoria y Rosario. Ya como sacerdote paso por Pompeya, Barranqueras, San Fernando, Villa Lugano, Lanús, Puerto Mar del Plata, Tucumán, Sáenz Peña, Itatí (1968), Claypole, Rosario, y San Francisco de Córdoba.
Es recordado en ciudad de San Francisco por su dedicación al ministerio de la reconciliación, siendo confesor de innumerables personas del lugar, incluido el obispo.

FAVARATO Luis[7] 
Formo parte de los “carissimi” y partió a la Argentina a pocos meses de profesar. Pasó por Claypole, Victoria y el Santuario di Itatí. Ya como sacerdote fue destinado a Barranqueras. En 1944 fue destinado a Santiago de Chile y en 1948 es destinado a Victoria.
Por razones familiares y de salud, retorna a Italia a fines de 1948.

P. Favarato; P. Kalinoski; P. Carradori, P. Morlupi y P. Bertorelli

MORLUPI Raúl[8] 
Era argentino, hijo de de inmigrantes italianos que se volvieron a Le Marche. En Italia, ingreso a la congregación y fue a la Argentina en 1937.
El mismo año de su ordenación, partió en 1942 con el P. Gino Carradori hacia Chile, siendo uno de los fundadores de la Congregación en esas tierras, donde pasara el resto de su vida.

BRUNELLO Domingo A. [9] 
Era del grupo de los “carissimi”. El 27 de octubre 1930, mientras estaba trabajando en la construcción del Santuario de la Guardia en Tortona, cayó de los andamios y se salvó. Don Orione atribuyó este “milagro” a la protección de la Virgen. Este hecho quedará grabado en el corazón del P. Brunello, quien lo recordaba con filial gratitud.
En noviembre de 1935 partió de Italia hacia Sudamérica, siendo recibido por el Fundador, en Montevideo desde donde lo acompañó hacia Buenos Aires y de allí a Victoria. Ya sacerdote será docente en Chaco, Itatí y Mar del Plata. Regresando a Italia en enero de 1947.

GHIO José F.[10] 
Fue parte de los “carissimi” y durante su noviciado manifestó el deseo de ser enviado a las misiones: “... pido que se acepte mi pedido, mientras yo buscaré de prepararme lo mejor posible. Si el Señor quiere que sea como clérigo o como sacerdote, ¡hágase su voluntad!” Partió hacia Sudamérica en marzo de 1939.
Ya como sacerdote paso por Itatí, Sáenz Peña, Victoria, Montevideo, Buenos Aires, Cuenca y el Puerto Mar del Plata. En 1970 fue enviado al Brasil y luego volvió a Italia.

MORELATI César[11] 
El llamado de Dios le llegó a temprana edad, como solía relatar: "Sentí que el Señor me necesitaba, no sabía bien para qué, pero me entregué y me dejé llevar...". Siendo uno de los frutos de la “Colecta de las Vocaciones”.
En la Navidad del año 1934, Don Orione, lo eligió participar, personificando un ángel, en el pesebre viviente del pueblo, hecho que siempre recordaba.
Luego de terminar sus estudios filosóficos, el 18 de Mayo de 1936, partió como misionero hacia la Argentina, donde permanecerá 67 años.
Pasó por las casas de Pompeya, Lanús, Cuenca, Claypole, Mar del Plata y Victoria.
Durante 42 años, se dedicara a la educación de los niños y jóvenes, primero como docente y luego como director en Claypole, Victoria, Mar del Plata, Rosario y Victoria.


GARUFFI Álvaro[12] 
Fue uno de los frutos de la “Colecta de las Vocaciones”. Con gran emoción, recordará su primer encuentro con el Fundador: “Don Orione, mirándome a los ojos, con paternal afecto, mi estrechó entre sus brazos, me bendijo y me besó la frente (…). Luego, volviéndose hacia mi padre (…) le dijo que estuviese tranquilo, que “¡Álvaro es uno de los nuestros!”. Este encuentro cobrará gran significado en su vida.
En 1937, fue aceptado su pedido de ir a las misiones. Ya como sacerdote pasó por las casas de Mar del Plata, Barranqueras, Montevideo y Victoria hasta su vuelta a Italia en 1955.




P. Roberto Simionato
P. Facundo Mela
22 de febrero de 2012



[1] de Pagazzano (Bergamo, Italia), muerto en Mercedes (Pcia de Bs As) el 21 de marzo de 1964, a 52 años de edad, 28 de Profesión y 22 de Sacerdocio.
[2] de Quintana de Gormaz (España), muerto en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1966, a 63 años de edad, 31 de Profesión y 24 de Sacerdocio.
[3] de Feltre (Belluno, Italia), muerto en Claypole el 16 de Junio de 1982, a 69 años de edad, 51 de Profesión y 40 de Sacerdocio.
[4] de Castelliri (Frosinone, Italia), muerto en Roma el 22 de octubre de 1985, a 70 años de edad, 49 de Profesión y 43 de sacerdocio.
[5] de Staffolo (Ancona, Italia), muerto en Río Cuarto (Córdoba) el 14 de abril de 1988, a 78 años de edad, 57 de Profesión y 46 de Sacerdocio.
[6] de Santandrà Povegliano (Treviso, Italia), muerto en San Francisco (Córdoba) el 6 de abril de 1989, a 76 años de edad, 58 de Profesión y 47 de Sacerdocio.
[7] de Arzergrande (Padova, Italia), muerto en S. Maria la Longa (Udine) el 16 de junio de 1989, a 76 años de edad, 53 de Profesión y 47 de Sacerdocio.
[8] de Marcos Juárez (Córdoba), muerto en Santiago de Chile el 11 de noviembre de 1990, a 79 años de edad, 54 de profesión y 48 de sacerdocio.
[9] de Quinto di Treviso (Italia), muerto en Trebaseleghe (Padova, Italia) el 27 de agosto de 1996, a 84 años de edad, 61 de profesión y 54 de sacerdocio.
[10] de Villar San Costanzo (Cuneo, Italia), muerto en Génova Castagna el 5 de abril de 2000, a 86 años de edad, 66 de profesión y 58 de sacerdocio.
[11] de Brignano Gera d’Adda (Bergamo, Italia), muerto a Claypole el 29 de septiembre de 2003, a 87 años de edad, 70 de profesión, 61 de sacerdocio y 67 de vida misionera.
[12] de Pollenza (Macerata, Italia), muerto en Roma el 5 de julio de 2007, a 92 años de edad, 75 de profesión y 65 de sacerdocio.

miércoles, 15 de febrero de 2012

La unión con Dios, secreto del apostolado


      ¿Cuál es el gran secreto para triunfar en las obras de apostolado, para obtener resultados satisfactorios en nuestro trabajo?
         Todo arte tiene su secreto. Ustedes, que van a la escuela y tienen alguna noción de arte, ustedes saben que una escuela se diferencia de la otra. La escuela de Rafael tenía un determinado modo de forjar las figuras, tenía su secreto; y así la de Giotto, de Michelangelo, de Leonardo Da Vinci. Y así dirán también de los caudillos; cada uno tenía y tiene su «secreto» para triunfar, vencer, alcanzar la cima, batir el record.
          Y bien, ¿cuál es el secreto para triunfar en el apostolado de la educación cristiana, en el campo de la caridad cristiana? Se los enseñaré esta tarde.
          El secreto es este: la unión con Dios, vivir con Dios, en Dios, unidos a Dios, tener siempre el espíritu elevado a Dios. En otras palabras, es la oración intensa, según la definición de Santo Tomás: ¡ella es el gran secreto!
          Santo Tomás define la oración elevatio mentis in Deum: la oración es elevación de nuestra mente a Dios.

     
           La oración es el gran medio para alcanzar buenos resultados en todo lo que respecta a nuestra vida religiosa; la oración es la gran fuerza que todo vence, el gran medio para lograr quod nos et quod alios, para perfeccionarnos a nosotros mismos y para difundir el bien en las almas de los demás.
         La unión de nuestra alma, de nuestro espíritu a Dios es el gran medio para lograr, para hacer preciosas todas nuestras acciones! Todo lo que así se hace, se transforma en oro, porque todo se hace para la gloria de Dios y todo se vuelve oración.
        Nosotros, aunque crecidos, diría, en la oración, no siempre tenemos la idea y el concepto de la oración; de lo que sea verdaderamente la oración. La oración es el arma más grande, la mayor fuerza moral, el mayor secreto para triunfar en todos los senderos de la vida cualquiera que sean: este gran secreto es la unión con Dios; la oración que es elevación, y no mecanismo, que debe ser como es, una unión con Dios. ¡Cuánta razón tenía aquel grande que dijo: «el hombre vale tanto cuanto reza»; y ustedes valen tanto como oran!
          Cuanto más nosotros nos sentimos estrechados, a Dios, cuanto más nosotros, débiles, estamos apegados al más fuerte, a Aquel que todo lo puede; más estaremos unidos a Él, seremos más fuertes en el espíritu. Cuanto más humildes seamos, más humilde será nuestra oración, que es la primera condición. No por nada tenemos, en el Evangelio, la parábola del fariseo y del publicano.
         Sabemos cuál era la oración del fariseo, tan orgulloso y lleno de sí: Yo no soy como los demás... ¡Te agradezco Señor!...
          Y conocemos la otra, la del publicano: ¡Señor, ten piedad de mí!
          ¡Oración humilde la del publicano y confiada!
      ¡Es necesario tener fe! ¡Es necesario tener fe!... No por nada, muchas veces, Jesucristo en el Evangelio dice: ¡Tu fe te ha salvado!
         La oración debe tener alma y el alma de la oración es la fe: la fe, que todo lo alcanza y que mueve montañas; la oración, que no se limita a una hora, sino que debe ser la laus perennis, la oración que no pone límites, que deja a Dios su libertad, que no quiere atar las manos de Dios. Ustedes tienen presente el concepto de la Providencia materna de Dios, que quiere ser implorada, aunque conoce todas nuestras necesidades y las quiere satisfacer.


        ¡Es necesario orar! ¡Se vale tanto, cuanto se ora!  ¡Se crece, en la medida que se reza! Y, si muchas veces sucede que se obtiene sin rezar, entonces el hombre edifica un sepulcro para sí mismo. Dice Tasso:
No edifica aquel que desea imperios
fabricados sobre cimientos mundanos...
¡Mas bien mueve ruinas, donde él, oprimido
sólo ha construido un sepulcro para sí mismo!*
       Estos versos de Tasso son la traducción del Nisi Dominus aedificáveris domun, in vanum laboravérunt qui aedíficant eami. «Si Dios no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles». No pongan el primer empeño en el estudio, no lo pongan en la literatura; no, en las ciencias, ni siquiera en la filosofía ni en la teología como ciencia en sí misma; sino pongan su primer empeño en la oración, en la plegaria.
       Que nuestra oración se eleve a Dios como una nube de incienso, por usar una expresión del profeta David; dirigátur, Domine, orátio mea sicut incensum in cospectu tuo, elevátio mánuum meárum sacrificium vespertínum... Suba a Tí, Señor, mi oración como incienso en tu presencia, sea la elevación de mis manos como sacrificio de la tarde... Sea como el incienso perfumado que todos los pueblos quemaban delante de los trípodes y de los altares de sus divinidades... Nuestra oración se debe elevar a Dios, como el perfume del incienso. «Dirigatur, Domine, sicut incensum in cospectu tuo!»



De las Buenas noches del 26-IX-1937;
Parola VII, 56-59.


*  Tasso, Gerusalemme liberata, c.1, v.25.

miércoles, 8 de febrero de 2012

¡Almas y Almas!


Almas de pequeños,
almas de pobres,
almas de pecadores,
almas de justos,
almas de extraviados,
almas de penitentes,
almas de rebeldes a la voluntad de Dios,
almas de rebeldes a la Santa Iglesia de Dios,
almas de hijos degenerados,
almas de sacerdotes desgraciados y pérfidos,
almas sometidas al dolor,
almas blancas como palomas,
almas simples, puras y angélicas de vírgenes,
almas caídas en las tinieblas de los sentidos y en la baja bestialidad de la carne,
almas orgullosas del mal,
almas ávidas de poder y de oro,
almas llenas de sí, que solamente se ven a sí mismas,
almas perdidas que buscan un camino,
almas dolientes que buscan un refugio o una palabra piadosa,
almas aullantes en la desesperación de la condena,
o almas embriagadas del éxtasis de las verdades vividas:
todas son amadas por Cristo,
por todas Cristo ha muerto,
a todas Cristo las quiere salvar
entre sus brazos y sobre su Corazón traspasado.


Nuestra vida y toda nuestra Congregación debe ser un cántico juntamente y un holocausto de fraternidad universal en Cristo.
Ver y sentir a Cristo en el hombre. Debemos tener en nosotros la música profundísima y altísima de la caridad. Para nosotros el punto central del universo es la Iglesia de Cristo y el escenario del drama cristiano es el alma.
Yo no siento más que una infinita, divina sinfonía de espíritus, palpitantes en torno a la Cruz, y la Cruz destila para nosotros gota a gota, a través de los siglos, la sangre divina esparcida por cada alma humana.
Desde la Cruz Cristo grita: «¡Tengo sed!». Terrible grito de sed ardiente, que no es de la carne, sino que es grito de sed de almas, y es por esta sed de nuestras almas que Cristo muere.
Yo no veo más que un cielo; un cielo verdaderamente divino, porque es el cielo de la salvación y de la paz verdadera; yo no veo más que el reino de Dios, el reino de la caridad y del perdón donde toda la multitud de las gentes es herencia de Cristo y reino de Cristo.
La perfecta alegría no puede existir sino la perfecta dedicación de sí a Dios y a los hombres, a los más miserables como a los más físicamente, moralmente deformes, a los más alejados, a los más conscientes, a los más adversos. 


Ponme, oh Señor, sobre la boca del infierno para que yo, por tu misericordia, la cierre.
Que mi secreto martirio por la salvación de las almas, de todas las almas sea mi paraíso y mi suprema felicidad.
Amor a las almas, ¡almas y almas! Escribiré mi vida con las lágrimas y con la sangre. La injusticia de los hombres no debilite en nosotros la confianza plena en la bondad de Dios.
Soy alimentado y conducido por el soplo de esperanzas inmortales y renovadoras. Nuestra caridad es un dulcísimo y loco amor a Dios y a los hombres que no es de la tierra.
La caridad de Cristo es de tanta dulzura y tan inefable que el corazón no lo puede pensar, ni decir, ni el ojo ver, ni el oído oír.
Palabras siempre encendidas.
Sufrir, callar, rezar, amar, crucificarse y adorar.
Luz y paz en el corazón.
Subiré a mi Calvario como manso cordero.
Apostolado y martirio: martirio y apostolado.
            Nuestras almas y nuestras palabras deben ser blancas, castas, casi infantiles, y deben llevar a todos un soplo de fe, de bondad, de consuelo que se eleve hacia el cielo. 
            Tengamos firme la mirada y el corazón en la divina bondad. 
             ¡Edificar a Cristo! ¡Edificar siempre! «Petra autem est Christus!»   



De unos escritos del 25-II-1939