domingo, 30 de diciembre de 2012

Una Vida Siempreverde – Saludo Navideño 2012



 Como cada año, el P. Flavio Peloso fdp, Superior General, ha enviado un mensaje de saludo a la entera Familia Orionista.

En el mensaje navideño del año pasado los invitaba a mirar el burro y el buey del pesebre. Este año los invito a detenerse a contemplar el árbol de Navidad.
El árbol y el pesebre en nuestras casas favorecen el clima de religiosidad y de intimidad familiar de la Navidad, recuerdo histórico y celebración sacramental del nacimiento de Jesús.
Benedicto XVI definió el árbol “símbolo significativo del Nacimiento de Cristo, porque con sus ramas siempre verdes hace referencia a la permanencia de la vida”.

Parece que esta simbología se remonte al obispo San Bonifacio, cuando en el siglo VII cortó de raíz una gran encina donde debía cumplirse el rito del sacrificio de un niño. Con la sorpresa de todos, caído el árbol, de una rama brotó un abeto. San Bonifacio explicó al pueblo que el abeto, siempreverde, era el árbol de la vida y representaba a Cristo.
Es de Pablo Coelho la simpática historia que les cuento.
En un bosque, en la cima de una colina, vivían tres árboles. Un día comenzaron a discutir acerca de sus deseos y esperanzas.
El primer árbol dijo: “Espero convertirme un día en el cofre que contenga un tesoro. Podría ser llenado de oro, plata o piedras preciosas. Podría estar decorado con labrados artísticos y ser admirado por todos”.
El segundo árbol dijo: “Yo espero convertirme en una nave poderosa. Quisiera llevar reyes y reinas a través de los mares hasta los ángulos más recónditos del mundo. Quisiera que por la fuerza de mi casco cada uno se sintiese protegido”.
El tercer árbol dijo: “Yo quisiera crecer hasta convertirme en el árbol más alto y recto de todo el bosque. Toda la gente me vería sobre la cima de la colina y admirando mis ramas contemplaría los cielos y a Dios viendo cuán cercano estaría de El. Sería el árbol más grande de todos los tiempos y todos se recordarían de mí.”
Transcurrieron algunos años y cada árbol rezaba para que sus deseos se concretasen. Algunos leñadores pasaron un día cerca de los tres árboles. Uno de ellos se acercó al primer árbol y dijo: “Este parece un árbol muy resistente; lograré seguramente vender su leña a algún carpintero”. Y comenzó a cortarlo. El árbol era feliz porque sabía que el carpintero lo transformaría en un cofre precioso.
Llegando al segundo árbol, un leñador dijo: “Éste parece un árbol resistente, creo que lograré venderlo a alguna fábrica naval”. El segundo árbol estaba feliz porque sabía que estaba por convertirse en una poderosa nave.
Cuando los leñadores se acercaron al tercer árbol, éste estaba asustadísimo porque sabía que si sería cortado sus sueños no se habrían realizado jamás. Uno de los leñadores dijo: “No tengo decidido aún qué haré de mi árbol. Pero por lo pronto lo cortaré”. Y rápidamente lo cortó.
Cuando el primer árbol fue entregado al carpintero fue transformado en un contenedor de alimentos para animales. Fue llevado a una gruta y lo llenaron de paja. Eso no era ciertamente lo que el árbol había deseado.
El segundo árbol fue cortado y transformado en una pequeña barca de pesca. Y sus sueños de convertirse en una poderosa nave y transportar reyes y reinas habían terminado.
El tercer árbol fue cortado en largas tablas y abandonado en la oscuridad.
Los años pasaron y los árboles olvidaron sus sueños.
Sucedió un día que un hombre y una mujer llegaron a la gruta. La mujer dio a luz y el recién nacido fue colocado en un recipiente para alimento de los animales que había sido hecho con el primer árbol. El hombre había deseado construir una cuna para el niño, pero fue aquel comedero a convertirse como tal. El árbol advirtió la importancia de este hecho y comprendió que había acogido el más grande tesoro de todos los tiempos.
Años más tarde, algunos hombres estaban sobre la barca de pesca que había sido construida con el segundo árbol. Uno de los hombres estaba cansado y se durmió. Mientras se encontraban en el mar, un temporal violento los sorprendió y el árbol pensó no ser lo suficientemente robusto para protegerlos. Los hombres despertaron al hombre dormido que, poniéndose de pie, dijo: “Paz”. La tempestad se aplacó inmediatamente. En ese momento el segundo árbol entendió que estaba transportando al Rey de reyes en su barca.
Finalmente, un tiempo después, alguien vino y tomó al tercer árbol convertido en tablas. Fue cargado por las calles al mismo tiempo que la gente escupía, insultaba y golpeaba al Hombre que lo cargaba. Se detuvieron en una pequeña colina y el Hombre fue clavado al árbol y levantado para morir en la cima de la colina. Cuando llegó el domingo, el tercer árbol se dio cuenta que él fue lo suficientemente fuerte para permanecer erguido en la cima de la colina y estar tan cerca de Dios como nunca, porque Jesús había sido crucificado en él.
En este cuento, la historia de cada árbol es asumida y valorizada en la historia de Jesús. Más allá de la metáfora, nuestra vida vale, no es una “pasión inútil”, porque el Hijo de Dios, que vino a habitar en medio nuestro, la salvó uniéndola a sí en un destino de vida eterna.


Felicidades, queridos niños y jóvenes que frecuentan escuelas, iglesias y oratorios de la Congregación: cultiven bellos sueños y esperanzas elevadas para vuestro futuro y confíenlas, con la oración, al Señor que los ha querido en el mundo para algo de muy grande, divino y eterno.
Felicidades, queridos ancianos y enfermos: nosotros no sabemos lo que Dios nos ha reservado, pero sabemos que El siempre nos ama, como un padre y una madre, y no cae ninguna hoja sin que Dios lo quiera.
Felicidades, queridos amigos y bienhechores: cada árbol del cuento tuvo lo que quería pero no del modo que habían imaginado. Cuando dan una hora de tiempo, una donación, una sonrisa, una oración, sepan que sirven para que “venga su Reino”.
Felicidades queridos cohermanos y cohermanas religiosos y religiosas en camino sobre los pasos de Don Orione: adelante con confianza en la Divina Providencia también cuando los acontecimientos nos sorprendan: Dios siempre tiene un plan y todo conduce al bien de aquellos que son amados por el Señor.
¡Feliz Navidad a todos!  Sepamos que los caminos de Dios no siempre son nuestros caminos, pero Sus caminos son siempre los mejores. ¡Ave María y adelante!
¡Feliz Navidad!
P. Flavio Peloso

Para ver el video del Saludo Navideño del P. Flavio, clicar: http://youtu.be/WfgIQzAXFsg



martes, 18 de diciembre de 2012

San Luis Orione: promotor del pesebre viviente



Inspirándose en San Francisco de Asís, el santo tortonés organizó en los años treinta espectaculares representaciones sacras del misterio navideño, manifestaciones de fe y de arte que atrajeron a decenas de miles de personas.
  P. Flavio Peloso

“Cuando vayan a Umbría, tendrán la gracia de ir a Greccio. Yo fui allí muchas veces. San Francisco, habiendo regresado de Palestina y todavía enfervorizado por la visión de los lugares santos, quiso que también en Italia se hiciera el Pesebre viviente. Nosotros debemos volver a los primeros tiempos, al primer Pesebre, y se hará el bien” (Scritti V, 212).
Al expresarse así es San Luis Orione (1872-1940) aquel que, en tiempos modernos, relanzó la sacra representación del Pesebre viviente realizada por San Francisco por primera vez en la Navidad del 1223, en Greccio, con la ayuda de la población de la zona y de Giovanni Velita, señor de aquellos lugares. Con el Pesebre viviente, el “Pobrecillo de Asís” y, recientemente, el “Santo de la Divina Providencia” intentaron recrear la mística atmósfera del Nacimiento de Belén, para ayudar a ver con los propios ojos donde nació Jesús.
La continuación de los Pesebres vivientes se debe a la original inventiva apostólica de Don Orione. “Hemos sido los primeros en suscitarlo: al principio parecía una cosa para reír, ¡pero se ha hecho el bien!” (Parola VII, 166), confiaba el santo tortonés.
Algunas notas históricas sobre los Pesebres vivientes organizados por Don Orione en los años treinta nos ayudarán a reconstruir aquellas singulares manifestaciones religiosas y sobre todo su espíritu.
Después de un primer Pesebre viviente realizado en la ciudad de Bra (Cúneo) en el 1925, bien logrado pero de carácter local, en diciembre de 1930, Don Orione decide promover la iniciativa en la ciudad de Tortona confiriéndole el acento de gran manifestación popular. Desde este año, muchos “Pesebres vivientes” se sucederán en diversas ciudades de Italia. 


En Tortona, los periódicos locales avisaban que “el 6 de enero un coro de 150 ángeles precederá a los pastores y a los reyes magos; ellos cantarán melodías celestes, los reyes magos tendrán un numeroso séquito de caballeros y de sirvientes, según la costumbre oriental”.
La novedad fue recibida con entusiasmo por los pobladores, incluida toda la vasta región del Piemonte, Lombardía y Lígure. Don Orione se encargó personalmente con la sagacidad de un estratega y la ingenuidad de un niño. En Tortona se reunieron de todas partes miles de personas para asistir a la pintoresca representación sacra.
La campana de Belén fue colocada en el patio, detrás del nuevo santuario de la Virgen de la Guardia, por entonces todavía en construcción. Gran parte de los protagonistas del Pesebre viviente eran los mismos clérigos (seminaristas) de la congregación, “jovencísimos clérigos –observó el diario “Corriere della sera” del 27/XII/1930– que cotidianamente llevaban la cal y los ladrillos, con evangélica devoción, para la construcción del Santuario que Don Orione ha querido dedicar a la Virgen de la Guardia” .
El Pesebre fue verdaderamente solemne y conmovedor. El cortejo, en medio de la muchedumbre, terminó, con el canto del “Gloria a Dios en el Cielo”, junto a la campana donde se realizó el acto de adoración a Jesús. Era este el momento que Don Orione –que antes había permanecido discreto entre la gente– reservaba para sí mismo: dar a Jesús para que sea besado por la gente. Aquel era el acto que sintetizaba y coronaba el objetivo de la manifestación popular.
La sagrada representación fue repetida 4 veces en el período de las festividades navideñas. Tuvieron vasta resonancia con entusiastas artículos aparecidos en los diarios Corriere della sera, Gaceta del Popolo, La stampa, Italia y otros periódicos locales.
Al año siguiente, 1931, la iniciativa se tuvo que repetir, por pedido de la gente. La fantasía y la audacia de Don Orione eran impresionantes. Llegó a presentar un pedido a la Casa Real “para obtener algunos dromedarios, por pocos días, con el fin de dar al Pesebre viviente, único en Italia, una vida y un colorido más oriental” (Scritti 77, 122). Otra vez la manifestación resultó grandiosa y devota, con gran concurrencia de gente. Algo que da una idea de la repercusión popular de la iniciativa fue la concesión de la reducción del pasaje en tren “del 50%, desde las estaciones vecinas y desde las estaciones de Turín, Milán, Génova, Piacenza y Bolonia, con validez desde el 5 de enero hasta la medianoche del día 8” (Scritti 53, 129).
Hay que destacar también que “con las ofrendas y colaboraciones recibidas para el Pesebre viviente se dará un almuerzo a 200 pobres. (...) El almuerzo, en el Colegio Dante, será servido por los ángeles y los pastores del Pesebre viviente” (Scritti 89, 126). Éste es el genio de Don Orione: “unir siempre a la obra de culto una obra de caridad” (Scritti 53, 39).
En 1932, el Pesebre viviente, que Don Orione presentó como “una manifestación de fe y de arte verdaderamente grandiosa, única en Italia” (Scritti 62, 36), se realizó en la ciudad de Voghera.
A quienes trabajaban para la preparación del Pesebre viviente el santo sacerdote les recordaba la finalidad: “lograr, por medio del Pesebre viviente de Voghera, hacer un poco de bien, mucho bien. Que aquella multitud de población que vendrá a Voghera pueda sentir pasar sobre sus almas un soplo nuevo, un nuevo espíritu; aquella paz que los ángeles hicieron sentir a los pastores en la bella, misteriosa noche de Navidad. El pesebre viviente es, y debe ser, la escenificación de una página del Evangelio reproducida en vivo” (Parola Vb, 5-8).
El éxito fue superior a las expectativas, como refiere un artículo aparecido en el diario La stampa del 28.XII.1932. “Ha sido un éxito grandioso, y lo demuestra la muchedumbre llegada en número impresionante, sobre todo desde más allá del río Po, y de la zona montañosa, con todos los medios, para ver el Pesebre viviente, y se calcula que otras 40.000 fueron las personas que asistieron a lo largo de la romana Vía Emilia”.
El Corriere della sera, siempre del 28.XII.1932, hace referencia a Don Orione: “Este sacerdote de gran renombre es un típico ejemplo de la humana bondad sin reposo, sin ambiciones, sin orgullos. (...) Don Orione finalmente ha bendecido a la gente que elevó cantos e himnos religiosos, transmitiendo a la escena un significado de viva conmoción y de alta espiritualidad”.
“El cortejo del Pesebre viviente fue abierto por dos trompetistas a caballo –como un resumen de la época– , por un ángel que indicaba la gruta y por otro ángel con la estrella; seguía enseguida la larguísima y multicolor procesión de los ángeles –doscientos– vestidos de seda y con sus alas, que cantaban con gracia celestial unas suavísimas melodías. Luego venían los típicos pastores, algunos tocaban la gaita, otros dejaban regalos al Niño: quesos, palomas, gallinas, pájaros. corderitos, ovejas, fruta; otros, en fin, guiaban dos numerosos rebaños. Y después los pastores simples y llenos de fe, los reyes magos que, guiados por la estrella, venían desde Oriente con su séquito en búsqueda del Niño Jesús. Y un grupo fastuoso de caballos y caballeros que pasa despertando la admiración del público, y va a la plaza de la Catedral, donde tiene lugar el simbólico ofrecimiento de los regalos: la parada en la Municipalidad , que representaba el palacio de Herodes. Aquí todo el cortejo se despliega y se dispone de modo tal que forma un cuadro imponente y estupendo, que tiene como contexto una inmensa muchedumbre, quizá 40.000 personas. Luego se reanuda la procesión y concluye en la gruta ubicada en el Oratorio festivo San Bovo. Aquí Don Orione habla breve, luego bendice a la gente con el Niño”. 

 
En el 1933, la sacra representación se desarrolla en la ciudad de Novi Lígure el 26 de diciembre y el 6 de enero. Don Orione explicó a sus religiosos: “El Pesebre viviente lo hacemos para reavivar el sentimiento religioso de la gente, porque aquello que cae bajo los ojos permanece más vivamente impreso en la memoria, especialmente de los pequeños y del pueblo. El Pesebre viviente es un gasto, materialmente hablando, pero una ganancia, un activo en los balances del bien. Es una prédica hecha a 30-50 mil personas” (Parola VI, 8).
Las dos manifestaciones fueron retomadas y reunidas en un documental del Instituto Cinematográfico “Luce”.
Giuseppe Zambarbieri, por entonces estudiante del Colegio San Jorge de Novi Lígure y más tarde superior general, asistió a la representación del 6 de enero y comentó: “¡Qué director de escena, Don Orione, en los Pesebres vivientes!”. 
  Un comentario similar hizo también el escritor y dramaturgo César Meano: “¡Oh qué director de escena aquel Don Orione! Director nato aquel sacerdote piamontés. Desde el ángel principal, que apuntaba la estrella a los pastores, hasta Gaspar, Baltasar y Melchor, yo modestamente hombre de teatro, sentía la mano segura que aquel hombre extraordinario había transmitido como una porción de su alma a todos. ¡No lo perdía de vista! Se destacaba por más de que buscaba confundirse con la masa, con aquella capa y los zapatos color barro, con aquel sombrero de bandido... bueno, tan bueno. ¡Pero los ojos! Llegaban ellos como lámina de luz en el justo tiempo de cada una de aquellas singulares escenas. Pero había un momento en el cual entraba en escena él, todo él. Aquel final, cuando al término de la encantadora parada se llegaba a la gruta, apenas terminada la entrega de los dones. Si bien no era alto de estatura, se elevaba entonces hacia lo alto, hacia lo alto, en la realidad y en la significación y, elevando los brazos, decía pocas palabras: “¡Y ahora los bendigo con el niño!” Así Don Orione elevaba sobre las cabezas del gentío al Cristo Infante, para bendecir y volver a bendecir” (Cart. Meano, ADO). 
¿Cuáles eran los secretos, los consejos de Don Orione director de los Pesebres vivientes? Sobre todo, sabía transmitir a todos la idea-mensaje de toda la representación sacra: “El Pesebre viviente debe ser una prédica sin palabras”. Este objetivo lograba inspirar y unificar interiormente los comportamientos de los actores, tan diversos como improvisados.
“Primero: rezar, dar todo de sí mismos, no por vanagloria o por soberbia, sino para representar en vivo una página del Evangelio, y después, hacer un poco de bien. Segundo: quien haga de ángel, de caballero, de pastor, olvídese que es seminarista, y sea ángel, caballero o pastor: en síntesis, haga bien el oficio que hace. Los ángeles tengan los ojos bajos, cara serena, no se rían” (Parola Vb, 5-8).
El santo confiaba en que la preparación espiritual de los protagonistas, “modesto, educado, serio”, expresado en “fervor, intenso ardor y entusiasmo” (Parola Vb, 212), comunicaría a tantos espectadores algo de sagrado, algo de Dios. “El cortejo será dividido así: adelante estarán los ángeles y éstos darán la primera impresión. El éxito del Pesebre en gran parte depende de la primera buena impresión. Vendrán luego los pastores con el rebaño, y los flautistas. Al final la cabalgata de los Magos con su séquito. Habrá 200 ángeles” (Parola Vb, 7-8).
Sobre los mismos principios se basaba también la evaluación de Don Orione, compartida con sus discípulos, acerca del éxito de la manifestación. “El Pesebre viviente es un gasto no pequeño de tiempo y de fuerzas. Días de preocupación en los que estamos obligados a dejar otros trabajos y responsabilidades. Pero, si se parte con el criterio más alto de una ganancia espiritual, vale la pena hacerlo y repetirlo varias veces. Si algo es bueno para los valores morales, entonces vale la pena hacerlo. Es una prédica hecha a 30 / 50 mil personas. Qué buenos frutos se obtuvieron de la jornada de San Esteban, en Novi Lígure. Cuántos hombres, que no besaban desde hacía 30 / 40 años al Niño Jesús, han venido para besarlo. Había más hombres que mujeres. Fue una emoción saludarlos” (Parola Vb, 8-9).
El de Novi Lígure en 1933 fue el último gran Pesebre viviente organizado personalmente por Don Orione. En 1934 partió para América Latina y volvió a Italia en 1937. A su regreso, no pudo realizarlo más, si bien ese era su deseo.
En la vigilia de la Navidad de 1937, animó a sus hijos espirituales a continuar esta manifestación popular de fe y recomendó: “El Pesebre viviente deberá convertirse en una institución de nuestra Congregación y deberemos propagarla en el mundo. Si Dios nos da vida, se lo realizará en Milán. Si yo no estuviese aquí en los próximos años, verán que lo realizaré en América. Sería maravilloso pasar con el Pesebre viviente delante de la Catedral de Buenos Aires: el gobierno tiene mucho aprecio por el Pesebre” (Parola VII, 166).
La Congregación orionita ha permanecido sensible a la tradición de los Pesebres vivientes. Continuó organizándolos en todas partes. Entre los recientes vale la pena recordar, en Italia, el Pesebre de Fumo (Pavía), de Pescara, de Bérgamo, de Pietra Lígure, Seregno, Messina. Siempre, tanto en Boston como en Claypole (Buenos Aires) o en Santiago de Chile, como aseguraba Don Orione, “el Pesebre viviente hace un gran bien, y genera una emoción imborrable en el alma” (Parola VII, 166).


Publicado en L’Osservatore Romano (edición italiana), 6-1-2006, p.5

Si queres ver un video de uno de los Pesebres Vivientes organizados por Don Orione visita: http://www.suoredonorione.org/don_orione/download.php

martes, 11 de diciembre de 2012

“Llévale este dinero a Don Orione”



El episodio fue narrado muchas veces por Don Orione mismo.

“Un año, antes de 1900, debíamos pagar al Banco Popular de Tortona más de 25.000 liras por las deudas que teníamos, especialmente con el panadero. Aquel Banco es muy benemérito en Tortona y ayudó mucho también a los Hijos de la Divina Providencia. Era director entonces un cierto abogado Piolti, que me había prestado las 25.000 liras. Había pagado los intereses hasta que pude y luego se habían amontonado junto al capital. Ese abogado me mandó a decir que me quería mucho, pero que no podía dejar el documento en morosidad... Ustedes no comprenden todavía -¡felices de ustedes!- este término bancario, pero llegará el tiempo en que comprenderán, lamentablemente, lo que quiere decir “documento en mora o falto de pago”. Basta.. Debía pagar las 25.000 liras y algo más, el sábado; pero el vencimiento no regía sino hasta el lunes, el domingo descansaba.
Yo me encomendé entonces al Señor; cuando comprendí, que el Señor no me escuchaba, me encomendé a la Virgen. Ora y ora... Pero también la Virgen se hacía la sorda. Al ver entonces, antes de 1900, que también la Virgen se hacía la sorda, tuve una idea.
Mi madre me había dado sus aros de novia; pendientes, se sabe, de mujer pobre, tan pobre que, además de los pendientes, cuando murió, no me dejó más que un cajón con ropa blanca usada, de esa tela rústica, saben, que usaban una vez nuestros viejos. Pensé entonces en tomar esos aros y colocarlos en las orejas de la Virgencita de la Divina Providencia que tenemos en la capilla en Tortona. Subí al altar y, no se rían, le perforé las orejas a la Virgen... Pensaba entre mí: “¡Ahora nos escuchará!””


¡Tenía una gran fe! Oraba y oraba, oraba y oraba, oraba de día y oraba de noche, no hacía otra cosa más que orar. Era preciso que la Virgen se apresurara, pues el tiempo pasaba y el lunes se acercaba y me embargarían los pocos trapos para cobrarse las 25.000 liras. Pensaba entre mí: “Le he agujereado las orejas; espero que nos haya escuchado...” ¡Pero qué! La Virgen no escuchaba. “¡Es sorda la Virgen!”, pensaba. Tan sorda que no ha sentido ni siquiera cuando le he perforado las orejas para ponerle los pendientes”. Eran dos aros largos, como los que suelen llevar las mujeres paisanas. (...)
Llegó entonces el lunes, y yo oraba, oraba y... con la oración me nació en el corazón una gran confianza de que sería escuchado. Entonces era el portero de la casa aquel que ahora es el superior en Argentina, el P. Zanocchi, hombre de Dios, confesor del Cardenal Copello... Era hijo único y sus parientes le habían preparado ya la novia; pero él se había escapado de su casa dejando allí  a la novia. Se presentó ante mí y me dijo que quería hacerse sacerdote.
Yo lo ví tan delicado y vestido tan señorialmente, jóven distinguido, en suma, y pensé en probarlo, poniéndolo como portero; así pondría a prueba su vocación. Se volvió un modelo de religioso y ayudaba en la misa al  P. Cremaschi. Hacía su prenoviciado en la portería. Había venido para estudiar, y yo, ¿comprenden? lo puse a barrer...
Pero volvamos a  nuestra historia... Era ya lunes y yo esperaba que, de un momento al otro, viniese el empleado del Banco para el embargo de todos nuestros trapos. Entré en la capilla y me encomendé al Señor, a la Virgen y a las almas santas del purgatorio y un poco a todos los santos del cielo... Después fui a mi habitación.
Apenas llego allí, golpea a la puerta Zanochi y me dice: “Hay una señora que pregunta si puede ser recibida y quiere subir a toda costa y está ya por las escaleras. Está vestida de negro; y no me ha querido decir quién es: dice que es una bienhechora y que viene de Voghera...”
Como estaba prohibido para las mujeres venir arriba, le dije que iría yo. Pero, yo no había salido todavía de la dirección cuando ya me la veo cerca de la puerta y de inmediato la escucho lamentarse porque el portero no le había permitido subir.
Me dijo inmediatamente: “¿Don Orione, no tiene una habitación para darme?”. Respondí: “¿Una habitación para darle?”. Insistió: “Si, una habitación para darme, porque tengo aquí dentro de las medias 25.000 liras y debo quitármelas para poder sacarlas. Vendí el restaurante de la Colomba y recibí otro dinero y se lo he traído aquí a Ud... Había comprado el boleto -siguió contando-  y subí al tren para Turín, porque pensaba llevar ese dinero a la Obra de Don Bosco. Y, mientras el tren caminaba, saqué la corona del rosario y comencé a decirlo a las almas santas del purgatorio, para que me asistieran y me defendieran de los ladrones. ¡Comprenderá, con ese dinero en las medias de seda!... Y, mientras me iba encomendando a las almas del purgatorio, llegué cerca de Pontecurone y me pareció sentir una voz que decía: ¿Por qué ir hasta Turín? Podrías hacer más rápido y descender en Tortona y llevarle el dinero al ese pobre diablo de Don Orione.
Pero yo pensaba: ¡Quién sabe si ese Don Trotamundo está en casa!... y, si no está en casa, pierdo el tren y ¡quién sabe cuándo podré llegar a Turín! Cuando estuve cerca de Tortona, aquella voz se escuchaba con más insistencia y, cuando el tren se detuvo aquí en la estación, me pareció que una mano me obligaba a descender. Bajé y le pregunté al hombre del gorra rojo si el boleto me serviría todavía, porque debía hacer un trámite en la ciudad. El de gorra rojo me dijo que pase por la oficina que me pondría una firma y con ella podría proseguir el viaje. Pensaba entre mí que si Ud., que es un padre Trotamundo, no hubiese estado, iría a Turín, porque quería librarme de ese dinero...”.
Basta... fue a una habitación, se quitó las medias y luego vino y me contó  uno por uno veinticinco billetes de mil.
Cuando vi esa gracia de Dios, después de escuchar que ella había recitado el rosario y se había encomendado a las almas santas del purgatorio, se me hizo un nudo en la garganta y me puse a sollozar por la conmoción.



Fuente: DOLM. 1933 ss.