martes, 24 de septiembre de 2013

Homilia en la Misa Exequial del P. José Baldussi



Homila pronunciada por Mons. Adolfo Uriona, obispo de Añatuya, en la misa exequial del P. José Baldussi, en el Santuario del Corazon de Don Orione. Claypole, 18 de septiembre de 2013.

Queridos hermanos:


            ¡Se nos fue el P. Baldussi! Parecía que su grata y benéfica presencia siempre tenía que estar entre nosotros pero… esta es la realidad de nuestra existencia. Lo despedimos con la firme certeza de que sigue más unido a nosotros en el “misterio de la comunión de los santos” y de que un día nos encontraremos con él en el cielo. Este es nuestro destino y nuestra vocación: arribar a los brazos amorosos del Padre Dios.

             Los que tuvimos la oportunidad de conocerlo (yo desde muy joven, hace más de 40 años…) y gozar de su presencia lo primero que percibimos en él es que era un “hombre de fe”  que vivía a pleno su sacerdocio.


            Lo sintetizo en tres aspectos que a mí más me impactaron pero que seguramente ustedes podrán agregar muchos más.


            1º. Era un hombre que estaba centrado en Dios. Su amor por la Eucaristía y la Virgen lo palpábamos observándolo en las largas horas que pasaba delante del Santísimo y en su rezo del Rosario. Era un “hombre de Dios”, y gozaba en su presencia…


            2º. Era un “Padre”, con mayúsculas. Fue un padre para la mayoría de nosotros que fuimos sus novicios y/o clérigos, ya sea como formador o como director espiritual. Siempre disponible, nos iluminaba con sus consejos simples y directos. Si nos veía tristes o preocupados buscaba la forma de acercarse, con suma discreción, para ver qué nos pasaba.



            3º. También era muy “humano”, a pesar de su intensa espiritualidad. Fue siempre un claro testimonio de vida pobre y austera (se reflejaba en sus zapatos y en su portafolio…), esto lo hacía alegre y bromista, gozaba de un buen humor constante, a pesar de que lo vimos transitar momentos muy duros. Entregado totalmente a la gente, ya sea a sus formandos como a los feligreses de las capillas, incansable en su ministerio sacerdotal. “Un pastor con olor a oveja”, en el decir del Papa Francisco.


            Su vida y su partida son un mensaje para nosotros, por tanto, no perdamos la ocasión de hacerlo nuestro.




            a. Ante todo nos dice que la vida nos ha sido regalada para ser entregada para los demás. La misma pasa rápido y sólo cobra sentido cuando se convierte en “ofrenda” para los otros. Sólo vale la pena cuando se la vive en una entrega total y generosa. “El que no vive para servir no sirve para vivir”, dice un dicho.


            b. Para nosotros los consagrados, el P. Baldussi nos muestra fundamentalmente ¡qué hermoso es el haber sido elegido para el ministerio sacerdotal! ¡Cuánto bien podemos hacer siendo fieles a esta llamada de amor que nos hizo Jesús!


             Que la partida del P. José sea una semilla que cae en tierra y florece en abundancia de vocaciones para la Congregación y la Iglesia.


            Con toda seguridad podemos decir que la Virgen Santísima y Don Orione lo han recibido en la gloria y, tomándolo de la mano, lo llevaron al Señor diciéndole: recibe a tu “Servidor bueno y fiel”. Que así sea.




+Adolfo A. Uriona fdp

Obispo de Añatuya





martes, 17 de septiembre de 2013

P. José Baldussi: Recordando al Maestro



 La lectura breve del oficio de pastores comienza diciendo: “Acordaos de aquellos superiores vuestros que os expusieron la palabra de Dios: reflexionando sobre el desenlace de su vida, imitad su fe”. Con estas palabras quisiera recordar al P. Baldussi, mi maestro de novicios.

 La historia del P. Baldussi es una historia de fe vivida y coherente.
Todo comenzó en el seno de una familia porteña como cualquier otra, que recibe la noticia que su hijo quería ser sacerdote. Su padre, un hombre muy bueno, pero socialista al enterarse le prohibió seguir concurriendo a la parroquia. El P. Baldussi recordaba: “mi papá era un hombre muy bueno, pero no entendía- Te prohíbo que sigas yendo a la parroquia- me dijo”. Ante la negativa paterna de ingresar al seminario de Villa Devoto, el joven José obedeció y vivió algunos años de dolor y oración silenciosa, años que, según él, lo prepararon y purificaron su corazón.
A punto de escaparse de su casa para ingresar al seminario diocesano, ya con una carta de despedida para sus padres, la mamá le dice: “tu papá te ve triste, si queres ir al seminario, anda”. 

En el seminario de Devoto encontró un clima de oración y grandes ideales, lleno de entusiasmo, deseos de santidad y celo pastoral. Allí maduro su vocación bajo la guía de los jesuitas, entonces a cargo del seminario, especialmente del P. Achaval, quien lo ayudaría en su primera misa, el 2 de diciembre de 1951.

Después de su ordenación fue Teniente Cura, un año en S. Francisco Solano (Mataderos) y 4 años en N. S. de Monserrat. Como también capellán del Hospital Rawson. Su experiencia de capellán de hospital, lo puso en contacto con el mundo del dolor y lo hizo crecer en su gran amor por los enfermos. Siempre recordaba con mucha alegría su paso por el hospital.

Durante sus años en Monserrat conoció al Dr. Garona, amigo de Don Orione, y por él, al P. Gino Carradori, por entonces provincial, quien los impacto con su presencia y sus palabras: “Nosotros somos los jesuitas de los pobres”. 


            Así, ingreso al noviciado el 26 de septiembre de 1956, siendo su maestro el P. José Perón, “un hombre de Dios” como el P. Balsussi solía decir. En esa época de noviciado, ayudo al P. Re los fines de semana en la parroquia Luján.

            Hizo su primera profesión el 8 de Diciembre de 1957 y la perpetua el 8 de Diciembre de 1960. Trabajo en el pabellón Canaveri, fue asistente y profesor en el seminario menor entonces en el Patronato, confesor de los novicios, clérigos, hermanos y el seminario menor.

            Y luego tuvo la gracia de cumplir uno de sus sueños: ser misionero, siendo destinado a  Sáenz Peña (Chaco) donde fue párroco y al crearse la diócesis de Roque Sáenz Peña, recibió al Obispo.

Luego fue maestro de novicios, provincial, encargado de los clérigos un año en Victoria, maestro de novicios y encargado de los clérigos en Claypole. Superior del Seminario de San Miguel, maestro de novicios de nuevo, vicario Provincial del P. Adolfo Uriona y vicario del seminario, varios periodos consejo provincial, vice maestro de novicios y por ultimo Vicario de la Parroquia Sagrado Corazón de Claypole. Si olvidar su paso como capellán por Fátima, S, Luis Gonzaga, S. Isabel, NS del Huerto (Barrio Los Eucaliptos) e Itatí. 

Pero lo más impactante de su vida fue su coherencia, enseñaba lo que vivía. Un hombre de Dios con un ardiente deseo de santidad y feliz de ser sacerdote “con olor a oveja” como dice el P. Francisco. 


De gran amor a la Virgen, siempre con rosario en mano, pobre al extremo y alegre. Formador de varias generaciones, hombre de confianza de la congregación, director espiritual, padre, y siempre, siempre SACERDOTE. 

En mi caso particular, tuve la gracia de vivir dos veces con él, durante mi noviciado y, ya sacerdote, en la parroquia Sagrado Corazón. Su presencia, alegría y sabiduría fueron para mí una gracia de Dios.

Ahora que el P. Baldussi fue llamado a la casa del Padre, nos queda a nosotros ser fieles a sus enseñanzas y ejemplo. Ojala cuando nos reencontremos con él y nos pregunte: “¿te hiciste santo?”, le podamos contestar que “sí, maestro”.

¡Gracias P. Baldussi por sus enseñanzas y ejemplos!

P. Facundo Mela fdp







martes, 10 de septiembre de 2013

La vida de Jesús: fundamento de la formación religiosa de los niños




En un escrito a un grupo de maestros, Don Orione le dice cual es la clave para formar el corazón de los niños: contarles la vida de Je sus, en forma simple y agradable.

A los maestros

Nuestra religión tiene su fundamento granítico en un gran hecho histórico: la vida de Jesús.

San Pablo ha escrito que “nadie puede poner otro fundamento que el que ya está puesto: Jesucristo” (1Cor.3,11). Si el Apóstol ha sido capaz de decir esto de todos y de todo, cuanto más de los niños. La vida de Jesús, contada a los pequeños, en forma simple y agradable, es el mejor fundamento de toda la formación religiosa.
Narrar el humilde nacimiento, las obras y milagros del Señor: exponer con la simplicidad del Evangelio sus parábolas: repetir esas comparaciones tan naturales, y al mismo tiempo, bello de tanta ingenua y suave poesía: recordar aquella muerte, llena de tanto dolor y de tanto amor; cuanto bien hace al corazón y también a la mente de los niños.
Y un poco de bien, digamos, nos lo hace también a nosotros, ya adultos, sino un gran bien al espíritu.

 Contar a los niños la bondad divina de Jesús por los enfermos: la misericordia de Jesús por los débiles, por los pecadores: el amor dulce de Jesús por los niños, por los pobres, por todos los afligidos, ciertamente es abrir el corazón de los pequeños al amor de Jesús y preparar sus corazones a creer en la palabra del Señor y de su Iglesia, y a observar, a su tiempo, con mas a gusto los mandamientos de la religión.
Nada beneficiará más para hacer amar y seguir a Jesús, que hacerlo conocer.
Nada más, practica y eficazmente, ayudará a educar en el honesto vivir cristiano y civil a los adolescentes que edificar, con mano suave, la vida moral, religiosa, y civil sobre aquella piedra maestra y angular que es Cristo: “esa roca era Cristo”, ha dicho Pablo.

Solo con el estudio piadoso de la vida de Jesús, y conduciendo, alegre y suavemente, los niños modelaran su vida con la vida de Jesús, nosotros los edificaremos en templo de Dios (cfr. Ef 2,22) Y prepararemos así, y solo así, a la familia y a la patria de hijos dignos. Donde nos parece que muy sabiamente, y con sabiduría de pedagogo, ha ya obrado la que gobierna la suerte del país, puesta la religión como fundamento y coronación de los estudios elementales, ha deliberadamente prescripto que en el 3er grado – que en el curso primario forma como la columna vertebral; se abra delante del niño la vida de Jesús, porque en aquella edad en que comienza a conocer lo importante, es iluminado por tanta luz, y calentado por tanto amor.

Venecia, Navidad 1923