Conocí a la
Hna. Elda[1]
allá por el 1994, cuando estaba haciendo una experiencia en el Cottolengo. Una
reacción alérgica me llevo al Hogar Ferrando (mujeres), al cual entraba por
primera vez en mi vida. Desorientado y no sabiendo hacia dónde ir, escuche una
voz digna de una sargento de ejercito: “vos
sos el postulante”, “eh, eh,…. si,…si”
conteste balbuceante ante una hermana de grandes dimensiones, quien luego
agrego: “¡veni para acá!, ustedes cada
vez vienen más flojos”. Con una mezcla de miedo e desorientación, me llevo
a un consultorio y me dice: “mostrame que
tenes”, le mostré mi salpullido y luego me dijo: “ta´ bien, no es nada, mañana viene el doctor”. Ese fue mi primer e
imborrable encuentro con la Hna. Elda.
Al año
siguiente, ya como postulante tuve la gracia de conocer más profundamente a
esta gran mujer y enfermera (en todo sentido) quien nos quería y cuidaba como
una madre cuida a sus hijos.
Elda había
sentido el llamado del Señor cuando había pasado los 30 años, siendo para la
época una vocación adulta. Aquellos que la conocieron entonces cuentan que era
una hermosa rubia de ojos azules, una “Barbie”, quien poseía una gran
experiencia como enfermera y un gran carácter, pero que había sido capaz de
dejar todo para seguir a Jesús.
Detrás ese
carácter fuerte y gran vozarrón, había una mujer totalmente entregada al Señor
y a los hermanos, quien se jugaba por nuestra salud, sin importarle a quien
tenía enfrente. Quien entraba en su “reino”, debía seguir sus reglas, y ¡guay!
si no seguías el tratamiento prescripto o tomabas un remedio…. Te las ibas a
ver con ella. Elda te retaba, pero te quería y te cuidaba.
Recuerdo con
mucho cariño sus buenos consejos, sus cuidados médicos, sus retos y las charlas
que compartimos; todos frutos de su experiencia y su entrega.
En los
misteriosos caminos del Señor, le toco durante largos años cargar la cruz de la
enfermedad, una pesada cruz. A aquellos que la conocimos en el trajín del Hogar
Ferrando, se nos partida el corazón al verla crucificada en una cama.
La última vez
que la vi, quede sin palabras, pues esa mujer que era pura dinamita se estaba
apagando lentamente. Pero aun más me dolió que mientras que me miraba con sus
ojos azules, no me reconoció…
Dos meses
después, leí en la website de la congregación que María Elda había sido llamada
a la casa del Padre. Entonces me la imaginaba llegando al Cielo y siendo
recibía una multitud de religiosos, religiosas, internos del Cottolengo y empleados;
quienes le daban la bienvenida y le agradecían su cariño y entrega.
[1] La Hna. María Elda (Clara Sminorff)
nació en Montevideo (Uruguay) el 16 de octubre de 1934 y paso al Señor el 2 de
septiembre de 2009 en la Casa Provincia de las PHMC (Buenos Aires), a 74 años
de edad y 38 de profesión.
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