martes, 3 de septiembre de 2013

Hna. María Elda: corazón de madre, voz de sargento


Conocí a la Hna. Elda[1] allá por el 1994, cuando estaba haciendo una experiencia en el Cottolengo. Una reacción alérgica me llevo al Hogar Ferrando (mujeres), al cual entraba por primera vez en mi vida. Desorientado y no sabiendo hacia dónde ir, escuche una voz digna de una sargento de ejercito: “vos sos el postulante”, “eh, eh,…. si,…si” conteste balbuceante ante una hermana de grandes dimensiones, quien luego agrego: “¡veni para acá!, ustedes cada vez vienen más flojos”. Con una mezcla de miedo e desorientación, me llevo a un consultorio y me dice: “mostrame que tenes”, le mostré mi salpullido y luego me dijo: “ta´ bien, no es nada, mañana viene el doctor”. Ese fue mi primer e imborrable encuentro con la Hna. Elda.

 Al año siguiente, ya como postulante tuve la gracia de conocer más profundamente a esta gran mujer y enfermera (en todo sentido) quien nos quería y cuidaba como una madre cuida a sus hijos. 
Elda había sentido el llamado del Señor cuando había pasado los 30 años, siendo para la época una vocación adulta. Aquellos que la conocieron entonces cuentan que era una hermosa rubia de ojos azules, una “Barbie”, quien poseía una gran experiencia como enfermera y un gran carácter, pero que había sido capaz de dejar todo para seguir a Jesús. 
Detrás ese carácter fuerte y gran vozarrón, había una mujer totalmente entregada al Señor y a los hermanos, quien se jugaba por nuestra salud, sin importarle a quien tenía enfrente. Quien entraba en su “reino”, debía seguir sus reglas, y ¡guay! si no seguías el tratamiento prescripto o tomabas un remedio…. Te las ibas a ver con ella. Elda te retaba, pero te quería y te cuidaba.


Recuerdo con mucho cariño sus buenos consejos, sus cuidados médicos, sus retos y las charlas que compartimos; todos frutos de su experiencia y su entrega.
En los misteriosos caminos del Señor, le toco durante largos años cargar la cruz de la enfermedad, una pesada cruz. A aquellos que la conocimos en el trajín del Hogar Ferrando, se nos partida el corazón al verla crucificada en una cama. 
La última vez que la vi, quede sin palabras, pues esa mujer que era pura dinamita se estaba apagando lentamente. Pero aun más me dolió que mientras que me miraba con sus ojos azules, no me reconoció…
Dos meses después, leí en la website de la congregación que María Elda había sido llamada a la casa del Padre. Entonces me la imaginaba llegando al Cielo y siendo recibía una multitud de religiosos, religiosas, internos del Cottolengo y empleados; quienes le daban la bienvenida y le agradecían su cariño y entrega.




[1] La Hna. María Elda (Clara Sminorff) nació en Montevideo (Uruguay) el 16 de octubre de 1934 y paso al Señor el 2 de septiembre de 2009 en la Casa Provincia de las PHMC (Buenos Aires), a 74 años de edad y 38 de profesión.


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