domingo, 13 de marzo de 2016

El último viaje Pedro



             El pasado el 13 de febrero, nuestro querido Pedro Otranto hizo su último viaje, esta vez a la casa del Padre.


         Con su partida, la comunidad del Colegio San Vicente y la Parroquia San Luis Orione pierden a un amigo que durante más de 40 años llevo con sus micros a innumerables generaciones de niños y jóvenes a viajes, campamentos, encuentros, etc. Viajar con Pedro era compartir mates y charlas interminables, sentirse en familia, escuchar consejos de padre, estar con un amigo.


       Con mucho cariño, Pedro contaba su primer encuentro con el P. Pablo Marinacci:

“Fui a ver al P. Marinacci para que me firmara el permiso para poder empezar a trabajar con el micro en el Colegio. El P. Pablo me miro y me dijo: «¿y vos sos responsable para llevar a los chicos». Yo entonces tenía 25 años y le dije: «si, Padre, acá tiene los papeles». El P. Pablo entonces me pregunto: «¿y con quien vas a trabajar?», «con mi señora» le dije, entonces me dice: «hacela pasar». Llame a mi señora, charlamos un rato y el P. Pablo me dice: «entonces, ¿Qué necesitas?», «que me firme, Padre, así puedo empezar a trabajar». Y ahí empecé”.



            Ese fue el comienzo de la historia, una historia de amistad y cariño.

   Pero, ni ese muchacho de 25 años, que llevaría y traería los chicos de la escuela a casa; ni nadie sabía que la Divina Providencia tenía otros planes; ya que el Colegio San Vicente no solo sería su lugar de trabajo, sino mucho mas, su casa, su familia.
   Con el tiempo, fue conociendo a Don Orione hasta volverse su amigo, un verdadero Amigo de Don Orione. 


           Sus historias y anécdotas siempre eran de viajes, rutas y momentos compartidos con La Onda, La Banda, la gente de la comunidad, alumnos del San Vicente, los chicos del Cottolengo, los curas y las monjas; quienes se sentían tranquilos cuando estaban con Pedro.

            La noticia de su fallecimiento atravesó a la comunidad de Dominico con un halo de dolor… un amigo se iba. Su velatorio y entierro fueran una gran muestra del cariño que le profesaba su comunidad, su familia. Todo estuvieron presentes amigos, familiares, ex alumnos, docentes, chicos del oratorio, etc; todos querían despedirse y darle el ultimo adiós.

 

            Siempre es difícil despedirse de una amigo, pero la fe de la comunidad de Villa Dominico ayudo a vivir su paso al Padre con serenidad. Sabíamos que Don Orione en persona iría a recibirlo, nos imaginamos el encuentro con el P. Oscar Pezzarini, con quien comerían un asado y disfrutarían un rico vino; recordando anécdotas de viajes y campamentos.


         Por eso, Pedro, te repito lo que dije en tu velatorio: “Cuando te encuentres con el P. Marinacci, decile de mi parte; que no solo fuiste responsable, sino que fuiste padre, amigo y hermano de todos”.



P. Facundo Mela, fdp




martes, 1 de marzo de 2016

La caridad abre los ojos a la fe



Don Orione tenía una gran convicción: la caridad. 
Él sabía que las obras de caridad mueven los corazones, abren los ojos de la fe y llevan a Jesús. Esta fue su enseñanza y su praxis.

“La caridad abre los ojos a la fe y enfervoriza los corazones de amor hacia Dios. Jesús ha venido en la caridad, no con la elocuencia, no con la fuerza, no con la potencia, no con el genio, sino con el corazón: con la caridad. Obras, obras de caridad se necesitan; ellas son la mejor apología de la fe católica”.
(Carta al P. Giuseppe Adaglio. Tortona, 19 de marzo 1923. Scritti 4,192 y 4,279)


“Estamos en tiempos en los cuales si ven al cura solamente con la estola no todos le están detrás, pero sí en cambio ven alrededor de la sotana del cura a los viejos y a los huérfanos, entonces arrastra… la caridad arrastra…La caridad mueve y lleva a la fe y a la esperanza.
Muchos no comprenden el culto y entonces será necesario unir a él la obra de caridad”.
(Riunioni, 26 de agosto de 1930)


  
“En el Pequeño Cottolengo Argentino, por gracia de Dios, no ha muerto todavía ninguno que no haya muerto católico… y Buenos Aires, ciudad de dos millones y medio de habitantes, es una ciudad cosmopolita donde hay hebreos, turcos, calvinistas, luteranos, anglicanos. Nuestros Pequeños Cottolengos han sido abiertos con los mismos criterios y espíritu del Cottolengo de Turín, aceptando a los pobres enfermos de cualquier nación y de cualquier lengua, con Credo y también sin Credo, sin Dios y sin religión. Y esto se debe al buen espíritu de nuestros hermanos, que tienen el cuidado espiritual de aquellos pobrecitos, al buen espíritu de nuestros clérigos enfermeros, que cuidan a los viejos, al buen espíritu y a la santa Caridad de nuestras Hermanas.
Le preguntaron a una Calvinista qué la había conducido a hacerse católica, y ella respondió: -“¿Cómo no creer en la fe y en la religión de la Hermana que duerme en el suelo cerca de mi cama y que se levanta 20, 30, 40 veces cada noche para darme de beber y para servirme? ¡Ni si fuera hija mía podría hacer más!” –Aquella buena mujer ha sido empujada a la fe por la Caridad sobrehumana de la Hermana". 
(La Parola VIII, pp. 195-196. 11 de marzo de 1938)