martes, 1 de marzo de 2016

La caridad abre los ojos a la fe



Don Orione tenía una gran convicción: la caridad. 
Él sabía que las obras de caridad mueven los corazones, abren los ojos de la fe y llevan a Jesús. Esta fue su enseñanza y su praxis.

“La caridad abre los ojos a la fe y enfervoriza los corazones de amor hacia Dios. Jesús ha venido en la caridad, no con la elocuencia, no con la fuerza, no con la potencia, no con el genio, sino con el corazón: con la caridad. Obras, obras de caridad se necesitan; ellas son la mejor apología de la fe católica”.
(Carta al P. Giuseppe Adaglio. Tortona, 19 de marzo 1923. Scritti 4,192 y 4,279)


“Estamos en tiempos en los cuales si ven al cura solamente con la estola no todos le están detrás, pero sí en cambio ven alrededor de la sotana del cura a los viejos y a los huérfanos, entonces arrastra… la caridad arrastra…La caridad mueve y lleva a la fe y a la esperanza.
Muchos no comprenden el culto y entonces será necesario unir a él la obra de caridad”.
(Riunioni, 26 de agosto de 1930)


  
“En el Pequeño Cottolengo Argentino, por gracia de Dios, no ha muerto todavía ninguno que no haya muerto católico… y Buenos Aires, ciudad de dos millones y medio de habitantes, es una ciudad cosmopolita donde hay hebreos, turcos, calvinistas, luteranos, anglicanos. Nuestros Pequeños Cottolengos han sido abiertos con los mismos criterios y espíritu del Cottolengo de Turín, aceptando a los pobres enfermos de cualquier nación y de cualquier lengua, con Credo y también sin Credo, sin Dios y sin religión. Y esto se debe al buen espíritu de nuestros hermanos, que tienen el cuidado espiritual de aquellos pobrecitos, al buen espíritu de nuestros clérigos enfermeros, que cuidan a los viejos, al buen espíritu y a la santa Caridad de nuestras Hermanas.
Le preguntaron a una Calvinista qué la había conducido a hacerse católica, y ella respondió: -“¿Cómo no creer en la fe y en la religión de la Hermana que duerme en el suelo cerca de mi cama y que se levanta 20, 30, 40 veces cada noche para darme de beber y para servirme? ¡Ni si fuera hija mía podría hacer más!” –Aquella buena mujer ha sido empujada a la fe por la Caridad sobrehumana de la Hermana". 
(La Parola VIII, pp. 195-196. 11 de marzo de 1938)


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