En ocasión del
Jubileo Extraordinario de la Misericordia, compartimos con nuestros lectores la
confesión del joven Luis Orione con Don Bosco. Una experiencia de perdón,
misericordia y paternidad.
En sus primeros
meses en el Oratorio de Valdocco, en el joven Luis Orione maduró el vivo deseo
de confesarse con Don Bosco y lo expresó a Don Berto, primer secretario del
santo turinés, así lo recordaba: “…Yo deseaba vivamente confesarme con Don
Bosco; me habían dicho que Don Bosco conocía los pecados y leía en las
conciencias; yo, siendo del primer curso, no esperaba llegar a poder confesarme
con él…
Esta primera
confesión fue la primera ocasión de hablar cara a cara con Don Bosco, y Don
Orione la considero siempre un don de Dios: “Entre otras, el señor me dio también esta
gracia en mi juventud: me dio la gracia de conocer a Don Bosco, de poder
confesarme con él”.
Dicha confesión
fue entre la fiesta de la Inmaculada y la Navidad de 1886. No sabiendo si se
presentaría otra vez semejante oportunidad –a causa de la salud de Don Bosco y
que él estaba en primer curso –se preparó con la máxima diligencia, como para
un acto que no se repetiría más.
Buscó varios
libros que tenían el examen de conciencia general; transcribió todos los
pecados allí anotados, a excepción de “haber matado” y lleno por lo menos dos
cuadernos de ocho o nueve hojas cada uno: “Me acusaba de todo a
una sola pregunta conteste negativamente: ¿mataste? esto no escribí al lado”.
Se presentó casi
temblando y con gran temor por sus pecados. “Cuando me encontré delante de él, tenía
miedo de sacar mis cuadernos… por fin saque uno y, mientras se lo presentaba
examinaba la mirada de Don Bosco y qué impresión le hacía. Después para no
hacerle perder tiempo empecé a leer apurado; después volví la hoja y Don Bosco
miraba todavía; volví otra hoja y Don Bosco me dijo: - Bien, bien; ¿tienes más
todavía? -si conteste.- ¡Bien, deja aquí, dámelo! Lo tomo e hizo así y así (Don
Orione repite el gesto), hizo cuatro pedazos; y también el segundo tuvo el
mismo fin”.
Don Bosco siguió
haciendo preguntas y aludió en seguida a una falta que por cierto estaba
escrita en los cuadernos, pero que no fue leída. El joven Orione se quedo
impresionado por la intuición del santo, de tal manera que cincuenta años
después seguía repitiendo una misma exclamación: “¡Escudriñaba los corazones!
¡Escudriñaba los corazones! –continuaba Don Orione: “después me dijo tres cosas
que todavía recuerdo como si fuera ahora, tres cosas que solamente Dios podía
decírselas”.
Don Bosco
después le hizo esta recomendación: “arrepiéntete
de esto y no vuelvas más atrás no debes pensar más en estas cosas, pequeñas o
grandes que pudieron acontecer -agregando-¡se alegre! Don Orione concluye: “¡y me sonrió como sólo él sabía hacerlo!”
Convencido de
haber tenido contacto con algo que superaba el mero conocimiento humano, el
joven Luis Orione se levanto de aquella confesión, según su propio testimonio: “con
el alma de una alegría tan grande, que no se si en mi vida pude experimentar
otra igual”.
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