viernes, 25 de noviembre de 2016

Fray Ave María y el milagro del agua

 En la familia de los ermitaños de Don Orione se destaca por la luz de santidad, fray Ave María, de quien comenzó el proceso de beatificación.
Quedó ciego a la edad de doce años y en el encuentro con Don Orione encontró la fuerza no sólo para aceptar la cruel desgracia, sino también para santificarse y volverse, en el ermitorio de San Alberto, punto de segura referencia para tantas almas en busca de luz.
Entre los episodios más célebres de la vida del humilde fraile ciego, está el del denominado milagro del agua  en el pozo de la abadía de San Alberto. El hecho es interesante porque los dos santos protagonistas se daban uno al otro la culpa de lo sucedido. Narra Don Orione:


“Cuántas veces les he hablado del hecho estrepitoso de Plácido y Mauro discípulos de San Benito... Nosotros no necesitamos salir de nuestra casa, si deseamos ver cómo Dios premia la obediencia.
Un año, hacía ya meses que yo iba magnificando a los clérigos de esta casa el eremitorio, sus bosques de castaños, los frailes ciegos y no ciegos, las pinturas y los frescos de santos que hay en San Alberto; y muchos de los que me escuchan lo recordarán. Y todos estaban entusiasmados por el hecho de pasar allá un período de vacaciones. Allí había un sacerdote muy culto.
Cuando se debía partir desde Tortona para San Alberto (treinta km. a pie, a través de las colinas), me llega uno enviado por el P. Draghi (rector y párroco), a decirme que no había más agua en el pozo. Había sido alarmado por ese sacerdote culto, el cual me sugería no mandar a los clérigos porque -me decía- ¿si tú mandas cincuenta o sesenta clérigos cómo harán para lavarse, y tener agua en la cocina? Esto atentaría también contra la higiene...
Miren que él era y es muy higienista. ¿Pero cómo hacía yo para desautorizarme delante de mis clérigos? ¿Qué les podía decir después de haber hablado tanto de los bosques, los pájaros, los frailes y la quietud del ermitorio? ¿Qué pensarían? Podrían decir: “Eh, promete tantas cosas Don Orione...”.
Ese sacerdote pataleaba; no pataleaba el P. Draghi, pues no es capaz de patalear. Éste tenía también los pequeños huertos, allá arriba  y le interesaban... Era profesor de gastronomía y vegetariano; y durante la guerra sembró tantas cebollas y plantó repollos y achicorias en las retaguardias del frente. Y entonces le dije al joven que me habían enviado: “Vuelva, porque no necesitaremos ir con los bueyes y el barril a sacar agua de otro lado. Dígale a Fray Ave María que vaya a la boca del pozo y recite tres Padres Nuestros y Dios bendecirá la obediencia”.
Éste va arriba, llega y anuncia que los clérigos mandados por Don Orione estaban ya en camino. Imagínense a ese sacerdote: “¡Pero están locos! ¡Pero qué hacen!”.
Entre tanto Fray Ave María, obediente, va a la boca del pozo y con gran devoción dice los tres Padres Nuestros, y luego baja el balde, y todos están allí para ver... Ante la sorpresa de todos, también de aquellos que habían sacado del pozo la “nita”, o sea solamente lodo del fondo, barro, sube un hermoso balde de agua límpida, fresquísima, riquísima. Y entonces fueron inmediatamente a llamar a ese sacerdote el cual, para asegurarse del prodigio y convencerse, dado que desconfiaba, hizo extraer unos veintiséis baldes de agua para regar sus huertos, sus ensaladitas...
Y entre tanto se oían ya los gritos de los postulantes y los monaguillos que cantaban y que llegaban casi a la carrera, en grupos, deteniéndose sólo a comer moras y a dar ciertas sacudidas a las plantas.


Llegaron los clérigos y hubo abundancia de agua para todos, durante el mes en que se quedaron allá; pero el día siguiente de su partida, el agua faltó imprevistamente; y esto también como prueba del prodigio, del prodigio operado por la obediencia humilde de fray Ave María”. Así lo narraba Don Orione.
Por su parte el pío ermitaño atribuía la gracia a la fe de Don Orione y a la protección de San Alberto que amaba verse rodeado por tantos futuros sacerdotes y a la oración de todo el personal religioso presente en el ermitorio. Minimizaba, en humildad sincera y caridad fraterna, la propia parte. Y confirmaba que el agua no faltó nunca durante la permanencia de los clérigos, que usaban mucha. “Cuando se fueron los clérigos, el posó se secó”.

Fuente: "Florecillas de Don Orione"

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Consultorio médico gratuito de Nueva Pompeya.

P. Facundo Mela

           El 10 de noviembre de 1936, Don Orione junto con el Consorcio de Médicos Católicos y Conferencia de Señoras de San Vicente de Paul (conocidas como las Damas Vicentinas) daban inicio a un consultorio médico gratuito en el barrio porteño de Nueva Pompeya.
        Al cumplirse 80 años de la apertura aquella obra de caridad, queremos hacer memoria agradecida, rememorar sus inicios y reflexionar sobre las intuiciones del Fundador.

          El 9 de octubre de 1936, Don Orione pronunció un discurso en la “Hora Católica” por LR1 Radio “El Mundo”, explicando que era el Pequeño Cottolengo Argentino y anunciando la apertura del consultorio para obreros:

“Hoy se prepara a abrir un Consultorio Médico Gratuito para los obreros, en uno de los barrios más pobrecitos, cerca de Nueva Pompeya. El consultorio funcionará en las horas en que los obreros estén libres de su trabajo. Estará dirigido y atendido por el Consorcio de Médicos Católicos”.

            Junto con la publicidad radial, un panfleto fue distribuido en el barrio:


  
            El 10 de noviembre de 1936 fue la inauguración: “Como hemos informado, ayer a las 18 fue inaugurado un consultorio médico gratuito para obreros, en la Calle Lynch 3634” (Diario “El Pueblo”, 11 de noviembre de 1936). Al día siguiente, Don Orione lo compartía con el P. Sterpi:

“Aquí se inauguró ayer, con la más amplia bendición del Card. Arzobispo, el 1º Consultorio Médico gratuito para obreros de cualquier tendencia.
Esta en nuestra parroquia de la Divina Providencia, un barrio todo de obreros y muy difícil. Esta bajo los auspicios del Cottolengo y fue iniciado por la Obra del Pequeño Cottolengo Argentino. Tengo la casa para uso, gratuita y puesta a nuevo, y pronto será ampliada, los instrumentos y todo lo necesarios son gratis. El Consorcio de Médicos Católicos se encarga de conducir la institución y ayudará con las medicinas.
Espero, con la ayuda divina, de abrir otros en algún otro centro obrero. Es necesario ir al pueblo en todos los modos más santos, ¡y llevarlo a la fe! Ayúdame, rezando. Puse esta iniciativa a los pies del Divino Samaritano y de María Ssma., Salud de los enfermos, Madre de la caridad; la confíe al Evangelista San Lucas, que era medico, al Cottolengo y también a San Martín, obispo de Tours, patrono principal de Buenos Aires, en la vigilia de cuya fiesta desee se realizase la inauguración. Deo gratias!
Ahora miro a Avellaneda, una ciudad de más de 100.00 habitantes, el mayor aglomeración de obreros de Argentina, separada de Buenos Aires por un pequeño rio; ya tengo el local; un poco veo de hacer comenzar el 1º y luego doy manos a la obra en el 2º, in Domino. Ustedes, recen, recen; será una nueva forma de Cottolengo, un desarrollo de la Obra, según las necesidades de los tiempos”.



            Y al entonces seminarista Enrico Sciaccaluga:
           
“Mira que ahora aquí se ha comenzado también la Obra de los ambulatorios para obreros. El P. Sterpi te informará, le escribí: es como un apéndice del Pequeño Cottolengo Argentino, y está hecha en común con el Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires; es una obra social que podrá hacen que Dios entre en muchas familias de las cuales Dios está afuera”.

            Los contenidos del panfleto, del discurso radial y de los escritos nos ponen en contacto con el pensamiento de Don Orione sobre el Consultorio Médico: una obra abierta a todos, ubicada en una periferia, con numerosas especialidades médicas y horarios convenientes, llevada adelante con otras instituciones y con un carácter cristiano.
            No podemos dejar de destacar que para Don Orione, el ambulatorio médico no era sólo una nueva actividad, sino también “una nueva forma de Cottolengo, un desarrollo de la Obra, según las necesidades de los tiempos”, “un apéndice del Pequeño Cottolengo Argentino”.



La “obra de los ambulatorios” era forma de caridad nueva, menos institucional y de avanzada, “una nueva forma de cottolengo” en palabras de Don Orione. Una obra de caridad para los pobres obreros que sólo funciono un año a causa de malentendidos y discusiones. Los santos también experimentan en su vida el fracaso y la cruz.
Sus hijos e hijas siguiendo su espíritu, plasmaron el sueño de Don Orione abriendo ambulatorios, consultorios y dispensarios médicos, e incluso un hospital, en lugares como Kenya, Filipinas, Brasil, Togo, Madagascar, etc.