martes, 25 de marzo de 2014

Mensaje del Card. Jorge Bergoglio al Capítulo Provincial de los Hijos de la Divina Providencia



Mensaje al Capítulo Provincial en el 2009 a la Provincia Religiosa Nuestra Señora de la Guardia compuesta por Argentina, Uruguay, Paraguay y México.
 
Buenos Días.
El motivo de ésta grabación es simplemente que no me puedo desplazar hasta donde están ustedes, respondiendo a la invitación del Provincial. La sugerencia de un mensaje grabado me gustó. Estoy cerca de ustedes que están en Capítulo. Una Congregación que quiero mucho y que en Argentina hace y ha hecho mucho bien.
Yo les deseo que este Capítulo los impulse hacia una vida pastoral al servicio de la vida plena. Con esto me inspiro en el documento de Aparecida.
El modelo pastoral de todo discípulo de Jesús, y por lo tanto de todo anunciador de Jesús, es el buen Pastor. El discípulo misionero tiene como única referencia y modelo el buen pastor.
 
 Jesús, el buen pastor quiere comunicarnos su vida y ponerse al servicio de la vida y de la vida plena. Por lo tanto ser discípulo misionero, teniendo como referencia el buen Pastor, es constituirnos a todos - consagrados, laicos, presbíteros, obispos - en pastores, es decir tareas de pastores que se dejan pastorear. No tareas de pastores que son autónomos o que puedan ser asimilados a jefes de O.N.G. No, pastores que se dejan pastorear; las dos experiencias, la de conducir y la de ser conducido.
Esto es lo primero que les deseo: que la imagen de Jesús el buen Pastor los ponga en ese tono de vida espiritual de ser conductores conducidos, donde, en última instancia, el buen Pastor es el que marca el sello. El buen Pastor es el que de una manera determina el camino que vamos a seguir. Este buen Pastor nos manda a la vida plena.
Ustedes, en este Capítulo, se van a centrar en la Caridad, en las fuentes de la caridad, en el núcleo de la caridad, en ese voto que Don Orione quería tanto, el de la caridad heroica, y van a tratar de resituar esta caridad en el marco, las fronteras que tiene esta caridad.
 En primer lugar, dejaría tres cosas claves  respecto a la caridad.
Primero. Ustedes tienen que salir con el carisma que lo fundaron a las periférias existenciales, allá donde la existencia de las personas es materia de descarte.
Ustedes saben que están en este sistema que es mundano, paganizado: estan los que caben y los que sobran; los que no caben en el sistema sobran, y los que sobran son descartables. Esas son las fronteras existenciales. Allí tiene que ir ustedes. No con los satisfechos, con los humanos bien terminaditos, con los que no le falta nada. No, a las fronteras existenciales.
A mi me gustó mucho que una Hermana de la Congregación de ustedes insistiera tanto que las postulantas antes de entrar al noviciado pasaran largo tiempo en los Cottolengos. Allí está la frontera existencial más plástica del carisma de ustedes. Eso es perder el tiempo porque no te puede retribuir nada, por el retrasado mental, por el enfermo, por el terminal; perder el tiempo, gastar el tiempo con ellos, porque es la carne de Jesús.
La frontera existencial de Dios es el Verbo venido en carne, es la carne del Verbo. Es lo que nos salva de cualquier herejía, de gnosis, de ideologías, etc.
Busquen la carne de Cristo allí. Salgan a las fronteras exitenciales con coraje y ahí se van a perder. Estén seguros que los diarios no van hablar de ustedes. Lo que hacen ustedes, por ejemplo en los Cottolengos, no es noticia; lo que hacen con los chicos de la calle no es noticia, no le interesa al mundo, porque eso es material de descarte. Son las fronteras existenciales. Déjense conducir por el Buen Pastor hacia esa frontera existencial para expresar el amor y la caridad.
 Lo segundo. El ámbito donde tiene que darse el trabajo de ustedes es la calle. Dios los quieres callejeros, en la calle.
San Pio X envió a Don Orione a las afueras de la puerta de San Juan, a la calle, no a la sacristía. Por favor, que Dios los libre de que este Capítulo termine siendo un capítulo autoreferencial, donde ustedes estén terminando mirándose el ombligo. No, a la calle.
Una Congregación que se mira al espejo termina en el narcicismo y termina sin capacidad de convocatoria y termina sin ilusión. Una Congregación que se encierra en sus cositas termina como todas las cosas encerradas, echadas a perder con olor a moho, inservible, enferma. El camino más seguro para la enfermedad espiritual es vivir encerrados en cositas chiquitas.
Una Congregación que sale a la calle corre el riesgo, el riesgo de toda persona que sale a la calle, de accidentarse. Mil veces pídanle a Dios la gracia de ser una Congregación accidentada y no una Congregación enferma.
El lugar, el ámbito es la calle, es decir la calle en el sentido más simbólico de la palabra, es decir, donde se juegan las periferias de la vida.
 Finalmente, la caridad de ustedes está asignada, debe estar signada, por la pobreza. Por favor, no junten plata. Reciban lo que la Providencia les mande, administren bien, eso sí, tiene obligación de administrar bien, pero entreguen todo a los que lo necesitan. Vivan al día de la Providencia. Esa pobreza activa, prudente porque sabe administrar bien, pero que no engroce las arcas, porque, en el fondo, cuando engrosamos las arcas, ponemos nuestra esperanza allí. Y si ustedes ponen las esperanzas allí, pierden lo mas genuino que es la esperanza en la Providencia de Dios que está viniendo. Es lo más genuino que les dio el Fundador.
Jesús el buen Pastor que se encuentre con ustedes. Sean discípulos de ese buen pastor. Jesús el buen Pastor que los misione a ustedes. De la experiencia de ese encuentro sobre todo en la oración, en la lectura de la Palabra de Dios, en la celebración de la Eucaristía,  los lleve a esa misionariedad, pero conducida por el Señor, discípulo misionero, en las periferias existenciales, en la calle, y confiando solo en la Providencia: no lleven dos túnicas, como dice el Evangelio,  la Providencia.
Así estoy seguro que la Congregación reflorecerá en nuevas vocaciones y tendrán esa alegría que, desde la fundación, los llevaba a exclamar a cada rato Deo Gracias. Que podamos decir de esta Provincia argentina y de ustedes Deo Gracias.
Que Dios los bendiga.


martes, 18 de marzo de 2014

Orionistas en camino en la Iglesia del Papa Francisco



En su carta “Orionistas en camino en la Iglesia del Papa Francisco” el P. Flavio Peloso nos da algunas claves de como los hijos de Don Orione debemos amar, caminar y seguir al Papa Francisco


¿Cómo amar y seguir al Papa Francisco?

Mientras estaba allí, escuchando al Papa Francisco y viendo su modo de ser, me vino espontáneo pensar: y yo ¿qué debo hacer? ¿Cómo debo cambiar? Y luego también: la Congregación orionista ¿cómo puede responder a Dios que nos ha enviado este Papa, Francisco, figura profética e institucional para nosotros importante?

 El Papa es la referencia segura del camino de toda la Iglesia. Pero por nosotros, Orionistas, debe ser seguido y amado con una pasión y una adhesión especiales, animados por nuestro carisma específico de “especial fidelidad al Papa”. En la oración que recitamos cada semana, pedimos: “Tú nos lo has dado por nuestro pastor y maestro, danos Señor, la constancia de profesarle siempre toda nuestra docilidad como hijos y todo nuestro amor” [2]. Don Orione explicaba que esta docilidad y este amor consisten en el “seguir siempre, en todo y por todo, las enseñanzas de él, no solamente en materia de fe y de moral, sino en todo lo que él, como Papa, enseña y manda… también sus advertencias, consejos y sus deseos”. [3]

America loves the singer, but not the song” (América ama al cantante, pero no la canción), tituló un gran periódico al día siguiente del triunfo de Papa Juan Pablo II en la Jornada Mundial de la Juventud de Denver (1993), para indicar la popularidad del Papa y al mismo tiempo la separación de su enseñanza. [4]  ¡Aquí salta la orioninidad que hay en nosotros! Nosotros debemos amar tanto al “cantante” como la “canción” entonada por Papa Francisco, “corifeo de la Iglesia”. [5]

¿Y si sucediese que nosotros, Orionistas, personalmente e institucionalmente, continuásemos como antes, sin novedad ni cambio, también en la Iglesia actual de Papa Francisco? Seríamos como “aquellos jovencitos sentados en las plazas que se dirigen a los otros compañeros y dicen: Les sonamos la flauta y no bailaron, les cantamos una lamentación y no lloraron” (Mt. 11, 16-17)

Padre Bartolomeo Sorge, con rápidas pinceladas, definió la Iglesia de Pablo VI dialogante, aquella de Juan Pablo II triunfante, aquella de Benedicto penitente y esta de Francisco evangélica, una Iglesia libre de la mundanidad, gozosa del Evangelio, pobre y sierva, cercana a la gente, testigo de la misericordia de Dios. [6] Existe una profunda y vital continuidad entre los dos pontificados: sólo una iglesia penitente, que reconoce sus pecados y su “mundanidad” y quiere purificarse (Benedicto XVI), puede emprender un nuevo camino de radicalidad evangélica en el Señor (Francisco). 


 Papa Francisco puso la Iglesia en el camino de la fidelidad evangélica, con su ejemplo, con su compromiso y también con tantos mensajes e iniciativas. Todos lo reconocen: entramos en una situación en la cual la Iglesia es puesta en movimiento. Papa Francisco no presenta objetivos particulares o imágenes precisas de cómo deberá ser organizada la Iglesia mañana para ser más evangélica y misionera en el mundo de hoy. Convoca a un camino de conversión a Jesús y al Evangelio “sine glossa”, acogiendo la voluntad y las sorpresas de Dios.

¿Cuál camino de la vida religiosa “al paso” de Papa Francisco? ¿Cuál sintonía con el “corifeo de la Iglesia” de parte de la vida religiosa que “pertenece intrínsecamente a la vida y a la santidad de la Iglesia” (LG 44)?

A estas preguntas buscaron responder los Superiores generales reunidos en Asamblea durante el mes de noviembre pasado y sobre estas preguntas pidieron indicaciones al Papa mismo. A partir de aquellos apuntes, intentaré fijar algunas orientaciones y trazos de camino en base al magisterio de Papa Francisco, de Evangelii gaudium en particular. [7]



Para leer la carta completa, visita:


__________________________

[2] Es la famosa oración de Ausonio Franchi, retocada y querida por Don Orione como oración característica de nuestra Congregación; en “Comunità orionina in preghiera”, p. 37-39.
[3] Son innumerables los pasajes en los cuales Don Orione nos ilustra las exigencias filiales del amor al Papa. “Hagámonos una grande y dulce obligación de practicar también las mínimas recomendaciones del Papa. En una palabra, sean siempre y dónde sea, o mis queridísimos, sean hijos devotísimos del Papa”; Scritti 52, 112. “Nosotros somos todos del Papa, de la cabeza a los pies; seamos del Papa de dentro y de fuera, con una total adhesión de mente y corazón, de acción, de obra, de vida, a aquellos que pueden ser los deseos del Papa”; Parola VI, 192.
[4] Diarios y canales de televisión llenaron la opinión pública con entrevistas y estadísticas para mostrar los tantos “no” a la moral del Papa y de la Iglesia de aquellos mismos jóvenes que lo ovacionaban.
[5] Corifeo, significa jefe de coro, guía de la sinfonía; es el título ecuménico reconocido a Pedro también de parte de la Iglesia griega.
[6] De apuntes de la intervención de Bartolomeo Sorge en la Asamblea de la USG de mayo de 2013.
[7] Será citada EG. Tiene un particular valor para nosotros el video mensaje del card. Jorge Bergoglio dirigido al Capítulo provincial tenido en Buenos Aires, en el mes de noviembre de 2009, en preparación al Capítulo General del año siguiente; hizo algunas reflexiones  “Sólo la caridad salvará el mundo”, anticipando algunas orientaciones, ahora convertidas en las grandes líneas de su pontificado. Citaré este documento “Al Capítulo”.


martes, 4 de marzo de 2014

Sólo Dios Basta



Página con resonancias autobiográficas y de gran valor poético y espiritual, publicada el 3 de septiembre de 1899.



            Estaba ayer en la habitación de un buen sacerdote y mi mirada cayó sobre estas palabras: ¡Sólo Dios!

            En ese momento tenía yo la vista cansada y dolorida, y por mi cabeza desfilaban  infinidad de días agobiantes como el de ayer; pero, por sobre el torbellino de todas mis angustias y el confuso resonar de mis suspiros, me parecía escuchar la voz afable y bondadosa de mi ángel que decía: ¡Sólo Dios!, alma desolada, ¡sólo Dios!

            En una ventana había una planta florecida, luego un corredor y algunos sacerdotes en meditación; más allá un crucifijo, un querido y venerado crucifijo que me recordaba hermosos e inolvidables años; y mis ojos cargados de lágrimas, descansaron a los pies del Señor. Y me parecía que mi alma se elevaba, y que una voz de paz y consuelo salía de aquel corazón traspasado y me invitaba a elevarme a las alturas, a ofrecer a Dios mis sufrimientos y a orar. ¡Qué dulce y lleno de paz, ese silencio...! y en el silencio -¡sólo Dios!- repetía dentro de mí, ¡sólo Dios!



            ¡Y una atmósfera encalmada y bienhechora parecía envolverme el alma!... Y entonces pude ver en mi pasado la razón de los sufrimientos presentes: y vi que en lugar de buscar ¡sólo a Dios! en mi trabajo, hacía años que andaba mendigando la alabanza de los hombres; y que buscaba y deseaba constantemente que me vieran, me apreciaran, me aplaudieran; y llegué a esta conclusión: también en esto hay que empezar una vida nueva: en el trabajo, buscar ¡sólo a Dios!

            Trabajar bajo la mirada de Dios, ¡sólo de Dios! Sí, en estas palabras se encierra toda la nueva regla de vida, todo lo necesario y suficiente para la Obra de la Divina Providencia: ¡la mirada de Dios!

            Hay que comenzar una vida nueva, y empezar desde aquí: en el trabajo, buscar ¡sólo a Dios! ¡Trabajar bajo la mirada de Dios! ¡sólo de Dios!

            La mirada de Dios es como rocío que revitaliza, como rayo de luz que fecunda y ensancha el horizonte: trabajemos, pues, sin ruido y sin tregua, bajo la mirada de Dios, ¡sólo de Dios!

            La mirada del hombre es un rayo que quema y empalidece aún los colores más resistentes: en nuestro caso sería como el viento helado que dobla, quiebra y destruye el tierno tallo de nuestro pobre arbolito.

            Todo lo que se hace para hacer ruido y ser vistos pierde frescura a los ojos de Dios: así como una flor, ajada al pasar por muchas manos, deja de ser presentable.


             Pobre Obra de la Divina Providencia, sé la flor del desierto que crece, se abre y florece porque Dios se lo ha dicho, y que no se altera por la mirada del pájaro que pasa, o porque el soplo del viento desparrama sus hojas apenas formadas.

            Por nuestra alma y para toda la vida: ¡sólo Dios! ¡sólo Dios! La soledad sin Dios podrá aportar descanso al espíritu pero endurece el corazón: es una planicie florecida y olorosa, pero de sol pálido y muerto.

¡En cambio la soledad con Dios, es una cálida y dulce atmósfera que por sí sola puede curar las angustias del corazón!

            ¡Sólo Dios! ¡Qué provechoso y consolador es querer sólo a Dios como testigo! ¡Dios solo, es la santidad en su grado más alto! Dios solo, es la seguridad mejor fundada de entrar un día en el cielo.

            ¡Sólo Dios, hijos míos, sólo Dios!