jueves, 30 de junio de 2016

El jardín de infantes en San Bernardino: "El bien que hagan al más pequeño de estos..."



 En julio de 1917, se abría el jardín de infantes en el Barrio de San Bernardino. El 27 del mismo mes, Don Orione dirigía a las Hermanas palabras de alabanza y las animaba a perseverar en la nueva actividad con estas palabras:



            En uno de los pasajes más bellos del Santo Evangelio, Ntro. Señor Jesucristo dice así: "El bien que hagan al más pequeño de estos, será hecho a mí mismo". Así decía el Divino Maestro, hablando de los niños.

            Recuerdo esto para felicitarme con ustedes y animarlas en sus fatigas. Ayer, fiesta de Santa Ana, han abierto el Jardín para los hijos de los reservistas y se han prestado con afecto y caridad hasta privarse del almuerzo. ¡Valor, adelante! Vayan siempre adelante, aunque les cueste: adelante siempre, para llevar a Jesús a las familias y las almas a Jesús. El bien cuesta trabajo, pero el Señor no sólo ha trabajado toda su vida, sino que ha muerto sobre la cruz por nuestro amor, para darnos la vida eterna.



            El nos dará la gracia necesaria para hacer el bien, nos ayudará para hacerlo reinar en las almas, para preparar el advenimiento de su reino y el triunfo de la Iglesia. Todos sus trabajos y sus penas, sean por El y como hechos por El, recordando sus palabras: "El bien que hagan al más pequeño de estos, será hecho a mí mismo".

            El día del juicio, Ntro. Señor dirá a sus elegidos: "Vengan, benditos de mi Padre, vengan a mi reino; tenía hambre y me han alimentado, era ignorante y me han instruido. Y ellos dirán: cuándo Señor te hemos hecho todo esto? Y el Señor: Todo cuanto han hecho al más pequeño de estos, me lo han hecho a mí; vengan a recibir el premio que les he preparado".

            El Señor no dirá: "Porque eres un caballero o un sacerdote, obispo o Papa - no se escandalicen si les hablo así, - no dirá: porque eres predicador o misionero... nada de todo esto, sino que recompensará solamente el bien hecho por amor de Dios. Y nos recompensará con una corona resplandeciente de gloria, tanto más grande cuanto más recta haya sido nuestra intención, cuanto más grande haya sido el amor con que hemos trabajado por el bien de las almas y para su mayor gloria.

            El bien, como ven, les gusta a todos, también a los malos. Aun los francomasones hacen el bien, cierto, cierto... solamente que la mayoría de las veces, ellos se sirven del bien para hacer el mal... Son más vivaces y activos los hijos de las tinieblas, que los hijos de la luz, como dice Jesús...

            Para trabajar bien, es necesario que se penetren del verdadero espíritu religioso, del espíritu del Evangelio...

            Háganse pequeñas con los pequeños, tengan gran paciencia y gran respeto por las almas inocentes que les han confiado. Piensen que sus ángeles custodios viven en la presencia de Dios y contemplan su rostro.

            Observen las buenas madres: ¡cuánta paciencia tienen con sus niños!... Recuerdo a mi madre, que cuando acariciaba a los pequeños y les hablaba, balbuceaba con ellos...

            Ayer, al comenzar el Jardín, sus ángeles custodios han llevado al trono de Dios, en una copa de oro, los actos de paciencia, diligencia, el deseo de hacer el bien y ciertamente. El las recompensará de todo, dándoles gracias y fuerzas para hacer mayor bien y un gran bien.

            Esto debe ser un consuelo: piensen que es el primer Jardín que se abre: es el primer paso que dan en la que debe ser su vida - se entiende para las que son llamadas a la vida activa, para ser misioneras y trabajar en el mundo -. 

            Las que son llamadas para la clausura, para adorar a Ntro. Señor, ayudarán a las compañeras con sus oraciones...



            ¡Felices ellas, felices todas, que son llamadas para servir al Señor! Esto no es más que el principio y como pobres "straccione" que son, comienzan muy pobremente, pero no se impresionen por ello: dejen hacer a Ntro. Señor que El lo puede todo.

            Santa Teresa decía: "Un centavo y Teresa, es nada, pero Jesús, un centavo y Teresa, es todo". Dígame así también nosotros: con la ayuda de Dios se hace todo, las cosas salen bien y cada "straccio" sirve para hacer el bien.

            ¡Valor, siempre adelante! y recibirán tantas gracias, ésta de ocuparse de los niños, tan amados de Jesús, ya es una.

            ¿Recuerdan el hecho del Evangelio?

            Jesús regresaba cansado de haber predicado y evangelizado a las turbas; una muchedumbre de niños le sale al encuentro: todos lo apretujan, lo quieren ver, tocar, ser acariciados por aquel Jesús del cual todos hablaban y que hacía tanto bien. Y El se detiene, pone sus manos sobre la cabeza de los niños, los abraza, los estrecha...

            Los apóstoles, toscos pescadores, sin paciencia, tratan de alejarlos y mantenerlos a distancia tal vez con algún coscorrón...

            Pero Jesús los detiene y con dulzura les dice: "Dejen, dejen que los niños vengan a Mí. Sus ángeles gozan continuamente los esplendores del rostro de mi Padre.

            En efecto, en los niños, en sus ojos, en sus rostros, se ve un reflejo del cielo. ¡Oh, vean siempre en ellos los predilectos del Corazón de Jesús! Sean como ellos, todas para ellos, piensen que todo lo que hagan al más pequeño, será hecho a Ntro. Señor...








miércoles, 15 de junio de 2016

Don Orione y 32º Congreso Eucarístico Internacional

P. Facundo Mela fdp



            El 32º Congreso Eucarístico Internacional, celebrado en Buenos Aires del 10 al 14 de octubre de 1934, será el punto culminante del largo proceso de reorganización eclesiástica iniciado a principios del siglo XX y de la influencia de la Iglesia católica en la vida pública, política, social y cultural del país. En palabras del Cardenal Estanislao Karlic: “El Congreso Eucarístico Internacional de 1934 fue para los argentinos un acontecimiento transformador, comienzo de una vida cristiana más honda y comprometida en toda la nación”.[1]

Los testimonios de dicho evento se refieren a la celebración del mismo como un acontecimiento único. La preparación del Congreso fue muy detallada, tanto en el aspecto material como espiritual. Se invitó a todos los prelados del mundo y el Papa Pío XI designó como legado a su secretario de estado, el cardenal Eugenio Pacelli, futuro Pío XII. 

            Las celebraciones y asambleas se realizaron en distintos puntos de la ciudad, mientras que las ceremonias principales tuvieron como escenario los jardines de Palermo, en el Monumento a los Españoles, el cual fue revestido con una cruz monumental. Durante aquellos días, hubo una gran manifestación de fe como jamás se había visto en la Argentina.

El viaje de Don Orione hacia la Argentina

            La segunda estadía de Don Orione en Sudamérica[2] tuvo una dimensión de cruz y exilio. Su decisión de volver a Latinoamérica, no fue solo por pedido de sus misioneros, quienes le reclamaban su presencia; sino también por una serie de acusaciones por parte un pequeño grupo de miembros del clero de Tortona, quienes lo tildaban de oportunista, mal administrador, ladrón de vocaciones, imprudente, etc.[3]
 
            El 24 de septiembre de 1934 partió en el “Conte Grande” desde Génova hacia la Argentina. Providencialmente, en ese mismo barco viajaban al Congreso Eucarístico, el Card. Pacelli y una gran comitiva. En dicho viaje el legado papal mostrará su gran estima y afecto por Don Orione.

            La noche del 9 de octubre, la nave arribó al puerto de Buenos Aires y Don Orione llegaba por segunda vez a la Argentina


La actividad de Don Orione durante el Congreso

            Don Orione formo parte de la delegación oficial italiana[4] que participaba del Congreso y fue orador para los participantes de dicha lengua. En esos días, disertó sobre “El Reino de Jesucristo en el Templo inmaterial”, durante la segunda asamblea en la Parroquia “San Carlos Borromeo”,[5] de los salesianos, el 13 de octubre de 1934.[6]

            Por otra parte, busco siempre pasar desapercibido durante esos días, como testimoniaba el P. José Dutto: “Recuerdo que en Buenos Aires, durante el Congreso Eucarístico en las reuniones, en ocasión de las fotos grupales, buscaba cuidadosamente de ocultarse y esconderse”.[7]

            Don Orione vio al Congreso Eucarístico como un verdadero triunfo de Cristo, un espectáculo grandioso, que quedaría marcado en su corazón.

En una carta colectiva a sus religiosos, a un mes del Congreso Eucarístico escribía:

“El Congreso Eucarístico fue un milagro; más de dos millones de fieles participantes sintieron que el Papa estaba acá, con nosotros, y que el triunfo de Nuestro Señor era, al mismo tiempo, un triunfo del Papa y de la Iglesia y de todo cuanto de social, de grande, de sobrehumano, de divino, la Iglesia y el Papa son, representan y proclaman. La grandiosa celebración pública de fe, de amor, de adoración a Jesús Eucaristía en la Argentina superó todos los Congresos Internacionales Eucarísticos que existieron y no sé cómo y dónde podrá ser superada; sólo el Paraíso puede ser mejor. ¡Hemos entrevisto y gustado por anticipado del Paraíso!...”.[8]
           
Extracto del Programa Oficial de la delegación italiana
 
            Y en otra carta colectiva, en ocasión de la Pascua de 1935, describía sus vivencias, especialmente de la “Noche de los Hombres”:

"Asistí al Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires. ¡Un espectáculo inefable! Pude ver qué es y cómo es de grande la misericordia de Dios: más grande que los cielos.
¡Vi decenas de millares y millares de obreros, de robustos trabajadores, de jóvenes, florecientes de vida; médicos, abogados, oficiales, profesores universitarios, diputados, ministros, confundidos en columnas, confesarse en las plazas, a lo largo de los caminos, de las calles de esta gran capital! ¡Más de 200.000 hombres, como atraídos por un imán, en interminable torrente, avanzan compactos, orando, cantando y postrándose a los pies de Cristo!; adorar a Cristo, recibir a Cristo sobre la gran Plaza de Mayo, frente a la casa de gobierno de esta República Argentina.
En aquella plaza los he visto fraternizar, abrazarse en Cristo, jurar su fe, su amor a la Patria, ¡llorar de amor! ¡Fue un espectáculo único en el mundo!
¿Qué sentían? ¡A Cristo! ¿Quién estaba? Cristo, queridos hermanos; Cristo Nuestro Señor que resucitaba en esos corazones; estaba Jesús, estaba el Señor pasando por esta metrópolis y descendía junto a su pueblo. El Legado Papal exclamaba: «¡Pero esto es el Paraíso!»” [9]
 

Actividad realizada luego del Congreso

            Don Orione era consciente que el Congreso Eucarístico Internacional traería muchos frutos. El P. José Dutto, quien estuvo junto a Don Orione esos días, escribía: “La inolvidable apoteosis del eucarístico «Dios con nosotros» ha suscitado en los corazones fermentos divinos de amor fraterno. El terreno está, pues, preparado: es necesario sembrarlo...”[10]

            En pocos días de la conclusión del Congreso, Don Orione se ganó la simpatía del pueblo argentino, recibiendo una gran cantidad de propuestas que respondían a las necesidades, tanto espirituales como materiales, de la sociedad de entonces. Su actividad alcanzará todos los estratos sociales, desde los más pobres hasta la alta sociedad argentina; visitó autoridades civiles y eclesiásticas, fue recibido varias veces por el Presidente Justo, recibió invitaciones de los obispos argentinos, dio conferencias, ejercicios espirituales, habló varias veces por radio, apareció en los diarios, etc. 

Durante su segunda estadía, su obra se extendió con gran rapidez y solidez en Argentina. A comienzo de 1934, su Congregación contaba con 5 casas masculinas y 3 femeninas; mientras que en marzo de 1936 (a un año y medio de su llegada), este número se había multiplicado:

“1) Casa de Noviciado y de aspirantado en Lanús; 2) Casa del Cottolengo en Avellaneda; 3) Cottolengo en Claypole (…) 4) la casa de Carlos Pellegrini; 5) el Colegio de San Fernardo (…); 6) Santuario de Itatí (…); 7) Colegio con iglesia parroquial en Rosario (…); 8) se pagó la deuda de Victoria; 9) puesta en marcha de las escuelas de Victoria, San Fernando, Cuenca, Lanús, con maestros propios; 10) inauguración de las aulas y finalización del campanario en Mar del Plata (…); 11) concentración de todos los clérigos y estudiantes de teología en Victoria, Lanús y Mar del Plata (…); 12) la Casa de Nueva Pompeya fue liberada de elementos internos extraños aunque buenos; 13) adquisición de una hermosa casa para nuestras Hnas. en San Miguel (…); 14) tratativas en curso para un instituto en Entre Ríos (…); 15) ya acepté dos nuevas casas en Mendoza (…); 16) en mayo se inauguran dos casas en Santiago de Chile (Cottolengo chileno) y otra cerca de Valparaíso (…). Y no es todo: ¡todo esto fue hecho por Dios, por la Divina Providencia!"[11]

El 32º Congreso Eucarístico Internacional fue una experiencia de fe que quedo grabada en el corazón de Don Orione, un recuerdo imborrable que lo acompaño por el resto de su vida.[12] El Congreso Eucarístico le abrió a Don Orione las puertas del corazón del pueblo argentino y preparó el camino para su obra de caridad y evangelización. 







[1] “Homilía del Card. Estanislao Esteban Karlic durante la 79ª Asamblea Plenaria”, documento anexado junto al Boletín Semanal AICA 2266, mayo de 2000.
[2] Dicha estadía duro del 9 octubre de 1934 al 6 de agosto de 1937. La mayor parte de la misma, la transcurrió en Argentina con algunos viajes breves a Uruguay, Brasil y Chile.
[3] Cf. G. Papasogli, Don Orione, Buenos Aires, Guadalupe, 1989, 338-339.
[4] Cf. Revista Eclesiástica del Arzobispado de Buenos Aires (REABA), noviembre 1934, 766.
[5] Hoy, Basílica María Auxiliadora y San Carlos (Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
[6] Cf. REABA, noviembre 1934, 767.
[7] Sacra Congregatio pro Causis Sanctorum, Beatificationis et canonizationis… § 1609.
[8] Carta colectiva. Victoria (Buenos Aires), 4 de noviembre de 1934. L. Orione, Lettere II, Roma, Postulazione della Piccola Opera della Divina Provvidenza, 1969, 116-177.
[9] Carta colectiva. Buenos Aires, el 19 de marzo de 1935. L. Orione, Lettere II,…216-217.
[10] G. Papasogli, G., Don Orione…, 345.
[11] Carta a P. Pedro Migliore. Claypole, 10 de marzo de 1936. G. Papasogli, G., Don Orione…, 360-361.
[12] En la habitación de Don Orione en la Casa Madre de Tortona, hoy transformada en museo, todavía puede verse un escudo de gran tamaño, del Congreso Eucarístico que el mismo llevo como recuerdo. Testimoniaba el P. Giovanni Venturrelli en la causa de beatificación de Don Orione: “Recuerdo con que pasión Don Orione nos recordaba a nosotros, seminaristas, este Congreso de Buenos Aires; por mucho tiempo, luego de su retorno en 1937, llevo en el pecho el prendedor distintivo de los participantes”. Sacra Congregatio pro Causis Sanctorum, Beatificationis et canonizationis… § 2552.


jueves, 2 de junio de 2016

Sagrado Corazón de Jesús : "de aquí partirá mi misericordia y mi gloria"



En el año 1930, era evidente que la Congregación de las Hermanas Misioneras de la Caridad, iba consolidándose, ya sea en el orden interno, ya en las múltiples actividades desplegadas en el campo de la caridad y cooperando, como deseaba el Padre Fundador, con el creciente desarrollo de los Hijos de la Divina Providencia.

            Don Orione sentía que el tiempo de la espera había terminado y que la Familia Religiosa femenina podía ya lanzarse hacia metas más altas, asumir compromisos y fatigas, no sólo en Italia, sino también en el exterior, donde los pedidos y la posibilidad de un vasto ministerio de bien, eran muchos. 

            Seguimos el orden de los hechos. Sobremanera digna de mención es una exhortación dirigida el 25 de junio, por el Padre Fundador, a las Misioneras de la Caridad reunidas en la Capilla de San Bernardino. Ella toca el argumento de la casa, ya prometida, a las Hermanas Sacramentinas.

            Narra un hecho no ordinario, sucedido años atrás y ya conocido por todos, porque Don Orione habló de él en más de una vez a sus religiosos y religiosas. He aquí las palabras del Siervo de Dios:   


 "Les digo apenas dos palabras porque tengo que partir; ayer llegué de Roma y debo partir nuevamente. Las he reunido aquí para decirles algo sobre la fiesta del Sagrado Corazón. Estamos casi a vigilia de esta suavísima fiesta, que no fue determinada por el papa o el Obispo, sino que fue el mismo Sagrado Corazón que quiso un día para Él.

Esta casa le está consagrada. El Sagrado Corazón apareció en esta casa, sobre el arco de la puerta de entrada; ese lugar estaba un poco oscuro y ahora ustedes han puesto una pequeña estatua.

            Apareció el Sagrado Corazón todo resplandeciente y tenía a su alrededor escritas estas palabras: "de aquí partirá mi misericordia y mi gloria". ¿Entienden?... Desde esta pobre casa se difundirá la misericordia y la gloria de Dios. He aquí el motivo por el cual se puso la pequeña estatua en la entrada; he aquí porque se puso el Sagrado Corazón sobre el altar.

            El Corazón de Jesús apareció resplandeciente con las palabras a su alrededor, que no sólo aparecieron escritas, sino que fueron pronunciadas por E. El Sagrado Corazón dijo que desde esta casa se difundirá la misericordia y la gloria de Dios en todo el mundo.

            El Señor se sirve de los stracci para hacer las cosas grandes; se sirve de la nada para confundir a los fuertes. De todas maneras, nosotros mantengámonos humildes; no entendemos lo que quiso decir el Señor, pero ciertamente quería decir cosas grandes...

            Yo no estaré aquí para la fiesta del Sagrado Corazón, llegué ayer y parto nuevamente hacia Roma hoy.

            Les comunico una gran noticia: con la gracia de Dios y la ayuda de la Virgen, espero poder dar muy pronto una casa a las Hermanas Sacramentinas, muy cerca de aquí, casi a la sombra del Santuario. He venido ayer expresamente desde Roma, para firmar la escritura, pero ha surgido una dificultad.

            Les había prometido una casa, ellas han tenido paciencia, han confiado en las palabras de los Superiores y he aquí que llegó el momento de realizar este deseo. Tendrán la casa con Capilla propia y una linda huerta, tres o cuatro veces más grande que ésta.



            Y alrededor del Santuario surgirá una corona de casas de caridad. Por el momento aquí adelante y luego, poco a poco, también en la parte posterior; se levantarán todas a la sombra del Santuario, bajo la protección de la Virgen.

Ayer se debía hacer el acto de compra de la casa de las Sacramentinas, pero como ya les dije, no se ha podido porque surgió una grave dificultad, pero recen... caso se puede decir que está hecho. Hubo otras dificultades y se han allanado, esperamos que así sea también para ésta.

            En la casa de las Sacramentinas tendrán también, después, las niñas no videntes, a las cuales les enseñarán a amar al Señor.

            Ustedes recen, recen, callen y adoren la Santa Voluntad de Dios. Deseo que de esto no se hable afuera. Se puede decir que la cosa ya está hecha, pero no conviene que se hable todavía.

            Como les había prometido, las Sacramentinas tendrán su casa.

            Tendrán también la adoración y la exposición del Santísimo se hará cuando sean mayor número.

            Y así el Señor hará nacer alrededor de la Madre Celestial, las obras de piedad y caridad. De todas estas casas se elevará la oración, el sacrifico, la alabanza y el agradecimiento al Señor. Recemos para que todo se cumpla con el solo fin de glorificar a Dios".



Estas palabras de Don Orione están llenas de prudencia y humildad. Todavía él confió otras veces haber sido consolado por este hecho, sucedido en el primer año de la casa de San Bernardino, o sea, en 1892-1893, cuando él era clérigo y daba comienzo al Primer Colegio de la Divina Providencia.





Una Hermana Misionera de la Caridad recuerda:

“Cuando Don Orione hizo esa prédica, yo estaba presente; me parece verlo todavía. A medida que avanzaba en la narración, parecía que veía nuevamente al Sagrado Corazón; al decirnos que las palabras no solamente estaban escritas, sino que fueron pronunciadas por el sagrado Corazón, estaba tan encendido de amor de Dios y su rostro tan iluminado, que yo tuve la impresión de que sus pies no tocaban la tierra.

            Tenía las manos apretadas sobre su corazón, como si quisiese reprimir sus impetuosos latidos”.




Fuente: Don Orione a las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad (Pro manuscrito), Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, Buenos Aires, 1979, pp. 385-388.