miércoles, 26 de abril de 2017

¿Qué es el Cottolengo?


En abril de 1935, Don Orione publicaba una carta explicando que era  el Pequeño Cottolengo Argentino. Pocos días despues, el 25 de abril, se colocaba la piedra fundamental del Cottolengo de Claypole; en 27 de junio, recibia la Casa Central del Cottolengo (Carlos Pellegrini 1441, Buenos Aires) y el 2 de julio, abria sus puertas del Cottolengo de Avellaneda.
Con esta Carta Magna, Don Orione describia cual era el espiritu de esta nueva obra de caridad.



EL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO - QUE ES -
Buenos Aires, 13 de abril de 1935
Calle Victoria - 2084

DEO GRATIAS! - Confiada en la Divina Providencia y en el corazón magnánimo de los Argentinos y de toda persona de buena voluntad, se comienza en Buenos Aires, en el Nombre de Dios y con la bendición de la Iglesia, una humildísima obra de fe y de caridad, que tiene por objeto dar asilo, pan y un poco de bienestar a los “desamparados” que no hayan podido encontrar ayuda en otras instituciones de beneficencia.
            Trae esta obra su vida y su espíritu de la caridad de Cristo, y su nombre de San José Benito Cottolengo, que fue Apóstol, y Padre de los pobres más infelices.
            La Puerta del Pequeño Cottolengo Argentino se preguntará a quien la cruce si tiene un nombre, sino solamente si tiene un dolor.
            "CHARITAS CHRISTI URGET NOS" (II Cor., IV)
            Cuántas bendiciones obtendrán de Dios y de nuestros queridos pobres aquellas almas generosas que concurran a remediar tanta miseria, a endulzar tanto dolor de los que son como “el desecho de la sociedad”.

DE COMO ES EL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO
Él es, por ahora, como un pequeño grano de mostaza, al cual bastará la bendición del Señor para llegar a ser un día en un árbol corpulento, sobre cuyas ramas se posarán los pajarillos. (Math. cap. 13)
            Los pajarillos, en este caso, son los pobres más abandonados, nuestros hermanos y nuestros, amos.

EL OJO DE LA DIVINA PROVIDENCIA
El Señor ama a todas sus criaturas sin excepción; su Providencia, empero, no puede dejar de distinguir con amor de predilección por los miserables, los afligidos, los huérfanos, los enfermos, a los que sufren tribulación de alguna manera, después que Jesucristo se presento como su modelo y Capitán, sometiéndose él también a la pobreza, al abandono, al dolor y hasta el martirio de la Cruz.
            Por lo cual el ojo de la Divina Providencia está, de modo especial, fijo en las criaturas más desventuradas y en aquellas que se hallan sumidad en mayor abandono.


A QUIEN SE RECIBE EN EL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO
El Pequeño Cottolengo tendrá siempre abierta su puerta a clase de miseria moral y material. A los afligidos y desengañados proporcionará nuevos alientos y lumbres de fe.
            Separados luego en tantas otras familias, acogerá en su seno como a hermanos a los ciegos, a los sordomudos, a los retardados, a los incapaces: cojos, epilépticos, viejos inútiles para el trabajo, niños escrofulosos, enfermos crónicos, niños y niñas de cortos años en adelante; jovencitas en la edad de peligros morales; a todos aquellos, en una palabra, que por una u otra causa necesiten de asistencia,[1] de auxilio, con el agregado de que no pueden ser recibidos en hospitales y asilos, y que verdaderamente sean abandonados: sean de cualquier nacionalidad, sean de cualquier religión, sean también sin religión alguna: ¡Dios es Padre de todos!
            Es claro que todo esto se llevará a cabo gradualmente, mientras se vaya edificando y se disponga del lugar conveniente, confiando en Dios y en el concurso de los corazones misericordiosos, desconfiando tan sólo de nosotros mismos
            En el Cottolengo no deberá quedar sitio vacío.
            Nuestra debilidad no nos asusta: la consideramos como el trofeo de la bondad y de la gloria de Jesucristo.

COMO SE RIGE Y GOBIERNA EL PEQUEÑO COTOLENGO ARGENTINO
Nada es más agradable al Señor que la confianza en Él.
            Y nosotros querríamos poseer una fe, un coraje, una confianza tan grande cuán grande es el Corazón de Jesús, el cual es su fundamento.
            El Pequeño Cottolengo Argentino se rige in Domino: sobre el fundamento de la fe; vive in Domino, de la Divina Providencia y de vuestra generosidad; se gobierna in Domino, esto es, con la caridad de Cristo: todo y sólo por amor, hasta el holocausto de nuestra vida, con el divino auxilio.
            ¡Y nada de empleados! Nada de fórmulas burocráticas, que a menudo angustian, si por ventura no vuelven humillante el bien: nada que se parezca a una administración; nada de eso.
            Todo depende de la Divina Providencia; quien todo lo hace es la Divina Providencia y la caridad de los corazones misericordiosos, movidos por el deseo de hacer el bien, tal como el Evangelio nos lo enseña, a aquellos que más lo necesitan.


TIENE REDITOS EL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO
Vosotros quizás creeréis que poseemos con fondos y réditos.
No, amigos míos; de todo eso tenemos menos que nada.
            El Pequeño Cottolengo no tiene réditos, y no podrá jamás tener tales réditos; va adelante día a día: "panem nostrum quotidianum".
            Aquel Dios que es el gran Padre de todos, que piensa en el pajarillo del aire y viste a los lirios del campo, envía con mano benéfica el pan cotidiano, esto es, aquel que se necesita cada día.
            Nuestro banco es la Divina Providencia, y nuestra bolsa está en vuestro bolsillo y en vuestro buen corazón.

COMO SE VIVE EN EL COTTOLENGO ARGENTINO
El Cottolengo está construido sobre la fe, y vive de los frutos de una caridad inextinguible.
            En el Cottolengo se vive alegremente: se ora, se trabaja en la medida que las fuerzas de cada uno; se ama a Dios, se ama y se sirve a los pobres. En los desamparados se ve y se sirve al mismo Cristo, en santa y perfecta alegría. ¿Quién más feliz que nosotros?
            Y también nuestros queridos pobres viven contentos: ellos no son nuestros huéspedes, no son asilados, sino que son los patrones y nosotros sus sirvientes, ¡así se sirve al Señor!
            ¡Cuán hermosa es la vida en el Cottolengo! Es una sinfonía de oraciones por los bienhechores, de trabajo, de alegría, de cantos y de caridad!

DE QUE MANERA SE PUEDE AYUDAR AL PEQUEÑO COTTOLENGO ARGENTINO
De mil maneras: con la oración, con dinero y haciéndolo conocer de personas de corazón y benéficas, que puedan cooperar a tan gran bien.
            Por otra parte, todo aquello que tengáis y no podías utilizar más, enviadlo al Cottolengo. Por ejemplo: ¿tenéis un par de botines que no lleváis más? Y bien, enviadlos al Cottolengo. ¿Tenéis lienzos, ropa blanca vieja, frazadas y vestidos usados, sombreros deteriorados? Y bien, enviadlos al Cottolengo. O avisad por teléfono dónde y cuándo podríamos ir a tomar dichos objetos. Nuestros teléfonos son: U.T 61-2654 y también 7 San Fernando.
            Todo es grande cuando es grande el corazón que lo da. Como en el Cottolengo se reciben los a los llamados desechos de la sociedad, así también se reciben los desechos de vuestra casa: muebles fuera de uso o rotos, mesas, sillas, camas, libros, cuadros, retazos inservibles y artículos de ropavejero: pan, carne, fideos, harina, legumbres, medicinas, carbón, leña, etc, todo sirve a los pobres del Pequeño Cottolengo Argentino.
            En el Cottolengo somos todos más pobres que vosotros, comenzando por los Padres, los cuales recibirán y vestirán con sentimientos de mucha gratitud los trajes eclesiásticos desusados que el Reverendo Clero tuviese a bien ofrecérselos en caridad.
Al muy Rvdo. Clero Argentino el Pequeño Cottolengo manda su humilde saludo en el Señor, anticipándoles vivas manifestaciones de agradecimiento por la benévola acción que querrá desenvolver con el fin de que se conozca la nueva institución, que ha sido ampliamente bendecida por el Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico y por los excelentísimos señores arzobispos de Buenos Aires y de La Plata.
            Si alguno deseare dedicar lechos, un aula, un dormitorio, a la memoria y al nombre de una persona querida, esto puede hacerse en el Cottolengo, y se transmutará en bendiciones el acto magnífico del insigne benefactor o benefactora y de su familia.


VISITAD AL COTTOLENGO
¡Oh, argentinos, que poseéis el corazón más noble que haya jamás encontrado, venid a visitar a los pobres del Cottolengo, donde hay laus perennis por la prosperidad de vuestras familias y de la República; donde todo es simplicidad de vida y buen sonreír, sereno y reconocido donde todos los sacrificios y todas las palabras se confunden y se mudan en una sola: ¡CARIDAD!
            ¡El Señor perdona tantas cosas, por una obra de misericordia!

A LAS BENEFACTORAS Y A LOS BENEFACTORES
Suscite Dios en Buenos Aires y en toda la República Argentina, muchos corazones generosos, abiertos al bien, que vengan a coadyuvar en esta Obra de cristiano amor hacia los hermanos más miserables.
            Quieran todos rogar por nosotros, y recordar con benevolencia a nuestros queridos pobres; ellos, nada olvidadizos, rogarán siempre por sus bienhechores, y sus bendiciones seguirán a estos y los confortarán en todos los días de su existencia.
            A todos cuantos presten su concurso al Pequeño Cottolengo Argentino conceda el Señor el ciento por uno en la presente vida, eterna recompensa en el Cielo!
            Custodia, Reina y Madre del Cottolengo Argentino, es María, Madre de Dios, la Santa Señor de la Divina Providencia.
            ¡Oh, mi Santa Señora, he aquí que os he consagrado por Patrona y Madre; ahora os toca a Vos!
 Sacerdote LUIS ORIONE
 de los Hijos de la Divina Providencia



Buenos Aires, Abril 12 de 1935
Puede imprimirse
ANTONIO ROCCA
Vic. Gen.





 

Esta carta fue publicada por el diario el Pueblo, a modo de separata  en su edición del 12 de abril de 1935; y en  Boletín Eclesiástico de la Diócesis de La Plata 6 (1936), pags. 181-184.





[1] Para no caer en juicios erróneos, nos parece conveniente mencionar que Don Orione utiliza los términos propios de la época para referirse a las personas con discapacidad; por otra parte, al decir que ellos “son los patrones y nosotros [los religiosos] sus sirvientes”, muestra una visión de avanzada sobre la discapacidad.



jueves, 13 de abril de 2017

¡Hermanos, estamos en Pascua!



Texto tomado de una carta que Don Orione escribió desde la Argentina con ocasión de la Pascua de 1935, en la que el afecto se mezcla tiernamente con los saludos pascuales.

¡Oh, gran Dios,
Padre de bondad, de misericordia y de paz,
bendice a mis Hijos lejanos,
a mis alumnos y ex-alumnos;
bendice a mis señores predilectos, mis Pobres,
cobijados bajo las alas de tu Providencia!

Hermanos míos,
muy queridos y amados,
escucho en mi interior
las campanas de mi Patria lejana,
que suenan a gloria;
ese himno sonoro,
por las ciudades y pueblos,
despierta en mí
los recuerdos más santos:
esas campanas cantan la Resurrección de Jesús
y me hacen llorar de fe,
de alegría,
de amor a Dios,
de amor a ustedes,
de amor a nuestra tierra.


Hermanos, que estos alegres ecos,
no sean para todos nosotros
una simple recordación del pasado,
de que hace veinte siglos
 resucitaba Jesús a nueva vida;
sino que hagan que, hoy,
nuestra alma resucite
a vida espiritual, vida más alta.

¡Valor, hermanos míos:
sursum corda! ¡Arriba los corazones!
¡y adelante, siempre adelante en el bien!
¡Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre!


¡Felices Pascuas! ¡Felices Pascuas a todos!
¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
Que la bendición de este pobre sacerdote,
amigo y padre de todos ustedes,
sea anuncio y anticipo de aquella bendición abundante
que Dios misericordioso querrá concederles
en el día sin fin de la gloria!

¡Cristo ha resucitado!
¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
¡Felices Pascuas a todos y a cada uno!
¡Recen siempre por mí!


¡Hermanos, estamos en Pascua! Nuestro Cordero, "el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo", ya ha sido inmolado: se ha hecho nuestro Sacrificio, nuestra Redención, nuestro Banquete. Y ha resucitado, para ser nuestra levadura divina, nuestra resurrección y nuestra vida.

¡Cristo ha resucitado, y está con nosotros! Esperanza nuestra llena de inmortalidad: Cristo ha resucitado y nos precede, Rey victorioso, Rey invencible: ¡Aleluya!

¡Estamos en Pascua! Hermanos míos, ¿Cómo no pasar de la tibieza al fervor de espíritu? ¿Por qué, si alguien se sintiera lejos de las fuentes divinas de la gracia, no va a querer resucitar de la muerte del pecado a la vida en Cristo y no va a darle  a su propia alma la paz, la serenidad plena, la fe viva y enérgica del bien?

¡Cristo ha resucitado! ¿Y qué nos queda por hacer a nosotros, hermanos,  en este tiempo de los ácimos pascuales? Que con las resoluciones más santas, con las intenciones más puras, con el corazón más humilde, vayamos a Jesús de madrugada al despuntar el sol, es decir después de habernos librado de la negra capa de nuestros vicios y pecados, con una buena confesión.
Y vayamos a su tumba con bálsamos y  aromas, con el incienso de nuestras acciones y de nuestras virtudes.


Y no nos espante la pesada piedra, que es la ley escrita sobre tablas de piedra: ya ha sido removida, y se ha hecho liviana. La resurrección de Jesús ha facilitado todas las leyes, ilumina todos los misterios: reconforta  nuestra vida con la esperanza del cielo.

Que la alegría y la felicidad de la resurrección consuelen en la fe a las inteligencias, hagan suave al corazón la palabra del Señor, y nos permitan pregustar aquí y ahora el gozo de nuestra propia resurrección a la vida eterna y a la gloria de Jesucristo! ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

¡Estamos en Pascua! Alabemos y celebremos con gozo inefable esta gran solemnidad cristiana, con los ácimos santos de la pureza, de la verdad y de la caridad. Redimidos y santificados por la virtud de Cristo, hagamos el propósito de mantenernos siempre ácimos de fe, de honestidad, de pureza, para que el Señor nos llene de toda su santa alegría, y nuestra vida sea fervor de santidad, y el corazón viva en Cristo, brille e incendie a todos con la caridad de Cristo.