martes, 26 de febrero de 2013

El Papa, mi amor mas dulce y mas grande



En una carta, escrita en ocasion de la Navidad de 1922, Don Orione nos comparte su amor por el Papa y la Iglesia

..."Mírame, Señor, a mí y a mis hermanos según la grandeza de tu bondad y la multitud de tus misericordias... Protege y conserva el ánimo de tu mínimo siervo en medio de tantos peligros de la vida caduca; y, con la ayuda de tu gracia, guíalo por el camino de la paz a la patria de la luz perpetua. Así sea" (Imitacion de Cristo 1. 3, 59).

 En este suspiro de toda alma y en la divina armonía de nuestras almas, que es la mutua y fraterna caridad, les ruego, hijos y hermanos míos, que me perdonen por amor a Dios mi gran ignorancia y negligencia y todas mis faltas contra ustedes y los malos ejemplos que les he dado, todo sufrimiento y toda amargura que pueda haberles causado, no sólo durante este año que está por terminar sino durante toda mi vida; les pido humildemente perdón como lo haría si estuviese cerca de la muerte.



Y ahora los abrazo espiritualmente "in osculo sancto" (con el beso santo) a todos y cada uno, y los animo a la práctica de la virtud, hijos míos, que son mi alma: Y los exhorto a tener siempre grandísima confianza en la Divina Providencia, y a amarse, hijos míos, a amarse unos a otros, y amar mucho a las Almas, las Almas!, buscando especialmente a los humildes y pequeños abandonados.



Este es el deseo ardiente de mi alma; pero, primero, mi amor más dulce y mayor es el Papa, o sea Cristo: el Papa, para mí y para ustedes, es el mismo Jesucristo: "el dulce Cristo en la tierra", decía Catalina de Siena. Amar al Papa es amar a Jesucristo. De ahí que tenemos que considerar como una gracia muy particular el desgastar, consumar y dar la vida humildemente y fidelísimamente, a los pies de la Iglesia y por la Santa Iglesia, por los Obispos y por el Papa.

Y así, los Hijos de la Divina Providencia, con la ayuda de Dios, crean, esperen, luchen, sufran y amen: fieles a la acción interior y misteriosa del Espíritu y de aquella eterna Verdad que nos hace libres; guiados por el magisterio auténtico, viviente y único infalible de la Iglesia, una, santa, católica, apostólica y romana; en un espíritu de amor, de comunión suave, sagrada, fraterna!



"Ceñidos los lomos" y teniendo en la mano las "lámparas encendidas": con la mirada y los corazones hacia arriba, a la Virgen celestial, caminen confiados por el camino recto del Señor: y crecerán en todo, hasta llegar a Aquél que es nuestra Cabeza, o sea, Jesucristo. - Por la Iglesia y por el Papa subamos hasta Cristo!


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