martes, 17 de noviembre de 2015

Oración a María, celeste fundadora



            ¡Ave, oh María, llena de gracia, intercede por nosotros!


           Recuerda, Virgen Madre de Dios, mientras estás en presencia del Señor, de hablarle e implorar por esta humilde Congregación tuya, que es la Pequeña Obra de la Divina Providencia, nacida a los pies del Crucifijo, en la gran semana del Consummatum est.[1]
 



            Tú lo sabes, oh Virgen Santa, que esta pobre Obra es Obra tuya: Tú la has querido, y has querido servirte de nosotros, miserables, llamándonos misericordiosamente al altísimo privilegio de servir a Cristo en los pobres; nos has querido siervos, hermanos y padres de los pobres, vivientes de fe grande y totalmente abandonados a la Divina Providencia.
 

             Y nos has dado hambre y sed de almas, de ardientísima caridad: ¡Almas! ¡Almas! 


            Y esto en los días que más recordaban al desangrado y consumido Cordero, en los sacros días que recuerdan cuando nos has generado en Cristo, sobre el Calvario.


            ¿Qué hubiésemos podido nosotros, sin Ti? ¿Y qué podríamos, si Tú no estuvieses con nosotros?


            Entonces, di: ¿a quién iremos nosotros, si no es a Ti? Y ¿no eres Tú la meridiana antorcha de caridad? ¿No eres la fuente viva de aceite y bálsamo, la celeste Fundadora y Madre nuestra? ¿Tal vez no es en Ti, oh Bendita entre todas las mujeres, en la que Dios ha reunido toda la potencia, la bondad y la misericordia?


            ¡Oh sí: en Ti misericordia, en Ti piedad, en Ti magnificencia, ¡en Ti se reúne lo que en criatura hay de bondad!


            Sí, sí, ¡oh Santa Virgen mía! Todo lo tienes Tú, y todo lo puedes Tú, ¡lo que Tú quieras!


            Nel nome della Divina Provvidenza, 155.




[1] Referencia a la Semana Santa.

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