En
1935, Don Orione asumía “la Casa de Lanús” (hoy, Villa Dominico). Allí abrió la
primera casa de formación para sus religiosos en Argentina y el colegio San
Vicente de Paul, una pequeña escuela primaria para los niños del barrio.
En
septiembre de 1937, a poco de su vuelta a Italia, Don Orione envía una hermosa
carta al P. Cesar Di Salvatore, donde encontramos directivas de cómo tenía que
ser la casa de formación y la escuela
Un tratado de cómo deben ser las
escuelas orionitas:
“En Lanús
deben estar solamente los aspirantes y los novicios, y algún hombre apto para
los servicios de la casa, con tal que no disturbe el espíritu de la casa y viva
las prácticas de piedad de la casa, como si fuera un religioso (…)
Y
que la escuela sea alegre, como un entretenimiento, como una recreación: hacer
amar la escuela, hacer amar la escuela, tenerla viva y vivaz, también con
palabras de consuelo, con chistes: para no cansarlos, sino encariñarlos al
estudio y la vocación.
No les
grites, no los mortifiques, sino anímalos siempre, ¡siempre!
Cuida
su piedad y la vida religiosa pero con simplicidad, sin exageraciones, sin que
pese: la religión no debe jamás pesar, no debe ser una campana de plomo
aplastante, sino un rayo sereno de cielo que conforte y eleve el espíritu.
Ten esto como
regla general. Celebraciones breves.
Ten en la
mano el corazón de tus jóvenes, para ellos sé un padre en Cristo y una madre en
Cristo como el P. Cremaschi.
Sé siempre
leal, veraz y sincero; para que tengan plena estima y plena confianza en ti”.
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