martes, 22 de mayo de 2012

Un ejemplo de Sacerdote y Orionita: Recordando al P. Pablo


             El Junio de 2007, visite al P. Pablo en el Santuario della Madonna di Caravaggio en  Fumo (Italia), quien apenas supo que yo era argentino me recibió como un hijo. Recuerdo que los parroquianos al escuchar mi acento me decían: “¿argentino?, ¿usted es un alumno del P. Pablo?”.
Durante ese fin de semana, compartimos largas charlas acerca de su vida, su ministerio, Don Orione, la Congregación y su querida Argentina.

  
Algunas frases del P. Pablo
·         El Busso es un niño adentro, el cuerpo es viejo y a veces no responde, pero el espíritu es joven”.
·         “Antes de irme de la Argentina les dije a todos: Pórtense bien, o vuelvo de provincial”.
·         “Estoy contento de ser sacerdote, y todos los días le doy gracias a Dios de eso. Tengo más de 60 años de misa y estoy feliz de ser sacerdote”.
·         “Hice 50 años en Argentina, ahora estoy haciendo 50 en Italia, cuando termine, vuelvo a hacer otros 50 en Argentina.
·         “Busque siempre de vivir en gracia de Dios, pese a mis debilidades, y nunca me fui a dormir en pecado”.

 
Como afrontar los problemas
Y luego agrego algo que me quedo grabado, palabras que aun hoy me hacen repensar mi modo de enfrentar los problemas: Nosotros, los viejos somos fuertes, ustedes son más débiles. Nosotros no somos como ustedes, a veces no entendemos algunas cosas, pero somos más fuertes, no venimos abajo cuando comienzan los problemas, es que nosotros pasamos una guerra. Cuando vienen los problemas, no bajamos los brazos, esperamos otra guerra. Nosotros pasamos la guerra, hambre, bombardeos. Recuerdo que estábamos en Génova, en una casa que no si aun la tenemos, cerca había una fábrica de armas, un día nos bombardearon desde los barcos, vos sabes que las bombas de los barcos son peores de las que caen de los aviones. Nosotros nos refugiamos en una especie de “subterráneo”, así lo llamábamos nosotros. Una bomba cayó cerca, y su onda nos movió a todos de una pared a otra. Cuando salimos, vi tres hoyos inmensos alrededor de la casa, si alguna de esas bombas hubiese caído en la casa no estaríamos vivos. Luego, nos fuimos de ahí, a un lugar cerca de Fumo”.

Las vocaciones
            Hablando de las vocaciones y tanto jóvenes que acompaño al altar, decía: En un sueño Jesús me dijo: “me pediste acompañar muchos jóvenes al altar, pero nunca me pediste acompañar dos obispos”. No recuerdo los demás detalles del sueño, pero recuerdo con cariño ese sueño. A Jesús le pedí la gracia de acompañar muchos jóvenes al altar, y me concedió esta gracia, pero nunca pensé que acompañaría dos obispos (refiriéndose a Mons. Mykycej y Mons. Uriona). El Señor me ganó, me dio más de lo que me pedía. El Señor siempre nos da más gracias de las que les pedimos. Siempre trabaje por los jóvenes y las vocaciones, acompañar un joven no es una tarea fácil.

El recuerdo de Don Orione
            Al hablar sobre Don Orione, parecía un niño hablando de su papá, su rostro se transformaba: Don Orione era un padre, derecho, así (mientras ponía su mano recta), pero era un padre. Si no fuese por Don Orione, hoy yo sería un comunista.
Y me contó una historia, una picardía de sus años de seminario menor. 
 Un día antes de visitar un santuario, Don Orione les contó que en dicho santuario estaba el cuerpo de un santo del cual él era muy devoto. Entonces, el P. Pablo, entonces seminarista menor, junto con otro compañero tuvieron una idea: llevarle a Don Orione una reliquia del santo.
Ya en el santuario, mientras que un fraile hablaba acerca de la vida del Santo y el templo, cuando nadie se dio cuenta, él y un compañero cortaron un dedo del pie del santo.
Apenas volvieron al seminario, Don Orione les salió al cruce y les dijo: “¡Qué hicieron! ¡Qué hicieron!”. Inmediatamente le dijeron al Fundador lo que habían hecho y este les dijo: “mañana, volverán al santuario, se presentaran al fraile, le dirán lo que hicieron, le devolverán el dedo y le pedirán perdón”.
“Yo no se como se entero, pero sentimos dolor por haberlo hecho enojar, y al día siguiente, hicimos lo que él nos dijo. Don Orione era muy exigente, pero era un padre”.

La misión
En esos días, el Busso me pregunto que estaba haciendo en Italia, entonces le conté que había terminado la formación permanente y debía ir a Londres a estudiar ingles para ir a Filipinas. En cuanto supo que iba a la misiones, me beso las manos y agrego: “Pablo, te besa las manos por que sos misionero, y eso es una gran palabra”. Su gesto me dejo sin palabras y al mismo tiempo me hizo sentir indigno.
Luego solo en la cripta de la Virgen, rezaba y pensaba en Pablo, y tantos misioneros que estuvieron en Argentina, los que conocí y los que no.
Y por ultimo, me compartió algo de su experiencia misionera: Cuando salíamos a las misiones no sabíamos si volvíamos a casa, pero salíamos contentos. Cuando me pidieron ir, acepte sin saber a dónde iba, “voy a donde me pida la congregación” y eso siempre me acompaño”.


A modo de conclusión
            Recordar al P. Pablo es recordar un sacerdote feliz de ser sacerdote, preocupado por los jóvenes y las vocaciones, un hombre de Dios y fiel hijo de Don Orione.
Ojala el Señor nos de la gracia de seguir el ejemplo del P. Pablo y tener algo de su pasión por las almas.
¡Gracias P. Pablo por tu ejemplo de sacerdote y de orionita!

P. Facundo Mela, fdp
Payatas, Filipinas
20 de mayo de 2012

miércoles, 16 de mayo de 2012

Don Orione: un hombre de Dios


En su carta “La única cosa necesaria”, el P. Flavio Peloso nos recuerda cual fue el secreto de Don Orione.

En las actas del proceso de canonización de Don Orione se encuentra el cuento de un episodio testimoniado por Don Giovanni Venturelli. “Todavía viviente Don Orione, entre los cohermanos, surgió la pregunta cuál fuese el aspecto más profundo, justificativo de toda la vida y la acción de nuestro Padre; las respuestas fueron variadas, poniendo la explicación del “fenómeno” Don Orione algunos en la caridad, otros en su piedad, otros en otros detalles de su personalidad. A un cierto punto intervino el recordado Don Biagio Marabotto haciéndonos callar y poniéndonos de acuerdo  preguntándonos: “Pero digan: ¿qué es lo que explica todo en Don Orione? ¿No es Dios? He aquí cosa es, sobre todo, Don Orione: un hombre que vive de Dios”[1]


Visitando el mundo orionino a menudo me sucede de escuchar alabanzas, cumplidos y exaltación por lo llevado a cabo por cohermanos “fenomenales”. Gozo, pero me siento más tranquilo y aplaudo con más ganas cuando escucho, en primer lugar, de entre los títulos de alabanza: “es un hombre de Dios”.
Ser “hombres que viven de Dios”: es este el objetivo y la contribución de nuestra vida religiosa. De este nuestro ser deriva nuestro nuevo (es decir auténtico) hacer apostólico, nuestro papel como comunidad y “a través de las obras de caridad”[2].



Para leer la carta completa, clicar: 


[1] Positio, p. 993. Pero don Orione mismo enseñó a sus clérigos y cohermanos: “quiero confiarles un gran secreto. ¿Cuál es el gran secreto para lograr fecundidad en las sobras de apostolado, para obtener resultados satisfactorios en nuestro trabajo, en el campo de la caridad cristiana? Este secreto es la unión con Dios, vivir con Dios, en Dios, unido a Dios, tener siempre el espíritu elevado a Dios. En otras palabras es la oración intensa. Todo lo que se hace se transforma, así, en oro, porque todos se hace para gloria de Dios y todo se transforma en oraciónParola del 26.9.1937.
[2] Leemos en Vita consecrata 84: “La función de signo, que el Concilio Vaticano II reconoce a la vida consagrada, se expresa en el testimonio profético del primado que Dios y los valores del Evangelio tienen en la vida cristiana. En fuerza de tal  primado nada puede ser ante puesto al amor personal por Cristo y por los pobres en los que Él vive”.

miércoles, 9 de mayo de 2012

P. Benito Santiago Anzolin fdp. El Albañil de la Virgen


Por P. Jacinto Rojas

La historia de Itatí está irrenunciablemente ligada a la Virgen y su Basílica. Y en la historia de la Basílica hay una figura por pocos conocida, pero que es el hacedor de la maravillosa Casa de María a la vera del Paraná: Don Benito Anzolín.

El P. Anzolín fue un hombre de Dios. Religioso orionita emprendedor, que interpretó el deseo de Don Orione de construir un gran santuario digno de la Virgen. 

 Apenas llego a Itati, Don Anzolín se puso en campaña. Logró ver hecho realidad el deseo de Don Orione, y con el gozo de haber llevado a cabo este proyecto les dice a sus parientes en una carta: “Es uno de los santuarios más grande de América”.
Pero además de la construcción, el P. Benito Anzolín se ocupó de los peregrinos, de la vida sacramental de sus parroquianos, y de dejar la impronta del carisma orionita en tierras itateñas. Su compromiso apostólico hacia que para ir a ver a un enfermo recorriera a caballo los senderos correntinos por “más de siete horas”. Se ocupó de los que sufrían dolencias corporales y espirituales, cuidó de su prójimo. Delineó el modo de ser del cristiano entre los itateños. Un hombre que rezaba y hacia rezar, porque en la oración se fortalecía y encontraba apoyo.
Como dice el Evangelio, “comenzó a edificar” la Basílica, no con sus propias manos, pero fue el encargado de administrar la parte contable, encargarse de la compra de materiales, etc. Llegó a ver la última etapa y todo el proceso: los cimientos, la terraza, la cúpula y la colocación en la cima de la imagen de bronce que domina todo el pueblo desde lo alto, porque desde “allí  Ella es la Señora” de los corazones de sus devotos hijos. 
 El P. Anzolín había nacido en Zane, provincia de Vicenza, Italia, el 24 de octubre de 1898. Ingresa a la Congregación el 5 de diciembre de 1913 recibido por el mismo Don Orione. Realiza su primera profesión religiosa en el año 1925 en Venecia de manos del P Carlos Sterpi. Es ordenado sacerdote el 7 de abril de 1928.
A bordo del transatlántico “Giulio Cesare”, zarpa desde el puerto de Génova (Italia) rumbo a Buenos Aires, a dónde llega el15 de agosto de 1929. En nuestra tierra desempeña su tarea sacerdotal y apostólica en cuatro destinos diferentes, el último de ellos en Itati. Pasó por Mar del Plata, Victoria y Tres Algarrobos.
Es el mismo Don Orione quien le escribe al P José Zanocchi —entonces superior de la Congregación en Argentina— diciéndole que envié a Don Anzolín a Itati.
Hay testimonios de laicos que comentan que el día 30 de setiembre de 1937 llegó a Itati, donde se quedé hasta el 26 de febrero de 1946, debiendo partir para siempre del pueblo de la Virgen ya con su salud muy quebrantada.
En los casi diez años que estuvo en Itati fue administrador y párroco del santuario que hoy conocemos como Basílica-Santuario “Nuestra Señora de Itati”, nombrado por Mons. Francisco Vicentín, obispo de Corrientes.
El P. Anzolín fue el impulsor de la construcción de la basílica, como lo fue reconocido por el mismo obispo, quien admitió que jamás se hubiera decidido a encarar el proyecto si “no fuera por el entusiasmo e insistencia del P. Benito”.
En los últimos años, el corazón del P. Benito estaba muy fatigado y después de tres recaídas muere en Buenos Aires el 10 de mayo de 1946 siendo aún joven: 48 años de edad, 20 de profesión religiosa y 18 de sacerdocio. 


El P. Anzolín fue un hombre totalmente consagrado al apostolado que se distinguió por su amor a la Eucaristía y su devoción a la Santísima Virgen. Una de sus motivaciones fuertes era hacer conocer a los niños y a la gente sencilla la doctrina cristiana. Por su fina delicadeza para con los pobres y enfermos, compró un hotel en construcción, a una cuadra del puerto, cercano al rio Paraná y lo transformé en hospital. Durante mucho tiempo se lo conoció como Hospital “Nuestra Señora de Itati”.
Algo que consideramos emotivo y que habla de la grandeza de ánimo de este sacerdote entregado por la causa de Cristo, es que nunca pudo volver “a sus pagos”, a ver a sus familiares, porque se había desatado la segunda guerra mundial. Fueron años duros y difíciles, y él mismo ante la imposibilidad de viajar se consuela diciendo en una carta: “nos veremos en el cielo…”
Una oración en su memoria a María de Itati es el mejor reconocimiento que le podemos dar todos quienes contemplamos la maravillosa obra que el P Anzolín supo concretar en honor de la “Tiernísima Madre de Dios y de los hombres”.

Fuente: Revista Don Orione n° 41 (septiembre de 2007)

martes, 1 de mayo de 2012

Don Orione mirando al Paraguay


            El 15 de Agosto de 2011, el P. Ángel Pellizzari fue llamado a la casa del Padre. Este hecho trajo a mi memoria muchos gratos recuerdos, ya que fue para mí un padre en la fe.
La figura del P. Ángel y su epopeya misionera nos invita a reflexionar sobre la presencia de la Congregación en Paraguay: la profecía de Don Orione al entonces P. Bogarín (1939),[1] la casa de Itacora (1976), la cura pastoral de Ñeembucú, la labor del P. Luis Cacciuto (1978-1984), la apertura del Cottolengo (1985) y tantos otros hechos y personas. También vale la pena mencionar que este año la Congregación celebra su 35° aniversario en Paraguay.


            Si buscamos entre los escritos del Fundador, encontramos algunas menciones al Paraguay, todas ellas anteriores a la profecía que Don Orione hizo a Mons. Bogarin. En estos escritos podemos ver que Don Orione miró esa tierra y soñó con la tierra guaraní.
            La primera mención acerca del Paraguay es de 1921, luego de unos meses en Brasil [2] y su primera visita a la Argentina,[3] Don Orione expresa su deseo misionario de llegar a más lugares, entre ellos al Paraguay:
            “Quiero lanzarme al Uruguay, el Paraguay y luego tratar de plantar una tienda también en Chile y Bolivia, pero sería un general sin soldados, y con discreción, si le agrada a Dios, en unos años me dedicare a esto. Mi corazón realmente llora, tener tantas propuestas para abrir casas y siempre tener que rechazarlas”. [4]
            Vemos aquí un corazón misionero que quiere dar respuesta a los desafíos de la misión, pero que no cuenta con el personal necesario para hacerlo.
            Las otras menciones al Paraguay serán durante su segunda estadía en Sudamérica y estarán siempre relacionadas al Santuario de Itatí, “en los confines de la república y frente al Paraguay”.[5]


            Pero en una carta al P. Sterpi, escrita antes de la toma de posesión del Santuario, el Fundador le hablará sobre dicho Santuario y algún proyecto vocacional:

            “Como me parece que le escribí hace algunos meses, acepté por insistencia del Nuncio, uno de los cinco santuarios principales de la Virgen en la Argentina, en los confines de la república y frente al Paraguay, del que nos separa sólo el Río. La Virgen de Itatí fue coronada ya desde el 1600 y es muy venerada por los indios. (…) Lo acepté con gusto porque es un santuario de María. Contiguo al santuario hay un lindo edificio que cómodamente podría transformarse en un aspirantado para los paraguayos y los indios: en medio de los indios y una verdadera tierra de misión: primero habrá un seminario.
            Espero encontrar buenas vocaciones entre los indios y en el Paraguay. Los jesuitas tienen una casa adrede en el Paraguay para las vocaciones paraguayas. ¡Recen!” [6]

            Sin bien el Fundador nunca pudo llevar a cabo dicho proyecto y nunca hubo una casa de formación allí (hasta el día de hoy), Itatí fue un referente vocacional para algunos paraguayos que ingresaron a la Congregación antes de la apertura de la comunidad en Ñeembucu.
            Por ejemplo, hablando del P. Benito Anzolin, decía el P. Corazza: “Lo conocí como Rector del Santuario de Itatí. Oí hablar de él como apóstol infatigable, penetro el Paraguay de dónde sacó numerosas vocaciones para el Colegio Apostólico,…”.[7]
            Entre las vocaciones que tomaron contacto con la Congregación podemos contar al P. Julián Jara y al P. Andrés Benítez.
            La última referencia del Fundador acerca del Paraguay, es la mención del guaraní antes de comenzar su viaje de despedida de la Argentina: “Voy a Sáenz Peña, en el Chaco, y luego al santuario de Itatí, frente al Paraguay, donde se habla guaraní”.[8]
            Don Orione soñó con el Paraguay y pensó en las vocaciones de dicha tierra. Me lo imagino caminando por las orillas del Paraná en Itatí, mirando al Paraguay y soñando cruzar allí para dar su vida entre los pobres. Un sueño que él no lo verá cumplido en vida, un sueño que él verá recién desde el cielo, ya que sus hijos lo llevaran a cabo en su nombre.
Hoy, la obra Don Orione “no está más en Paraguay”, sino que “es paraguaya” y habla guaraní.
En homenaje a los PP. Ángel Pellizzari y Luis Cacciuto.

P. Facundo Mela fdp


[1] Acerca del encuentro entre Don Orione y Mons. Bogarin, Cf. Pellizzari, Angelo, “Una historia llena de mensajes”, Don Orione, Buenos Aires, Noviembre - Diciembre 2001, 21; cf. “Testimonio de Mons. Ramón Bogarin Argaña acerca de su encuentro con Don Orione”, Noticias (Anexo), Buenos Aires, Agosto 2001, 4-2; cf. “Mons. Ramon Bogarin Argaña ricorda Don Orione”, Messagi 111, 2, 2003.
[2] Don Orione pisó suelo brasilero por primera vez el 20 de agosto de 1921.
[3] Don Orione pisó por primera vez suelo argentino el 13 de noviembre de 1921, permaneciendo hasta el 5 de diciembre.
[4] Carta al P. Cremaschi. Rio de Janeiro, 13 de diciembre de 1921. Scritti 2,210.
[5] Otras menciones: Carta al P. Sterpi. Buenos Aires, 22 de Enero de 1936 (Scritti 19, 7); carta al Clérigo Sciaccaluga. Buenos Aires, 5 de septiembre de 1935 (Scritti 27,238); carta al General Beaud y señora. Buenos Aires, 14 de agosto de 1935 (Scritti 41,126 y 41,163), carta colectiva a sus religiosos. Rio Paraná, 29 de Junio de 1937 (Scritti 52,70) y carta al P. Cantoni. Buenos Aires, 6 de septiembre de 1936 (Scritti 32, 173 y 32,236).
[6] Carta al P Sterpi 3 de agosto de 1935. Scritti 18,129.
[7] Necrologio Provincial 2010 (Pro manuscrito), Buenos Aires, PODP, 2010, 57.
[8] Carta a sus religiosos en retiro anual. Buenos Aires, 22 de Junio de 1937. L. Orione, Lettere, Roma, Postulazione della Piccola Opera della Divina Provvidenza, 1969, volumen II, 446. Otra mención se encuentra en la carta a la Srta. María Gámbaro. Buenos Aires, 14 de Julio de 1937. (Scritti 41,61 y 41,72)

lunes, 23 de abril de 2012

Cacciuto y Pellizzari, Dos Grandes Misioneros


En el año 1984, luego de la gran inundación que azoto el Norte Argentino y sur del Paraguay, mi papá junto con otros dos hombres de Pompeya, viajaron hasta el Paraguay para llevar ropa y alimentos al P. Ángel Pellizzari[1] quien se encontraba en la misión de Ñeembucu.

P. Ángel Pellizzari
En esa ocasión mi papá, un hombre que ama el trabajo y amigo del P. Ángel, tuvo la gracia de conocer otro gran misionero, el P. Luis Cacciuto,[2] un hombre que lo impacto por su amor a la misión y a los pobres.


Si bien mi papá habia escuchado mucho sobre la naciente misión en Paraguay, el testimonio de estos dos hombres y el haber compartido con ellos charlas, ratos de mate y algo de su trabajo, lo impacto más.

Pero lo escandalizo mucho mas, cuando se encontró con otros religiosos que rechazaban ir a la misión de Paraguay ya sea por la falta luz eléctrica, los mosquitos o los grandes sacrificios que exigía. Recuerdo claramente su comentario: “Para que se hicieron curas, si no quieren laburar”.

P. Luis Cacciuto
Durante esos días en Paraguay, ambos le contaron acerca de la formación que habían recibido casi en la misma época. En dos lugares distintos, uno en Italia y el otro en Argentina, habían sido formados en el sacrificio, la entrega y el amor a los pobres. Habían recibido una formación muy exigente, que no daba lugar a medias tintas, pero que los había preparado para ser verdaderos apóstoles e dignos hijos de Don Orione.

 Hasta al día de hoy, mi padre recuerda a estos dos misioneros, que eran felices donde nadie quería ir.



De los escritos de Don Orione: 

       “¡Trabajo, trabajo, trabajo! Nosotros somos los hijos de la fe y del trabajo. Y tenemos que amar, y ser apóstoles del trabajo y de la fe. Tenemos que esforzarnos por trabajar, y trabajar cada vez más”.[3]

P. Luis Cacciuto y P. Angel Pellizzari


[1] De Gossolengo (Piacenza, Italia), muerto en Génova el 15 de Agosto de 2011, a 85 años de edad, 68 de profesión y 57 de sacerdocio.
[2] De Barano d’Ischia (Nápoles, Italia), muerto en Mar del Plata el 12 de enero de 1992, a 62 años de edad, 46 de profesión y 36 de sacerdocio.
[3] Carta al P. Pensa. Tortona, 5 de agosto de 1920. 

martes, 17 de abril de 2012

Como conoció a Don Orione el P. Ángel Pelizzari

En Junio de 2007, le pregunte al P. Angel Pellizzari (qepd), como conocio a Don Orione y el me contesto, en un castellano mezclado con un poco de italiano, lo siguiente:

 “Muy bien, entonces, yo he conocido a Don Orione todavía cuando vivía en mi casa, en casa éramos tres hermanos y tres hermanas, mi hermano Antonio, el segundo de los hermanos, estaba en seminario en Montebello, como clérigo, entonces mi papá y yo fuimos a visitarlo en bicicleta desde Piacenza a Montebello, 53 kilómetros, cuando llegue allá, allá estaba Don Orione, y mientras paseaba por el jardín, con el padre Don Santella, me tenía la cabeza abrazada a su brazo izquierdo y mientras hablaba con Don Santella me conducía en los senderos del parque, allí ha sido cuando yo encontré por primera vez Don Orione.
El P. Ángel y el Hno. Andre (Togo) rezando frente al cuerpo de Don Orione
Mi hermano, después, en un paseo, me parece de Montebello a Voghera, teniendo los zapatos nuevos se lastimo el talón, ha tenido el tétano. Lo llevaron al hospital de Tortona y Don Orione fue a visitarlo y cuando lo visito, llevo una reliquia de San Pio X, pidió la gracia de sanarlo y él se sano. Entonces yo después, por mi mamá que quería un cura, un hijo cura, me llevo a Tortona, después de los elementares, los primarios, los primeros años de escuela, me llevo allí en Tortona, en San Bernardino, y allí conocí mejor a Don Orione porque cuando llego de América,  Don Orione hizo siempre la fiesta de la Virgen de la Guardia y entonces así me  eligieron a mí y a Salvatucci otro amigo, compañero de escuela y me llevaron de Don Orione. Don Orione nos recibió, bajo de su pieza de la tipografía “San Giuseppe” de Tortona, nos entrego un montón de volantitos de propagandas de la fiesta y nos enseño como entrar en los negocios, en las casas, para distribuir estos volantitos. Y después cuando nos mando a hacer propaganda dijo: “cuando han terminado de distribuir estos volantitos, vuelvan que yo les daré otros”. Entonces nos fui en las casas, en los negocios y en los negocios entramos porque él dijo: “cuando van a los negocios, dejen allí volantitos y digan a los dueños del negocio, envolver la ropa que venden en los volantitos,  así después las mujeres cuando llegan a casa, leen lo que está escrito. Entonces nosotros hicimos todo, fuimos al hospital de Tortona, distribuimos a los enfermos y cuando volvimos, entonces fuimos de Don Orione, el cual nos dijo claro: “ustedes son los garibaldinos de la Virgen”. Podes imaginar que fiesta, en el corazón y después fuimos a distribuir otros más volantitos, y esa es otra vez, cuando yo vi y conocí mejor a Don Orione.
Pero a Don Orione lo he conocido y visto en Santuario, he visto con mis ojos, entrar en Santuario y ponerse de rodillas, enseguida a la entrada del Santuario de Tortona y allí lo vi yo rezar, de manera que Don Orione siempre más me entra en el corazón.
P. Ángel en Camandoli (Genova), 2007
Pienso, la ultima vez ha sido, bien, cuando murió, fuimos a rezar, a cantar en la misa y todo en el santuario, pero lo vi otra vez, cuando recibió a los amigos de la Divina Providenza, los genoveses de Génova, lo he visto adelante del santuario arriba de una silla, me parece que sea, hizo un discurso fantástico, yo recuerdo, lo tengo en los ojos, así como estaba con los brazos muy movidos, y después cuando se saco la foto con los bienhechores detrás del santuario de la Madonna de la Guardia.
Cuando falleció, yo estaba en Voghera, en Voghera como probando y entonces nos llevaron, paso el cuerpo por Voghera, pero después fuimos a Tortona a cantar la misa en sufragio de Don Orione y se…, un montón de gente.
Y esto es un poco todo cuando conocí a Don Orione, de manera que lo tengo bien claro, recuerdo muy bien”.

* Texto grabado en Génova, Camandoli, el 3 de Junio de 2007 y desgrabado en Payatas (Filipinas), el 25 de febrero de 2010.

martes, 10 de abril de 2012

P. Ángel Pelizzari: La Visita del Misionero

          Si bien había sido párroco de la Divina Providencia por más de 10 años, los primeros recuerdos que tengo del P. Ángel Pellizzari[1] se remontan a mi infancia, cuando mis padres decían: “¡viene el P. Ángel!”, siendo sus visitas causa de alegría para nosotros, pues era la visita de un amigo que venía de las misiones, quien compartía sus experiencias en Paraguay y nos contaba como las comunidades de Ñeembucu iban creciendo.

Recuerdos de mis padres y la gente de Pompeya
      Mis padres lo conocían muy bien, ya que los había acompañado durante su juventud y fue quien bendijo su matrimonio. La generación de mis padres había vivido con el P. Ángel la implementación del Concilio Vaticano II en la parroquia de Pompeya, años y recuerdos que quedaron grabados en su memoria. Hasta el día de hoy mi padre me habla de lo que fue “escuchar la misa en castellano” por primera vez, compartir la Palabra de Dios, ir de misión a la Rioja, las dinámicas de grupo, el cine debate, y muchas cosas más que el P. Ángel llevo adelante entonces, fruto de un mayor compromiso con el Pueblo de Dios, especialmente con los pobres. Cosas que recién comprendí en teología cuando el P. Giustozzi me hizo ver de un modo más académico y científico lo que mi papá me contaba con su sencillez.

El Padre del Paraguay

Yendo a celebrar la misa
 Para mucha gente de Pompeya, era “el Misionero” que había dejado todo para ir a predicar el evangelio entre los más pobres. Mientras que en el Paraguay se lo recordaba, junto al P. Luis Cacciuto, por su ardor apostólico y amor a los pobres, visitando hasta los ranchos más alejados, viajando a pie, a caballo, en canoa o en camioneta.
 Pero también era para otros quien cumpliría lo dicho por el Fundador al entonces P. Bogarín, que este último seria ordenado obispo, recibiría a la Congregación en Paraguay y moriría luego de la entrada de la misma.

  
 

Su presencia en momentos claves de mi vida
Los caminos de la Providencia hicieron que el P. Ángel estuviese presente en momentos que marcaron un antes y un después en mi vida
1-      Fue quien me bautizo a principios de 1974. 

P. Ángel bautizando al P. Facundo el 4 de Enero de 1974

2-   Veinte años luego, me dará algunos consejos antes de ingresar en la Congregación.
3-  En 2004, antes de ser ordenado diacono me dará un regalo totalmente inesperado durante la fiesta patronal de “N. S. de la Divina Providencia”. En la acción de gracias de la misa, me llamo, repito las palabras de Don Orione: “… a quien le dejaremos la estola…” y me la entrego su 50° aniversario de sacerdocio, dejándome sin palabras y al borde de las lágrimas. Después de la misa, mi papá me llamo aparte y me dijo: “esta estola hay que llevarla con honor, es la estola del P. Ángel…”, como recordándome que no era cualquier estola, era la estola del “Misionero”, por esa razón es la única estola que traje conmigo a la misión.
4-   En 2007, nos encontraremos por última vez en Camandoli (Génova), donde me dará algunos consejos para la misión: “… estar muy en medio de la gente, después de buena oración y mucha humildad, pues quien trabaja después, no sos vos, Espíritu de Dios se sirve de vos…”. Simples y sabias palabras emanadas de una vida gastada por el Reino de Dios.

P. Ángel y P. Facundo en Camandoli (Genova) 2007

Los recuerdos sobre Don Orione
            Durante nuestro último encuentro, junto con los consejos para la misión, me contará como conoció a Don Orione. Aun recuerdo su rostro iluminado contándome el elogio del Fundador hacia él y un compañero: “Entonces nosotros hicimos todo, fuimos al hospital de Tortona, distribuimos [los volantes] a los enfermos y cuando volvimos, entonces fuimos de Don Orione, el cual nos dijo claro: ‘ustedes son los garibaldinos de la Virgen’. Podes imaginar que fiesta, en el corazón…”.

            Recordar al P. Ángel es recordar una vida totalmente entregada al Evangelio y a los pobres, como también recordar un digno hijo de Don Orione y un verdadero misionero. Y en mi caso particular es también recordar un padre en la fe.


P. Facundo Mela fdp


[1] De Gossolengo (Piacenza, Italia), muerto en Génova el 15 de Agosto de 2011, a 85 años de edad, 68 de profesión y 57 de sacerdocio.