martes, 21 de agosto de 2012

Los Zapatos de Don Orione


             Una de las cosas más impactantes al acercarse a la urna que contiene el cuerpo de Don Orione en el Santuario de la Guardia (Tortona), es ver qué viejos y descoloridos están los zapatos que calza el Fundador, y comprobar incluso que uno de ellos tiene un agujero en la suela.
            Cualquier peregrino distraído podría pensar que se trata de un descuido, pero los zapatos usados responden a la pobreza evangélica que Don Orione abrazó en vida.


            Por ello, recorramos algunos pasajes de su vida para dilucidar esta afirmación.

            En su libro “Florecillas de Don Orione”, Mons. Gemma nos narra un simple y concreto gesto de caridad de Don Orione:

 “… de regreso a pie de una misión predicada en un pueblo de montaña, [Don Orione] golpeó a la puerta del párroco de Borgoratto Marmorolo (PV) y fue huésped tan grato como inesperado. Estaba empapado y cansado. Se cambió de ropa, comió y recibió como regalo un hermoso par de zapatos nuevos que calzó de inmediato en lugar de los viejos, como siempre destrozados.
Se encontraba en la casa del párroco el Dr. Alberto Bernardelli quien al escuchar  el deseo de Don Orione de proseguir lo antes posible, se ofreció a acompañarlo en su propio calesín hasta Casteggio.
Partieron por la mañana y al llegar a Fornace di Staghiglione hubo una parada pues el médico debía hacer una visita. Mientras tanto un mendigo mal vestido se acercó a Don Orione, que permaneció solo en el calesín, y le solicitó una limosna. Don Orione no lo pensó mucho: se desató los zapatos nuevos que tenía en los pies y se los dio al pobre poniéndose nuevamente los gastados todavía empapados; y de los dos no se podría decir quien era más feliz”.[1]

            Con el tiempo, sus religiosos y la gente aprenderán a reconocer a Don Orione por sus zapatos viejos y gastados.
            Un hecho risueño es que en cierta ocasión nadie reconoció a Don Orione con zapatos y ropa nueva, los cuales obviamente eran prestados.
“El Arzobispo de Reggio Calabria, Mons. Rousset, daba habitualmente cada año un solemne banquete con invitados, en ocasión de su onomástico. Un año invitó también a Don Orione. Éste partió de Messina y llegó a la cita totalmente presentable: la barba bien afeitada, hábito y sombrero nuevo, zapatos discretos y una amplia capa a la siciliana. Un Don Orione extrañamente elegante: ¡una rareza!
El P. Paolo Albera, antiguo compañero de seminario y luego de apostolado, presente también él en Sicilia después del terremoto y entonces administrador del comedor episcopal, lo mira de pies a cabeza y le dice en voz alta: «¿De dónde sacaste todas estas cosas? ¿De dónde las robaste?»
«¡Cállense» -replica Don Orione- «no me avergüencen! Todo lo pedí prestado para la ocasión a cuatro personas distintas. Si hubiese venido con mi capa, mis zapatos, mi sombrero, con mi hábito, me hubieran echado afuera como a ese de la parábola evangélica...»”.[2]

            Otro hecho interesante ocurrió en un pueblito llamado Staghiglione, donde Don Orione fue a predicar en ocasión de la primera misa del P. Risi, el 17 de junio de 1900. Los parroquianos estaban expectantes de conocer al joven fundador y superior de una nueva congregación. Al terminar la lectura del evangelio, un sacerdote salió de la sacristía, hizo una genuflexión y subió al pulpito. Aquellos que se encontraban más cerca, luego de ver sus deformados y desvencijados zapatos, comentaron: “¡Ese no es Don Orione! ¡No puede ser!”.[3]
A los segundos de comenzar su homilía, la gente comento en dialecto: “L'é lú” (Es él, es él).

En una carta colectiva en ocasión de la Pascua, Don Orione contará con sentido del humor lo sucedido un día en que se encontró sin zapatos:
“Hace Algunos meses el arzobispo de Milán, el Card. Schuster, después de visitar el Pequeño Cottolengo de Milán, le dijo a nuestro P. Sterpi: - «Escríbale a Don Orione que si llega a volver de América con plata, no lo voy a reconocer más como Don Orione».
Cuando me llegó el mensaje, me pasé un cuarto de hora de hilaridad, porque justo en ese momento, yo no tenía zapatos, por lo que no podía salir de mi habitación (...) Pareciera que el Señor me hubiera dicho: pondré enemistad entre ti y el dinero”.[4]

 
Por último, en su carta “la Pequeña Obra es para los pobres”, el P. Flavio Peloso nos recuerda un hecho ocurrido luego que el cuerpo de Don Orione fue embalsamado:
“Delante de la urna de Don Orione, veremos una vez más sus viejos y deformados zapatos, con el agujero en la suela. Mirando esos zapatos volveré a pensar en lo que escuché a la Doctora María Venturini, del equipo médico del Profesor Mons. Gianfranco Nolli que trató el cuerpo de Don Orione.
«Cuando lo revestíamos -cuenta la experta anatomopatóloga-, los sacerdotes nos dieron un par de zapatos nuevos para sus pies. Se los pusimos pero, extrañamente, por la mañana los encontramos sacados. Lo intentamos de nuevo por la tarde y por la mañana los encontramos de nuevo fuera de los pies. Don Ignacio Terzi con una motivación que nos pareció un tanto devota, nos dijo que tal vez Don Orione no quería zapatos nuevos, sino usados, de pobre. Le pusimos un viejo par de zapatos. Le calzaron bien. Son esos que todavía están en los pies de Don Orione»”.[5]


             Al ver el cuerpo de Don Orione calzando unos zapatos viejos recordamos cuán grande fue su amor por los pobres, y qué generoso fue su corazón.
Por eso, cuando vayan al Santuario de la Guardia, recuerden que los restos mortales del Fundador esperan la vuelta del Señor, como Don Orione lo quiso: usando zapatos de pobre.

P. Facundo Mela fdp



[1] A. Gemma, I fioretti di Don Orione, Bologna, Edizione Dehoniane Bologna, 20022, 99-100. [traducción inédita]
[2] A. Gemma, I fioretti di Don Orione, Bologna, Edizione Dehoniane Bologna, 20022, 119. [traducción inédita]
[3] Cf. A. Gemma, I fioretti di Don Orione, Bologna, Edizione Dehoniane Bologna, 20022, 101-103. [traducción inédita]
[4] Carta circular a todos sus hijos e hijas, Buenos Aires, Pascua de 1936.
[5] F. Peloso, “Resti ben determinato che la piccolo opera è per i poveri” (“Quede bien establecido que la Pequeña Obra es para los pobres”), Atti e Comunicazioni della Curia Generale (Don Orione), 64, 231 (Enero-Mayo 2010) [traducción inédita].

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