El segundo viaje de Don Orione a América del
Sur representó un típico punto de llegada... de Don Orione, es decir, un punto
de partida.
Los últimos días en Italia, los días
previos a la partida, transcurrieron entre brazos extendidos y rostros
conmovidos moviéndose a su alrededor. Apenas se difundió la noticia, quisieron
saludarlo todos, desde sus hijos de la Pequeña Obra, hasta los beneficiados y benefactores.
Todos lo rodearon (...) Los días se sucedieron y el Fundador recibió
testimonios profundos de sus hijos: el más querido, esa necesidad extrema de
confiarse y recibir sus consejos, sus directivas, por parte de muchos y de los
mejores.
En las
primeras horas del 24 de setiembre se hallaba en Génova, en el "Pequeño
Cottolengo" de Santa Catalina, donde estaban benefactores y numerosos
amigos que invadieron el locutorio y los lugares disponibles; buscaban a quien
"cuando tiene poco, da mucho a los pobres". “¡Don Orione, Don
Orione! Bendíganos una vez más, nos encomendamos a sus plegarias, no nos
olvide!".
Era la hora de la partida. Don
Orione debía embarcarse en el "Conte Grande", junto con Don Cerasani,
Don Felici y Don Lorenzetti. En ese mismo barco debían viajar al congreso
eucarístico internacional de Buenos Aires, el Cardenal Pacelli, Delegado
Pontificio, y varios obispos y muchas personalidades diplomática de alto rango
(...)
"La nave se separa del muelle
lentamente, como a pesar suyo...
"Son las 11 horas del 24 de
setiembre de 1934".
Generalmente
las aguas son tranquilas y casi ninguno sufre de mareos; los sacerdotes pueden
celebrar misa casi todos los días. Don Orione y los suyos son asiduos
concurrentes a la capilla donde celebran misa el Cardenal y los obispos, entre
los que se encuentra el Primado de Bélgica.
Personalidades y pasajeros rodean al
cardenal Pacelli, besan su mano y él exclama: "¡Besen la mano de Don
Orione, que es un santo!". Cierto día una señorita se arrodilla frente
a Don Orione, en presencia del purpurado y le dice: "¡Bendígame,
Padre!".
Este, embarazado, lo señala
diciendo: "Pero, ahí está Su Eminencia..." y el Cardenal,
sonriendo, le contesta: "Bendígala, Padre; es mi sobrina...".
Siente gran estima y verdadero
afecto por el Fundador y no pierde ocasión de demostrárselo.
Durante el viaje, Don Orione
frecuenta la tercera clase, donde se encuentran los inmigrantes y los pobres.
En ciertos casos, hace recuperar casi súbitamente la fe de algunos alejados de
la Iglesia; en otros necesita un conocimiento más profundo y las semanas de
convivencia en la nave proporcionan la oportunidad. Casi sin esfuerzo, se
convierte en "el confesor del Conte Grande".
Cuando el barco se detiene en Río de
Janeiro, un grupo de señoras de la ciudad envía al Cardenal Pacelli un cesto de
frutas exóticas; se las regala a Don Orione, quien las ofrece a sus amigos de
tercera clase.
En esa oportunidad el Fundador pudo
descender a tierra, donde fue recibido por sus misioneros; él mismo lo cuenta
en una carta colectiva...
"El vapor no atracó en el
puerto de Montevideo; allí llegamos a las 9 de la noche y ya estaba muy oscuro;
el vapor se detuvo lejos del muelle. No nos dejaron descender y dijeron que
nadie podría subir; las luces del puerto parecían lejanas. Ya sin esperanzas
fui a acostarme y me adormecí, pero me despertó en seguida gente que entraba al
camarote; y me encuentro con el P. Montagna, el P. Szymkus y el grupo de los
nuestros, todos contentos. Me levanté de inmediato y podéis imaginar qué
alegría, ¡qué fiesta! Pero todo fue demasiado breve; entonces les prometí que
pronto iría a verlos, una vez que terminara el Congreso; de Buenos Aires a
Montevideo sólo hay siete horas de navegación".
Al P. Sterpi, viernes 5 de octubre
de 1934:
"Recibí su telegrama: se lo
agradezco, haga rogar por mí. Acá no dispuse de tiempo libre; me he convertido
en el confesor del barco; se pudo realizar algún bien. Deo gratias. Mi pierna
anda bastante bien (el P. Castagnetti me hace masajes, es un buen ejemplo para
todos). Eduino y su mujer descenderán mañana en Río. A bordo somos muy bien
vistos y sumamente estimados y aprovecharemos la circunstancia para hacer el
bien. Viajan seis obispos y un arzobispo. Saludos para todos y recen por
mí...".
La noche del 9 de octubre el
"Conte Grande" entra lentamente al puerto de Buenos Aires.
Al P. Sterpi, 13 de octubre de 1934,
Parroquia de Victoria, Argentina.
"Viaje buenísimo; todo aquí es
un triunfo de Jesús; las palabras no alcanzan para describirlo. Deo gratias.
Encontré a todos con buena salud, también nosotros estamos bien...".
El
Congreso se inauguró el 10 y concluyó el 14 de octubre. Don Orione vivió en él
jornadas inolvidables, participando en aquel triunfo eucarístico junto con los
hermanos llegados del Brasil.
Fuente: "Don Orione" de Giorgio Papasogli
This event helps us to understand how the humanity and spirituality of Don Orione go hand in hand, not two separate compartments of his life. We can see the joy of Don Orione in every situation! Muchas gracias!
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