martes, 28 de octubre de 2014

La Eucaristía


 Fragmento de una carta vibrante escrita a sus sacerdotes el 4 de enero de 1926


Si es verdad que el amor, o mejor, la caridad de Cristo nos apremia [2 Cor 5,14], ¿cómo no esforzarnos por hacerla ardiente y fecunda, recurriendo a Jesús, a la fuente viva y eterna de la misma Caridad, que es la Eucaristía?


            "Sin mí nada pueden hacer", dijo Jesús [Jn 15,5].

            ¡Necesitamos a Jesús! Y Todos los días. Y no fuera, sino dentro de nosotros, espiritual y sacramentalmente. El será nuestra vida, consuelo, y felicidad. Todo se basa en la Eucaristía: y no hay otro fundamento ni otra vida, ni para nosotros ni para nuestros queridos pobres. Sólo ante el altar del Dios de la humildad y el amor, aprenderemos a hacernos como niños [Mt 18,3] y pequeños para con nuestros hermanos y a amarlos como quiere el Señor.

            Sin jamás forzar a nadie, pero con la fuerza persuasiva del amor de Dios en el corazón y en los labios, con expresiones sentidas que tocan y convencen y transportan; y el Señor se encargará de transformarnos y transfigurarnos en El, a nosotros y a nuestros queridos pobres. El será vida, consuelo y felicidad nuestra, y de aquéllos que su mano conduce hasta nosotros.


            Sólo así llegaremos a ser un solo corazón con Jesús y con nuestros hermanos, los pobres de Jesús. No basta pensar en darles el pan material; antes del pan material tenemos que pensar en darles el pan de vida eterna, la Eucaristía.

            Para permanecer en el Señor [Jn 6,56; 15,9] es necesario que el Señor venga a nosotros con frecuencia, si es posible, todos los días.

            El cuerpo necesita alimentarse todos los días; y el alma ¿no necesita su Pan, del "pan vivo bajado del cielo", que es para nosotros "remedio de inmortalidad", como escribía san Ignacio? Nuestros  jóvenes serán honestos, si son piadosos y si reciben a menudo, y bien, los santos Sacramentos.

            "El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él", ha dicho Jesús.[Jn 6,56]
 


¿Qué mejor que permanecer nosotros en el Señor y el Señor en nosotros? ¡Animo, queridos míos, la Caridad de Cristo nos apremia! [2 Cor 5,14]

            ¡El mejor acto de caridad que se le puede hacer a un alma, es darle a Jesús! Y el consuelo más dulce para Jesús, es llevarle un alma.

Éste es su Reino.







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