martes, 3 de diciembre de 2013

Confesando en una oficina: Un hurto providencial



El 9 de abril de 1929, encontrándose en Nápoles, Don Orione se dirigió a orar en la iglesia Basílica del Carmen Mayor. Pero sucedió, que al salir se dio cuenta, con amarga sorpresa, que había sido robado. Cuando llegó a Roma, al instituto de la calle Sette Sale, a la noche, se comprendió que algo le había pasado; mas estaba calmo y tranquilo, no habló de eso... 
Le escribió a Don Sterpi al día siguiente: “Ayer, en Nápoles, perdí o me robaron, la libreta de identificación, el documento de identidad, que estaba dentro y el “permanente[1] para el tren, con otros papeles de poca importancia y cincuenta liras que había dentro. ¡Paciencia! Ahora trataré de denunciar al ferrocarril la pérdida, solicitando si me dan un duplicado. Que sea todo como Dios quiere y permite...” (Scr.17, 15; 74, 107).

Un tiempo después les contó a los clérigos  y sacerdotes de la calle Sette Sale como habían pasado las cosas, recordando que, ese día, se había entretenido mucho en la iglesia del Carmen: debía en verdad ir a visitar al Cardenal, mas, al pasar delante de la iglesia, le vino el deseo de detenerse para rezarle un poco a la Virgen, y había recibido de algún hábil napolitano este buen recuerdo. Solicita y obtiene el duplicado del boleto del entonces Ministerio de las Comunicaciones, mas se le restituye también el otro que había perdido: ante eso se encuentra obligado a ir al Ministerio para advertir el hecho a la oficina competente.

 El jefe de empleados le dice: “¿Cómo?... Un prelado como Ud. -es sabido que en Roma, para los empleados de los ministerios, todos los sacerdotes son monseñores o prelados- se hace sacar el “permanente”. “¡Yo no soy un prelado!” responde pronto Don Orione. “Los prelados tienen secretarios cuando viajan; si los hubiese tenido no me hubiesen sacado el ‘permanente’... ¡Yo soy un pobre cura!”. El empleado se quedó impresionado por el tono de las palabras de Don Orione y comprendió que tenía delante a un cura distinto de los demás. Quiso continuar: la conversación se intensificó de tal manera que en un determinado momento el jefe de oficina salió con esta frase: “¿Cómo es que Ud. con esa inteligencia se ha hecho cura?” Y Don Orione: “Ud. por el amor de sus hijos y de su esposa, ¿no daría la vida?”. “¡Sí!”. “Y yo doy la mía por el amor de Dios, de los pobres, los huérfanos, los hijos de nadie, los más abandonados...”. Y así, en tono de confidencia, pasó a contar un poco su vida, respondiendo a las varias preguntas del señor del ministerio, que quería saber la razón de ese “permanente” gratuito.

“A los pobres curas -comentaba en efecto- no les damos habitualmente el ‘permanente’ ferroviario y para toda Italia.” No le faltaba nada más a Don Orione para aprovechar de inmediato la ocasión de volver para el bien de un alma las propias palabras, que tomaron pronto el tono discreto de una pequeña prédica...

Este señor se quedaba allí con la boca abierta escuchando. En un determinado momento, interrumpiendo a Don Orione, dijo: “Nunca escuché estas cosas; estas cosas no me las ha dicho nunca nadie...”. “¡Qué quiere, señor! Antiguamente los príncipes de un pequeño estado tenían el predicador en casa y esta tarde a Ud. la Divina Providencia se lo ha mandado a la oficina...”.



Don Orione fue un predicador tan bueno que, continuando el diálogo con el señor del ministerio, éste le dijo que se confesaría con gusto: hacía tantos años que no lo hacía... “¡Ahora mismo!”, respondió Don Orione. “Porque yo soy un poco como el hebreo errante; después tal vez no me encontraría más...”. El señor se arrodilló... Como buen jefe de oficina, llamó luego al colega secretario y le presentó a Don Orione... Concluía Don Orione: “¿Ven como Dios permite el mal para obtener de él el bien? ¡El Señor y la Virgen del Carmen permitieron que yo perdiera, o que me robaran el pase del ferrocarril para darme la ocasión de salvar un alma en el Ministerio! ¡Cuando hay espíritu de fe! ¡Qué se vaya el dinero, pero que se salven las almas!”. (DOLM 2090 s.)



Fuente: "Florecillas de Don Orione" de Mons. Gemma fdp.






[1] Boleto especial gratuito para toda la red ferroviaria nacional.

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