martes, 16 de junio de 2015

Con la cuerda en el cuello como un burrito


El 13 de abril de 1895 el director del colegio Santa Chiara fue ordenado sacerdote. Una llama más para reavivar esa acogida de jóvenes.
A principios del período estival de 1896, durante la semana que los jóvenes transcurrían en el instituto, hasta la fiesta de la Asunción, se cumplían dos memorables eventos: la dedicación del santuario del Sagrado Corazón, deseado por el Obispo Bandi en Stazzano, cerca del seminario menor de Tortona y la tercera reunión de la Obra de los Congresos.


Don Orione participó allí con sus jóvenes y fue también invitado a hablar, él, sacerdote muy joven, delante de obispos y autoridades. A la hora del almuerzo Don Orione faltaba. Llegó al final y fue invitado nuevamente a hablar por el mismo obispo. Las dos intervenciones tuvieron una gran repercusión en la prensa. ¿Por qué Don Orione había llegado tarde al almuerzo? “Yo estaba presente en esa fiesta, responde un exalumno, el P. Gatti: el atraso, como se me dijo, debe ponerse en relación con su ida a Monte Spineto (al santuario veneradísimo de la Virgen, sobre Stazzano), a la hora del mediodía, cuando el director para humillarse e hizo atar una cuerda al cuello y tirar hacia arriba hasta el santuario” (D.O. II, 234 s.).
Añade otro exalumno, Luis Sasso: “Tendría unos catorce años. Un día Don Orione me dijo: “Ven conmigo, vamos a Stazzano donde tendrá lugar una ceremonia solemne. Escucharás también buena música de nuestro Renzo Perosi...” En la iglesia del seminario de Stazzano, frecuentadísima, asistí al desarrollo de los ritos religiosos, acompañados por coros con música del maestro luego célebre. Imprevistamente Don Orione me llamó, invitándome a seguirlo fuera de la iglesia. Al llegar a la calle, extrajo de los bolsillos del hábito una cuerda, se la puso en el cuello, me dio las puntas, diciéndome que camine en dirección al santuario. Al comenzar la subida empezó a orar con grandísimo fervor. Tuve la impresión que sentía la necesidad de humillarse, de envilecerse, de someterse todo a una voluntad superior.
Los pocos caminantes -era la hora de mediodía- miraban sorprendidos el insólito espectáculo, expresando, con varios gestos y con palabras sumisas, los sentimientos que experimentaban. Me pareció intuir que alguno llegó a pensar en un sacerdote gravemente culpable, al cual se impuso esa extraña penitencia.
“Don Orione, todo recogido en sí mismo, no veía, no sentía nada. Una vez cumplida la subida, entró en el Santuario, se quitó la cuerda del cuello y fue a ponerla sobre un altar. Después salimos. De esto no se habló más. El hecho debe reportarse a 1896”.


El P. Guido Vincenzo añadió otros detalles: “El sacristán del Santuario de Monte Spinetto, un cierto Cappelletti Antonio, hombre de fe, buen cristiano e incapaz de mentir, me contaba que en los días de la fiesta para la consagración del Santuario de Stazzano una jornada pesada, el 19 de julio de 1896, en las primeras horas de la tarde, alrededor de las dos, mientras descansaba en la habitación que tenía una ventana con las rejas que daba hacia la iglesia y de la cual se puede ver también el altar mayor, fue sobresaltado en medio del sueño a causa de una voz fuerte en la iglesia. Lleno de curiosidad, se asoma a la ventana y ve a Don Orione que, creyendo estar solo y no visto ni oído, habla en voz alta, un poco de pie y un poco de rodillas. Tenía una cuerda en el cuello.
El Santuario de la Virgen estaba desierto, porque toda la gente se había ido al cercano santuario del Sagrado Corazón, en ocasión de la fiesta de la consagración. Un joven lo había acompañado. Y por éste el sacristán supo que Don Orione había venido de rodillas por la subida y así también había hecho el Via Crucis. Por el párroco de Stazzano, el P. Alessandro Baldi me fue confirmada la narración de esta peregrinación de Don Orione a Monte Spineto.
“Mientras el clero se había reunido alrededor de los obispos y estaban almorzando, Don Orione, por cierto en ayunas, había subido a hacer penitencia y a rezarle a la Virgen y a humillarse” (D.O. II, 235 s.).


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