En algunos de
sus escritos, Don Orione utiliza distintas imágenes para describir su visión
del trabajo.
Algunas veces
explicará dichas imágenes, mientras que otras no. Pero al tratarse de imágenes,
estas poseen un poder de significación mayor que una definición académica, pues
la imagen es significativa abierta, mientras que la definición es cerrada.
En dicho trabajo
intentaremos hacer un análisis de algunas de las imágenes que utiliza Don Orione:
las hormigas, el burrito, el trapo (straccio),
el changador y el peón, como también mencionaremos algunos ejemplos del trabajo
orionita, religiosos que con su testimonio encarnaron los ideales del Fundador.
Las
Hormigas
Esta
es una imagen que generalmente el Fundador utiliza refiriéndose a las Hermanas
y a su modo de trabajar, por ejemplo en la famosa “carta de la colecta de las
vocaciones”, donde escribió:
“Aún no he terminado porque también tengo
Hermanas. La Divina Providencia actúa. Desde hace algunos años me viene
desarrollando una nueva congregación de religiosas, llamadas las Pequeñas Hermanas
Misioneras de la Caridad (…) No sé cuántas son. Pero sé que, en general, se
parecen un poco a las hormigas: se afanan, crecen, se multiplican, como las
hormigas. Pero debo decir que para las necesidades son siempre pocas, porque me
las piden de todas partes”.[1]
Incluso
dirá que son más diligentes que los religiosos, en una carta a una superiora: “Siempre he dicho que ustedes son como las
hormigas, hacen más pronto que nosotros;…” [2]
Mientras
que a sus religiosos, les dirá que en el cuidado de las vocaciones no hay que
desanimarse: “Si la prueba falla,
comenzaremos del principio, una segunda, tercera, cuarta, quinta, centésima
vez: no nos desanimemos jamás, hagamos como las hormigas”.[3]
Para comprender su
pensamiento, debemos pensar en la imagen cultural de las hormigas: “En muchas culturas, incluyendo la judía, la hormiga
es símbolo de diligencia, constancia, eficiencia, inteligencia y planificación
del futuro, utilizándose también como antítesis de la persona perezosa”.[4]
Dicha visión la encontramos, tanto
en la conocida fabula “La cigarra y la hormiga”, atribuida a Esopo, la cual nos
ofrece también una comparación: donde la hormiga trabaja, mientras que la
cigarra no hace nada. Como en el libro de los Proverbios: “Fíjate en la hormiga, perezoso, observa sus costumbres y aprende a ser
sabio: ella, que no tiene jefe, ni capataz, ni dueño, se provee de alimento en
verano y junta su comida durante la cosecha” (6,6-8).[5]
Teniendo
en cuenta este trasfondo cultural es fácil comprender que Don Orione quería que
las Hermanas fuesen religiosas diligentes, poseedoras de una gran capacidad de
trabajo, humildes y de sentido comunitario.
El
burrito de la Divina Providencia
Esta
imagen del burro, un animal de trabajo, el Fundador la aplicará a sí mismo como
también a sus hijos.
El primer
encuentro del joven Ignacio Silone[6]
con Don Orione, el futuro escritor italiano escuchará de los labios del
Fundador: “Mi verdadera vocación es un secreto que quiero revelarte, sería poder
vivir como un auténtico borrico de la Divina Providencia”.[7]
En
varias cartas, refiriéndose a los comienzos de la misión de Sáenz Peña, Don
Orione utilizará la expresión: “A falta
de caballos, trotan los burros”, haciendo referencia a que aceptó ir allí, ya
que otros habían rechazado ese lugar. En una carta al Abad Caronti, entonces Visitador
Apostólico de la Congregación, escribirá:
“Creo que los otros no aceptaron por el
calor insoportable y la enorme pobreza; pero nosotros queremos ser pobres de la
Divina Providencia y queremos ser pobres y para los pobres. Pensé que si S.E.
hubiese estado aquí, me hubiera dado la bendición, y pensé en todas aquellas
almas y en Jesucristo y que mi madre decía que a falta de caballos, trotan los
burros, y nosotros somos precisamente los pequeños burros de la Providencia, o,
al menos, deseamos serlo”.[8]
En otra carta
acerca de Sáenz Peña retomará la idea, pero agregará: “Y sí, nosotros queremos ser los burritos de la Divina Providencia. ¿Acaso
Jesús no prefería los burros? ¿Acaso no entró a Jerusalén en un burro? Sí, sí,
¡felices nosotros, si somos los burritos de Jesús, del Papa, de los obispos y
de las almas!”.[9] Enraizando
su pensamiento en la tradición bíblica del Mesías, manso y humilde, que entra a
Jerusalén montado en un burro: “Digan a la hija de Sión: Mira que tu rey viene hacia ti, humilde y
montado sobre un asna, sobre la cría de un animal de carga” (Mt. 21,5).
Para Don Orione, ser “un borrico de la Divina Providencia”, no
es una frase retórica, sino una
convicción de vida. Sus hijos y él mismo debían ser pequeños, humildes y pobres
para los pobres, pues esto es lo que le gusta a Jesús.
[1] Carta circular a los párrocos de Italia. Tortona, 15 de agosto de
1927.
[2] Carta a una superiora. Tortona, 10 de marzo de 1931. Scritti 39,88 y 39,109
[3] De una conversación con sus religiosos.
Campocroce, 29 de julio de 1924. Scritti 99,113
[4] YEFFET-REFAEL,
R. “Proverbios, fábulas y metáforas de la hormiga en la literatura hebrea de la
Edad Media”. [en línea] Culturas Populares. Revista Electrónica 5
(julio-diciembre 2007), 17 pp. http://www.culturaspopulares.org/textos5/articulos/yeffet.pdf [consulta: 13 de octubre de 2011].
[5] El Libro del Pueblo de Dios.
La Biblia, Madrid, San Pablo, 2004.28
[6] Ignacio Silone, escritor italiano (Pescina, 1° de mayo de 1900 –
Ginebra, Suiza, 22 de agosto de 1978). Su nombre verdadero era Secondo
Tranquilli.
[7] SILONE, I., Encuentro con un cura
extraño, Pequeña Obra de la Divina Providencia, Buenos Aires, 1980. Extracto del libro Salida de Seguridad.
[8] Carta al Abad Emanuel Caronti. Buenos Aires, 17 de marzo de 1937.
[9] Carta a la Condesa Dolores Cobo de Marchi di Cellere. Rio de
Janeiro, 10 de Abril de 1937. Scritti 51, 147 y 51, 248