sábado, 13 de agosto de 2016

Don Orione y el Paraguay: las primeras tratativas

El 2 de enero de 1976, el P. Terzi junto con los PP. Ángel Pellizzari y Julián Jara se encontraron con Mons. Bogarín en Paraguay. Allí trataron sobre las tres parroquias de Ñeembucú, ubicadas no lejos de Itatí. Un año más tarde, así lo recordaba el P. Ángel:

            “Recuerdo que el año pasado, el 2 de enero de 1976, fue un viernes, habíamos salido de Itatí, Rca. Argentina, rumbo a San Juan Bautista de las Misiones del Paraguay. Allá, el Obispo, Mons. Ramón Pastor Bogarín Argaña estaba esperándonos para confirmar los que desde hacia tiempo había hablado con los Superiores de la Congregación.
            Yo iba hacia una realidad no soñada, pero si deseada: vivir en el Paraguay con gente humilde y muy pobre.

            Un día escuché hablar de esa tierra, necesitada de sacerdotes y misioneros; pensé como necesario un cambio en mi trabajo apostólico; entonces, con y sin conciencia decidí por el Paraguay. Con conciencia, sabiendo lo que estaba decidiendo, sin conciencia, por no conocer ese lugar.
            Pero donde no había conciencia allí estaba un designio, o mejor dicho, una de esa decisiones previstas por santos y profetas.
            Yo no sabía nada; solamente al llegar a San Juan Bautista se me abrieron los ojos y se me despertó la conciencia, pero hasta cierto punto, porque no podía darme razón de lo que sucedía.
            Llegamos a San Juan alrededor de las 11:30 hs. de la mañana. Fuimos directamente a la casa particular del Obispo, quien llegó unos minutos después conduciendo un Citroën 3CV amarillo. Tenía la sotana envuelta en el brazo, la cruz con cadenilla en la mano; alto, y con un sonrisa que la daba vida a todo su ser. A mí me dio la sensación de habernos visto con él, de habernos conocido desde hacía mucho tiempo. En realidad, el Director General de la Congregación, a quien acompañábamos, P. Ignacio Terzi, nunca lo había visto; yo tampoco. Los PP. Victorio Michelini y Julián Jara lo habían visto una vez.
            Nos invitó a entrar en su casa mientras decía: «yo venía a prepararme para recibir al Director General de una Congregación, y él ya está esperándome; pongámonos cómodos, quítense el saco también ustedes». En verdad, ¡qué calor hacia! Después levantando los brazos salió con esta frase: «Y ahora, ¡la tercera!». En ese momento, frente a esa persona grande, solemne, con los brazos tal altos, me pareció verlo como arriba de una tarima. Y esa frase suscito en mi curiosidad por conocer qué era esas tres cosas.


            Nos sentamos casi enseguida a comer, ya que Monseñor tenía preparado para nosotros un «dorado» que, sin mentira, era realmente rico. Cominos con alegría, en una mesa ofrecida con tanta afabilidad, que fortaleció en mi el deseo de trabajar con ese Obispo tan hermano y tan amigo. Le salían las palabras, las preguntas, la sonrisa de tal manera que te hacía sentir como en tu casa.
            ¡Qué Obispo macanudo! Lleno de argumentos, de pasado, de presente, de futuro, porque nos contó de su vida, del Concilio Vaticano II, de su Diócesis, de sus luchas y, lo que más ocupó el tiempo de la siesta: de lo que le sucedió con Don Orione.
            A Don Orione lo conoció en el año 1939, a un año de su ordenación sacerdotal. Con Don Orione visitó las Casas de la Congregación de Roma, de Génova, de Tortona, de Alessandría.
Fue en Génova cuando Don Orione, con palabras como cuando uno dicta telegráficamente, dijo a Mons. Bogarín: «Tú serás Obispo – Tú serás el primer Obispo que recibirá a los Hijos de la Pequeña Obra de la Divina Providencia en el Paraguay». Hecho que se realizaba en ese momento, porque el P. Terzi había venido justamente para entregar al servicio de la Diócesis de Mons. Bogarín a dos sacerdotes: P. Jara y yo.
            ¿Y la tercera predicción? «Morirás de muerte violenta».
            Fue cuando el P. Terzi, sin dejar que el Obispo continuará, dijo: - Si es así, Monseñor, nos volvemos a nuestra casa para que no se realice la tercera predicción. - ¡Ah, no! Intervino el Obispo, lo que dijo Don Orione es sagrado.


            Mons. Bogarín veneraba a Don Orione, y pienso que en el futuro conoceremos lo que declaró para su causa de Beatificación”.

Fuente: A. Pellizzari, “A un año de distancia”, Noticias 2 (1977) 2-3.


lunes, 1 de agosto de 2016

40 años de la llegada de los hijos de Don Orione al Paraguay

El domingo 1º de agosto de 1976, Mons. Bogarín entregó las parroquias de Mayor Martínez, Desmochados y General Díaz a la cura pastoral de los Hijos de Don Orione. Ese fue el comienzo de la presencia orionita en Paraguay.
Así recordaba el P. Ángel Pelizzarri aquel día:

Mons. Ramon Bogarin Argaña - obispo de la diócesis de San Juan Bautista de las Misiones - llegó en la tardecita del 31 de julio de 1976 a Mayor Martínez en un cochecito de color amarillo. En ese momento abría a los Hijos de Don Orione la misión en Ñeembucú, traspaso que se llevaría a cabo el día siguiente. Chiquita, la señora que tenía el lugar preparado para la cena, ofreció una buena porción de carpincho que saboreamos con gusto y alegría. Monseñor Bogarín era un hablador exquisito. Yo tuve la impresión de conocerlo desde mucho tiempo antes, impresión que se consolidó cuando esa noche salimos a caminar dando vueltas a la plaza del pueblo por un largo rato.

Representación de la llegada de Don Orione al Paraguay
(Catedral de San Juan Bautista de las Misiones)

Ha sido un encuentro inolvidable para mí. Lo que decía el obispo en esa noche ahora lo considero como el contrato y el comienzo de su memoria. Era un momento muy deseado por él desde cuando conoció a Don Orione en 1939 el día de los funerales del papa Pio XI, cuando Bogarín celebró la misa de cuerpo presente en la basílica de San Pedro de manera no correcta porque ocupó parte del tiempo asignado a Don Orione para tal fin. Don Orione aprovechó la situación para empezar el diálogo con el joven religioso ofreciéndole otros encuentros.
Dando vueltas por la plaza, monseñor Bogarín me explicó cómo, siendo ya obispo auxiliar en Asunción, reunía a los jóvenes de Acción Católica. Gobernaba en ese tiempo el dictador Stroessner. Fueron tiempos muy feos para la Iglesia, tanto que el dictador llegó a alejar a Bogarín de Asunción con la aprobación del Nuncio Apostólico, creando una nueva diócesis en San Juan Bautista de las Misiones, de la que fue elegido obispo.

P. Ángel Pellizzari yendo a rezar la misa 

La nueva diócesis tenía solamente tres sacerdotes diocesanos y un regimiento militar, como para tener al obispo bajo observación. Frente a esa realidad Mons. Bogarín comenzó a buscar misioneros dando vuelta de congregación en congregación. También llamó sin resultado a la puerta de la Casa General de la Pequeña Obra de la Divina Providencia. «Pero Don Orione, en el adiós de 1939 en Génova, bendiciéndome antes de embarcarme, me había dicho que cuando llegara a ser obispo sería el primero de todos en abrirle las puertas del Paraguay a los Hijos de la Divina Providencia», recordó durante el paseo nocturno.

Mons. Ramón Bogarín Argaña con el Papa Juan XXIII

Siempre caminando alrededor de la plaza de Mayor Martínez, me tocó a mí explicarle que mi llegada al Paraguay fue «gracia de Dios, milagro de la Divina Providencia, misterio de profeta, de santo, programa de arriba, porque a mí nadie me dijo de venir a Paraguay, sino solamente el saber que en esta tierra hay muchos pobres», le señalé. Fue entonces que el obispo comentó que Don Orione le había dicho una tercera cosa cuando lo bendijo antes de regresar al Paraguay (las otras dos fueron que llegaría a obispo y que recibiría a su congregación): que moriría enseguida de nuestra entrada en Paraguay”.


Fuente: revista Don Orione n° 21 (2001).