El
2 de enero de 1976, el P. Terzi junto con los PP. Ángel Pellizzari y Julián Jara se encontraron con Mons. Bogarín en Paraguay.
Allí trataron sobre las tres parroquias de Ñeembucú, ubicadas no lejos de
Itatí. Un
año más tarde, así lo recordaba el P. Ángel:
“Recuerdo
que el año pasado, el 2 de enero de 1976, fue un viernes, habíamos salido de
Itatí, Rca. Argentina, rumbo a San Juan Bautista de las Misiones del Paraguay.
Allá, el Obispo, Mons. Ramón Pastor Bogarín Argaña estaba esperándonos para
confirmar los que desde hacia tiempo había hablado con los Superiores de la
Congregación.
Yo
iba hacia una realidad no soñada, pero si deseada: vivir en el Paraguay con
gente humilde y muy pobre.
Un
día escuché hablar de esa tierra, necesitada de sacerdotes y misioneros; pensé
como necesario un cambio en mi trabajo apostólico; entonces, con y sin
conciencia decidí por el Paraguay. Con conciencia, sabiendo lo que estaba
decidiendo, sin conciencia, por no conocer ese lugar.
Pero
donde no había conciencia allí estaba un designio, o mejor dicho, una de esa
decisiones previstas por santos y profetas.
Yo
no sabía nada; solamente al llegar a San Juan Bautista se me abrieron los ojos
y se me despertó la conciencia, pero hasta cierto punto, porque no podía darme
razón de lo que sucedía.
Llegamos
a San Juan alrededor de las 11:30 hs. de la mañana. Fuimos directamente a la
casa particular del Obispo, quien llegó unos minutos después conduciendo un
Citroën 3CV amarillo. Tenía la sotana envuelta en el brazo, la cruz con
cadenilla en la mano; alto, y con un sonrisa que la daba vida a todo su ser. A
mí me dio la sensación de habernos visto con él, de habernos conocido desde
hacía mucho tiempo. En realidad, el Director General de la Congregación, a
quien acompañábamos, P. Ignacio Terzi, nunca lo había visto; yo tampoco. Los
PP. Victorio Michelini y Julián Jara lo habían visto una vez.
Nos
invitó a entrar en su casa mientras decía: «yo venía a prepararme para recibir
al Director General de una Congregación, y él ya está esperándome; pongámonos
cómodos, quítense el saco también ustedes». En verdad, ¡qué calor hacia!
Después levantando los brazos salió con esta frase: «Y ahora, ¡la tercera!». En
ese momento, frente a esa persona grande, solemne, con los brazos tal altos, me
pareció verlo como arriba de una tarima. Y esa frase suscito en mi curiosidad
por conocer qué era esas tres cosas.
Nos
sentamos casi enseguida a comer, ya que Monseñor tenía preparado para nosotros
un «dorado» que, sin mentira, era realmente rico. Cominos con alegría, en una
mesa ofrecida con tanta afabilidad, que fortaleció en mi el deseo de trabajar
con ese Obispo tan hermano y tan amigo. Le salían las palabras, las preguntas,
la sonrisa de tal manera que te hacía sentir como en tu casa.
¡Qué
Obispo macanudo! Lleno de argumentos, de pasado, de presente, de futuro, porque
nos contó de su vida, del Concilio Vaticano II, de su Diócesis, de sus luchas
y, lo que más ocupó el tiempo de la siesta: de lo que le sucedió con Don
Orione.
A
Don Orione lo conoció en el año 1939, a un año de su ordenación sacerdotal. Con
Don Orione visitó las Casas de la Congregación de Roma, de Génova, de Tortona,
de Alessandría.
Fue en
Génova cuando Don Orione, con palabras como cuando uno dicta telegráficamente,
dijo a Mons. Bogarín: «Tú serás Obispo – Tú serás el primer Obispo que recibirá
a los Hijos de la Pequeña Obra de la Divina Providencia en el Paraguay». Hecho
que se realizaba en ese momento, porque el P. Terzi había venido justamente
para entregar al servicio de la Diócesis de Mons. Bogarín a dos sacerdotes: P.
Jara y yo.
¿Y
la tercera predicción? «Morirás de muerte violenta».
Fue
cuando el P. Terzi, sin dejar que el Obispo continuará, dijo: - Si es así,
Monseñor, nos volvemos a nuestra casa para que no se realice la tercera
predicción. - ¡Ah, no! Intervino el Obispo, lo que dijo Don Orione es sagrado.
Mons.
Bogarín veneraba a Don Orione, y pienso que en el futuro conoceremos lo que
declaró para su causa de Beatificación”.
Fuente: A. Pellizzari, “A un año de distancia”, Noticias 2 (1977) 2-3.