Don Orione supo hacer del café un momento de confidencia, misericordia y concordia familiar. Así nos cuenta una nota del Boletín de la Congregación:
¡Era proverbial el café
de Don Orione!... Era una de las pocas concesiones que Don Orione permitía a
su paladar, ya porque le resultaba grandemente eficaz en sus agotamientos
físicos y cardíacos y también porque, como él ingenuamente confesaba, le
gustaba mucho. A sus visitantes los obsequiaba con una taza de café y hasta a
sus queridos hombres que confesaban y comulgaban la noche de la solemnidad de Nuestra
Señora de la Guardia en Tortona, los premiaba con una taza de café, que él
personalmente les servía y rendía sumamente agradable y sabroso con sus
interesantes, alegres y santas conversaciones. ¡En Tortona era famoso el CAFÉ
DE DON ORIONE!
Pues bien, estando Don
Orione en Buenos Aires, un día se le presenta en la casa de la calle Carlos
Pellegrini 1441, una señora que, preocupada le expone como toda la familia
estaba amargada y convulsionada por odios y rencillas recíprocas... Se recoge
un momento Don Orione, como solía hacerlo cuando era consultado sobre algún
tema, y dice a la señora:
- “Vea, señora, haga así.
Mañana es la fiesta de... (y le dijo la solemnidad religiosa que ocurría),
aproveche Ud. Para invitar a sus parientes distanciados por las divergencias
consabidas; prepáreles un buen almuerzo y, al final sírvales un buen café... Yo
mañana encomendaré el asunto a Nuestro Señor en la Santa Misa y... ya verá !
- Pero, Don Orione, ¿no
será que se vayan a pelear al encontrarse y no resulte el remedio peor que la
enfermedad ?...
- Hágame caso, señora,
prepáreles un buen café; a mí también me gusta mucho el café, y verá que todo
se arreglará!
Así lo hizo la señora,
no sin algún recelo. Acudieron los invitados, se sentaron a la misma mesa, pasó
el tiempo de la comida en un ambiente de frialdad decepcionantes... Apenas se
conversaba de algún argumento indiferente. Llega el momento del café. ¡Se sirve
a todos un cafecito exquisito! alguien comenta su bondad, otro dice un chiste,
todos intervienen, se anima la conversación de una manera imprevista e
inexplicable!... Hasta que todos se sienten conmovidos, emocionados, se piden
disculpas recíprocamente, se abrazan, se besan... y retorna la paz y la caridad
más sincera en todos!...
Después de catorce años,
aquella señora todavía recuerda y bendice “EL CAFÉ DE DON ORIONE”.
Fuente: Boletín “Pequeña Obra de la Divina Providencia” (Argentina), octubre de 1949.