Don Orione, consciente de la
importancia de una buena formación teológica, envía algunos seminaristas de la Argentina a profundizar
sus estudios en la Universidad
Gregoriana de Roma.
Por medio de ellos hace llegar a
todos una carta sobre la importancia del estudio de la Teología.
Para hacer el bien, para llevar la
luz de la Revelación
a los hermanos, es necesario que los sacerdotes estén teológicamente bien cimentados.
Ciertamente no deben hacerlo por vanagloria. Será necesario que los estudios desemboquen
en la oración y en la caridad. Pero es necesario estudiar para ser idóneos en
la misión de “llevar a los pequeños y a los pobres a Jesucristo y a su Iglesia”
Con orgullo puede afirmar: “Yo tengo
64 años, pero todavía estudio y con gran fervor, casi todos los días, un poco
de teología y alguna otra materia sagrada”. Una lección de vida también para
nosotros.
¡Almas y almas!
Buenos Aires, 29 de
septiembre de 1936.
Mis queridos seminaristas:
¡Que la gracia de Dios y su
paz estén siempre con nosotros!
Son las 18 hs.
y a las 20 hs. de esta noche algunos óptimos seminaristas argentinos partirán
en el "Conte Biancamano" para ir a estudiar en la Gregoriana.
Me sirvo de la
bondad de ellos y les mando mis saludos y los de estos hermanos de ustedes en
Cristo.
Gracias a Dios,
aquí están todos bien, y espero que la presente los encuentre ya en Roma,
reanimados en la salud y en el espíritu.
Mis queridos seminaristas,
están en la vigilia de un nuevo año lectivo, y eso me da el argumento para una
saludable consideración. ¡Están de nuevo en Roma! ¡La Divina Providencia
es tan buena madre con nosotros, sus pequeños hijos! Pero nosotros debemos
hacernos cada día más merecedores de sus gracias con la santidad de la vida y
el cumplimiento exacto y fiel de nuestros deberes. Ahora entre estos, ustedes
lo saben, viene primero, después de la virtud, el estudio de las disciplinas sagradas,
para los sacerdotes y seminaristas el estudio de la teología, ¡estudio para
nosotros principal y para ser cumplido con el mayor empeño!
Todos los nuestros,
si fuese posible, deberían conocer profundamente la teología, ya sea la moral
como la dogmática: están ligadas juntas y una la ilustra a la otra.
Y es una cosa
importantísima y verdaderamente confortante que los estudios teológicos vayan
retomando el antiguo vigor, y no sólo el antiguo, sino ese nuevo que es
reclamado por los tiempo; de modo que la teología es de esperar
vuelva a ser tan respetable a los ojos de la presente sociedad para
poder influir de modo útil sobre ella y sobre todos los otros estudios, también
profanos.
Ésta,
ciertamente, es la razón que llevo a nuestra pequeña Congregación, mis amados seminaristas,
a afrontar grandes sacrificios para lograr abrir y mantener en Roma esta casa
para el estudio de la santa teología, a los pies mismos de la Santa Sede y bajo su
vigilancia.
Porque nuestra
Congregación desea, y firmemente quiere, que se formen no sólo en espíritu de
verdadera y fervorosa piedad, sino en espíritu de romanidad, que les mantenga el corazón ardiente y unido
con Nuestro Señor Jesucristo y con su Vicario en la tierra y en el estudio de esa ciencia que eleva y
nos lleva a conocer siempre más a Dios, para amarlo mejor y para hacerlo
conocer mejor y hacerlo amar por el prójimo.
Llamados por la
misericordia del Señor para ejercitar, bajo las directivas de la Iglesia, el apostolado de la Caridad, el estudio de la
teología los favorecerá intensamente para ejercitar con más fruto la caridad y
llevar a los pueblos y a los pobres a Jesucristo y a su Iglesia.
¡La teología es
para nosotros el estudio de primera y absoluta necesidad! No es sólo un estudio
importante, sino de primera necesidad; es el estudio de la ciencia divina y
cuando es hecho con vivo empeño, cuando es hecho con intención recta, pura y
santa de la gloria de Dios y de la caridad del prójimo, sirve inmensamente para
santificarnos: eleva la mente al Creador, nos hace humildes, nos lleva a la
oración, nos alivia, nos hace cantar y glorificar al Señor, se hace verdadero y
dulcísimo amor de Dios. Los sacerdotes son los depositarios de la ciencia de
Dios; pero ¿cómo podremos tener este sagrado depósito, y hacer partícipes de él
a los demás?, ¿cómo será nuestra misión
si no anteponemos, para su adquisición, el estudio necesario?
Las mejores
reglas de conducta son hoy, diría, insuficientes para el ministerio sacerdotal,
si la buena y casta vida no se secunda con el estudio, si no se secunda con la
ciencia propia del estado sacerdotal. Y en los religiosos, me atrevería a decir
que se requiere más.
"La
ciencia en un sacerdote, decía San Francisco de Sales, es el octavo Sacramento
de la jerarquía eclesiástica”.
Yo tengo 64
años, pero todavía estudio y con gran fervor, casi todos los días, un poco de
teología y alguna otra materia sagrada.
Y concluiré. Pero,
no se envanezcan, mis amados seminaristas, porque están estudiando en la Gregoriana, no se
envanezcan por los estudios, sino, en humildad, den gracias y gloria a Dios,
del cual vienen todos los bienes y todas las luces. La ciencia no vale sin la
virtud, sin la humildad, la pureza, la caridad.
Hagan mucha oración
y terminen en Dios todos sus estudios: unan siempre el estudio a la oración. ¡Recen
por mí, recen mucho!
Los saludo a
todos, desde el Señor Director al más joven de ustedes.
Ruego al Señor los
asista y bendiga a todos y a cada uno.
Reciban los
saludos fraternos de todos los nuestros.
Suyo con afecto
en J. C. y en la Ssma
Virgen.
Sac.
Luis Orione d. D. P
“Toda la Escritura está inspirada
por Dios, y es útil para enseñar
y para argüir, para corregir y para educar en la justicia”
(2 Tim 3, 16)
Fuente: "Sembrar a Jesucristo" del P. Vicenzo Alesiani