En su carta "Única planta con muchas ramas", el P. Flavio Peloso nos explica por que la Pequeña Obra de la Divina Providencia es católica, o sea universal.
I.
EL CARISMA ORIONISTA ES CATOLICO
Don Orione afirma que aquella “planta nueva y única”, la Pequeña Obra de la Divina Providencia,
que “de año en año va desarrollándose, a
la luz y al calor de Dios para consuelo de millares y millares de cuerpos y de espíritus”
es “obra de Dios” y que “sólo Dios es quien la ha hecho surgir y
quien la va extendiendo, a pesar de nuestras miserias”. Esta era la
conciencia que Don Orione tenía respecto a la Pequeña Obra.
También nosotros, cuando hablamos de Don Orione, de nosotros, de la
Congregación, cuando celebramos fiestas o aniversarios, cuando nos reunimos en
asambleas o capítulos, hemos de empezar siempre con esta conciencia: el
carisma, la Pequeña Obra de la Divina Providencia es “obra de Dios”. ¡Qué consuelo y qué responsabilidad!
Si,
en 2013, los y las orionistas podemos celebrar el centenario de la Pequeña Obra
de la Divina Providencia, planta única
con muchas ramas, sintiéndonos familia,
con un único espíritu y una única misión desde una punta a la otra del mundo,
es porque somos “obra de Dios”, “vivificados todos por una única sabia”,
por el carisma que es “una chispa de Dios”.
En el año centenario en el que celebramos la apertura a
los pueblos de nuestra Congregación con el envío de los primeros misioneros,
creo que sería útil pararnos a considerar la “santidad” y la “catolicidad” del
carisma orionista.
Carisma católico significa
carisma universal, “de todos y para
todos”, como lo es Jesús, como los son el Evangelio y la Iglesia, de donde el
carisma viene y donde el carisma nos lleva. La “catolicidad” de un carisma es
uno de los signos de su origen divino.
El carisma orionista ha dado ya pruebas suficientes de su catolicidad
porque ha sido asumido por distintos pueblos (más de treinta naciones), ha dado
forma a la vocación de diversas categorías de personas (religiosos, sacerdotes,
contemplativos, hermanas, laicos consagrados, asociados o solos), y ha sido
capaz de encarnarse en diversas épocas y culturas en la historia.
1.
Católico porque está abierto a todos
los pueblos
Se me ocurre a menudo decir que Don Orione nació
italiano y murió católico, osea universal. Don Orione nació en Italia y siempre
fue orgulloso de su italianidad. Pero más adelante hablaba de “Argentina, mi segunda patria”, de “Polonia, nación predilecta tan querida para
mí”, de “Brasil, por el que lo que no
he podido hacer de vivo lo haré de muerto”. Y no lo decía por captatio benevolentiae (captación de la
benevolencia del auditorio), sino por efecto de su paternidad carismática.
También la Congregación orionista ha nacido en
Italia y se ha vuelto católica, presente ya en muchas naciones del mundo. Hoy
ya no se puede decir que sea más italiana o más argentina, más brasileña o más
polaca, más española o malgache, o filipina. No, es católica. Y eso no depende
de los orígenes o del número de miembros, sino de la cualidad evangélica y
católica del carisma.
Y es válido también para cada uno de nosotros.
Cuando el carisma es asumido espiritualmente, desarrolla siempre una apertura
católica, una tensión hacia la comunión abierta a todos los pueblos. No hay ya
extranjeros. “Nosotros amamos a nuestra
patria, y ¡cuánto! Pero todo el mundo es patria para el hijo de la Divina
Providencia que tiene por patria el cielo”, escribía Don Orione.[1] Este es el resultado de la fraternidad
carismática.
Al celebrar el centenario de la “única planta
con muchas ramas”, recordémonos que la comunión católica de la familia
orionista es sobre todo fruto de la fidelidad espiritual al espíritu de Don
Orione, al carisma, a la sabia divina que le da vitalidad.
2.
Católico porque está abierto a las
múltiples épocas y culturas
El carisma se encarna en la historia y se nutre de ésta, condicionado y
desarrollado. El carisma entra en diálogo con los distintos contextos sociales
y culturales que se van alternando y se expresa entre nuevas dificultades y
oportunidades, adaptaciones y cambios. Mantiene su identidad renovándose.
Don Orione mismo tuvo que afrontar varias inculturaciones. La primera
inculturación del carisma ocurrió en la Italia de la “cuestión romana”, de la
separación Estado – Iglesia, del aislamiento de la Iglesia, superado después
con aquel movimiento “fuera de la sacristía”, con un nuevo estilo y acción
popular. En la Italia del florecimiento de la acción social (hasta 1914, inicio
de la primera guerra mundial), Don Orione promovió un nuevo estilo de ser
sacerdote, “santos de la Iglesia y de la
salud social”;[2]
aparecieron sobre todo escuelas, colonias agrícolas. Después, en el clima y
condiciones de la veintena fascista (1922-1943), Don Orione y la Congregación
se volvieron mucho hacia los huérfanos, hacia los pobres, hacia las categorías
más abandonadas, y surgieron los Pequeños Cottolengos.
Muerto el Fundador en 1940, el carisma hubo de afrontar nuevas y aún más
diversificadas inculturaciones, permaneciendo él mismo, vivo y capaz de nuevos
frutos. Sólo apuntando a Italia, la Congregación durante la época de la
“reconstrucción social” después de la segunda guerra mundial, encauzó su
caridad eclesial hacia los más pobres abriéndose a las nuevas necesidades con
decenas de obras para huérfanos/as, mutilados de guerra y discapacitados,
escuelas profesionales y casas para jóvenes trabajadores para los nuevos
mercados de trabajo. Esta época ya pasó en la Italia actual.
Ahora, en el inicio del siglo XXI, las cuestiones sociales y eclesiales
dominantes son diferentes: mundialización y globalización, fragmentación y liquidez social y cultural, relativismo
y una nueva ética global, individualismo y comunicación virtual, y otras. Este
es nuestro mundo. “Hagamos la señal de la
cruz y lancémonos confiados al fuego de los nuevos tiempos”.[3]
Por un presente que tenga futuro, es necesario pensar en una nueva
inculturación del carisma en sus aspectos espirituales y operativos.
Van pasando las generaciones, mutan las culturas, nuevos modelos se
afianzan. El Evangelio vivido por la Iglesia lo tiene todo para permanecer
vital y proactivo. También el carisma evangélico vivido por la Pequeña Obra de
la Divina Providencia tiene la vitalidad intrínseca de las cosas de Dios y “nosotros, aunque pequeños, debemos aportar
la donación de toda nuestra vida” para la salvación de éste nuestro mundo, amado por Dios y por el que Cristo derramó su
sangre.
3.
Católico porque está abierto a todas
las categorías del pueblo de Dios
Es notorio que desde los inicios de la fundación, Don Orione concibió la
Obra, que iba creciendo desde aquel
primer impulso espiritual que sentía dentro, abierta a las distintas categorías
del pueblo de Dios. De hecho, desde los inicios Don Orione es seguido por
hombres y mujeres, religiosos y laicos, activos, contemplativos y casados.
Cuando el 21 de marzo de 1903 alcanzó el reconocimiento canónico
diocesano de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, ésta comprendía a los Hijos
de la Divina Providencia, religiosos “distintos en dos clases, la de los laicos y la de los sacerdotes”[4]
y también aquellos laicos que “hubiesen
deseado hacer los votos, si se les hubiese permitido”.[5]
Con algún problema con el derecho canónico, ya en los primeros escritos
carismático-jurídicos, Don Orione describe la Pequeña Obra de la Divina
Providencia como una “familia de familias”, como una “planta
única con diversas ramas”.
Después, en 1915, dio cauce a la
congregación religiosa femenina de las Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad, “una rama de la Pequeña Obra de la Divina Providencia”, con la posterior ramificación de las Sacramentinas adoratrices no videntes, fundadas
en 1927.
Don Orione guiaba y formaba tantos laicos como discípulos; les valoraba
en las obras de bien, les llamaba con verdad espiritual “hijos” y “hermanos” y les
consideraba miembros de la “Pequeña Obra
de la Divina Providencia”. Se trataba de personas individuales pero
también en agregaciones como las Damas de la Divina Providencia (1899),
los Adscritos y los Hijos
adoptivos de quienes habla en las Constituciones de 1904 y de 1911,[6]
los Ex alumnos (1934) y los Amigos (1940). Sucesivamente, cuando
el derecho canónico abrió nuevas posibilidades, fue constituido el Instituto
Secular Orionista (1959), mientras los laicos con distintos nombres, están
hoy coordinados en el Movimiento Laical Orionista (1997).
Después de haber dicho que el
carisma orionista es católico, porque
es una “chispa del Espíritu Santo” y
que la fundación “es obra de Dios”, y
“de la Virgen, Madre y celeste fundadora”,
como solía agregar Don Orione, lo que sigue es preguntarse: ¿puede disminuir el
carisma? ¿Puede dejar de vivir la “única
planta con muchas ramas” que se alimenta del carisma como de sabia divina?
Son
preguntas que nos llevan al realismo y a la responsabilidad. El carisma es
fruto de la acción del Espíritu en las conciencias y en los corazones tanto del
Fundador como de los discípulos. Es algo que acontece si somos dóciles a su
obrar. La fuerza y la vitalidad del carisma depende por
tanto de su origen santo, por un lado y, por otro, depende de la fidelidad
carismática de aquellos que hoy son sus herederos, de la calidad de su vida
cristiana, de la santidad.
Si desea leer la carta entera, visite: http://www.donorione.org/Public/ContentPage/content.asp
[1] Carta del 20 de agosto de 1920; Lettere I, 248.
[2] “Hemos de ser santos, pero santos de tal modo que nuestra santidad no
pertenezca sólo al culto de los fiesles, ni permanezca sólo en la Iglesia, sino
que trascienda y ponga en la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de
amor de Dios y de los hombres que seamos más que santos de la Iglesia los
santos del pueblo y de la salud social”; Sui passi di Don Orione, p.188.
[3] Scritti
75, 242.
[4] Piano e programma…, cit., Lettere
I, 18.
[5] En las Primeras Constituciones
manuscritas de 1904, en el n.7, está reflejado que tales laicos “se tenían
como Hijos adoptivos… y se llamasen Adscritos al Instituto, o sea Terciarios”.
[6] Cfr. Constituciones manuscritas de 1904,
n.7; Constituciones impresas de 1912, n.11.