martes, 22 de septiembre de 2015

Un extraño adorno

Un acuerdo de venta de la casa oblaticia en Tortona (la futura casa madre de la Obra) entre el Obispo y Don Orione que deseaba adquirirla, fue hecho el 4 de mayo de 1904.
Se acercaba siempre más la fecha en la cual el colegio Santa Chiara debía ser dejado libre. Don Orione hizo la solicitud a la comuna para poderse quedar todavía, en parte, para el año escolar 1904-1905; se le concedió sobre todo para que, entre tanto, pueda proveer de otro modo.


El Obispo, por su cuenta, aún después del acuerdo de mayo precedente tenía temor: necesitaba dinero para el nuevo seminario de Stazzano, pero no confiaba en Don Orione al que sabía en gravísimas dificultades financieras; además, para alienar la casa oblaticia necesitaba el permiso de Roma. Se debatía por eso en la incertidumbre, en ese enero de 1905.
Nuestro fundador buscaba entre tanto ayuda un poco por todas partes para ofrecerle al obispo las garantías necesarias. Sabemos por una carta al P. Sterpi, del 30 de enero de 1905, que Monseñor Bandi le había dado facultades -pero sin todavía haberle cedido definitivamente la casa-  de sobre elevar el plan de medios, y que la benefactora de la Obra, señora Zurletti de Alessandria, estaba dispuesta a ofrecer una suma por la casa (veinte mil liras), con tal de comprar en Tortona, donde transferir el colegio después de haber dejado el Santa Chiara. Le había escrito:
“Ilustrísima señora: se acerca un poco de tribulación para los hijos de la Divina Providencia, pero que sea alabado el Señor también por esto. Cuanto antes deberíamos dejar completamente libre el Santa Chiara... Yo confío precisamente que el Señor y la Virgen santísima no nos abandonen a la rabia sectaria de pocos...”
Don Orione rezaba y hacía rezar. Confiaba, sin límite de amor, en la Virgen. Finalmente, el 14 de junio de 1905 escribía al P. Sterpi: “ Hoy, con la gracia del Señor, compré la casa oblaticia por veinticinco mil liras, a condición que, cesando de ser párroco el P. Milanese -un sacerdote oblato que permaneció allí hasta 1934- la iglesia sea agregada a la congregación. En tres meses debo pagar y hacer instrumento...”
Con un escrito del 4 de julio de 1905, el santo Padre Pío X le concedía al obispo de Tortona venderle a Don Orione la casa en las condiciones establecidas.


Era necesario entre tanto pensar en las cinco mil liras que añadir a las veinte mil ofrecidas por la señora Zurletti. El pago se debe hacer el 20 de octubre.
La Providencia quiso que, en aquellos días, un sacerdote amigo suyo, el P. Zanalda, entonces capellán en Santa María de la Versa, le rogara aceptar en el Santa Chiara a un jovencito.
El 12 de octubre de 1905, Don Orione, respondiéndole desde Roma, le advertía que aceptaba a su recomendado más le rogaba que pagara algo: “¿Sabes por qué te digo esto? Porque he comprado, como habrás escuchado, la casa oblaticia por veinticinco mil liras... Pero ahora me encuentro en un gran lío, pues me sentía seguro de la palabra de un sacerdote que me daría las cinco mil liras, además de las veinte mil. Ahora en cambio me falta, o, al menos por ahora no puede. Y te digo verdaderamente, que me encuentro en graves  fastidios. Es por eso que digo que, si apenas el niño puede pagar, lo que pueda que lo pague...” Era demasiado fácil leer entre estas líneas. El P. Zanalda le ofreció la suma tan necesaria y algo más. Don Orione estaba de fiesta (...).
También en esta circunstancia Don Orione quiso demostrar que era la Virgen la que lo obraba todo, y lo hizo de un modo verdaderamente orionino, antes de entregar la suma a Mons. Bandi.
Hizo adornar la casa en todas partes, redujo a capilla reluciente de antorchas y flores la habitación más amplia que tenía a disposición, no todavía del todo libre del andamiaje de los albañiles -la que ahora está frente a la última escalera, antes de entrar en la enfermería- e invitó a Mons. Novelli a hacer de celebrante en la función  de la tarde.
“En aquellos meses, añade Don Orione, habían terminado los trabajos de adaptación y elevación de un plano de un piso de la casa apenas comprada. Al principio del año escolar 1905 - 1906 debían ser inaugurados.
Hice colocar, entre el armazón y las vigas no del todo quitadas, el cuadro de la Virgen del Buen Consejo que nos había sido donado por el mismo Mons. Novelli y que luego se mandó a San Remo... Pegué los billetes de mil, mejor los dividí en dos partes para que bastaran, y los dispuse como una corona alrededor del cuadro.
En ese tiempo era mirado con desconfianza por todos los del clero: venían solo Mons. Novelli y Mons. Carlo Perosi; los demás me huían.
Vino Mons. Novelli; cuando estuvo delante de la Virgen del Buen Consejo, él vio todo ese dinero que tapizaba el cuadro... Quedó maravillado, y en la escuela de teología en el seminario creyó bien narrar de la visita hecha a la casa de la Providencia y del dinero visto  de modo que, aunque quedaban deudas, la opinión del descalabro por quiebra se disipó...” (DOLM. 98 -101).


martes, 8 de septiembre de 2015

Nos has dado, oh maría, hambre y sed de almas



 A días de visitar Itatí y su Santuario (el 29 de junio de 1937), Don Orione escribía estas lineas sobre María. En ellas son una filial oración y un verdadero proyecto de vida cristiana.


¡Ave, María, llena de gracia, intercede por nosotros! Tú has querido servirte de nosotros, miserables, llamándonos misericordiosamente al altísimo privilegio de servir a Cristo en los pobres; has querido que fuéramos servidores, hermanos y padres de los pobres, viviendo de gran fe y totalmente abandonados en la Divina Providencia.

            Nos has dado hambre y sed de almas, ardentísima caridad: ¡almas, almas!

         ¿Qué hubiéramos podido hacer nosotros sin ti? ¿Qué podríamos hacer si Tú no estuvieras con nosotros? Por lo tanto, ¿a quién iremos, si no es a Ti?

            ¿No eres Tú la meridiana luz de caridad? ¿No eres la fuente viva de aceite y de bálsamo? ¿No es en Ti, bendita entre todas las mujeres, donde Dios ha reunido toda la potencia, la bondad y la misericordia? Sí: "En Ti la misericordia, en Ti la piedad, en Ti la magnificencia; en Ti se reúne todo lo que hay de bondad en la criatura". ¡Sí, sí, santa Virgen mía! Tú lo tienes todo y "Tú puedes todo lo que Tú quieres".

            Por lo tanto, desciende y ven a nosotros; corre, oh Madre, porque el tiempo es breve. Ven e infúndenos una profunda vena de vida interior y de espiritualidad. Haz que nuestro corazón arda de amor a Cristo y a Ti.

            Haz que veamos y sirvamos a tu divino Hijo en los hombres; que con humildad, en el silencio y con anhelo incesante conformemos nuestra vida a la vida de Cristo; que lo sirvamos con santa alegría y con gozo espiritual vivamos nuestra parte de la herencia del Señor en el misterio de la Cruz. ¡Vivir, palpitar, morir a los pies de la Cruz o en la Cruz con Cristo!

            Da a tus hijitos, Beatísima Madre, amor, amor; ese amor que no es terreno, que es fuego de caridad y locura de la cruz.

            Amor y veneración al "dulce Cristo en la tierra"; amor y devoción a los Obispos y a la Iglesia; amor a la Patria, así como Dios lo quiere; amor purísimo a los niños, a los huérfanos y a los abandonados; amor al prójimo, particularmente a los hermanos más pobres y que más sufren; amor a los rechazados, a los que son considerados como restos, desechos de la sociedad; amor a los trabajadores más humildes, a los enfermos, a los inhábiles, a los abandonados, a los infelices, a los olvidados; amor y compasión por todos: los más alejados, los más culpables, los más adversos, todos; y amor infinito a Cristo.




            Danos, María, un ánimo grande, un corazón grande y magnánimo, que llegue a todos los dolores y a todas las lágrimas. Haz que seamos verdaderamente como nos quieres: los padres de los pobres.

            Que toda nuestra vida esté consagrada a dar Cristo al pueblo y el pueblo a la Iglesia de Cristo; que ésta arda y resplandezca de Cristo y que se consuma en Cristo, en una luminosa evangelización de los pobres. Que nuestra vida y nuestra muerte sean un cántico dulcísimo de caridad y un holocausto al Señor.

            ¡Y después... después, el santo Paraíso! Cerca tuyo, María, siempre con Jesús, siempre contigo, sentados a tus pies, ¡oh Madre nuestra, en el Paraíso, en el Paraíso!

            Fe y valor: ¡Ave María y adelante! Nuestra celestial Madre nos espera y nos quiere en el Paraíso. Y será pronto.