Un acuerdo de venta de la casa
oblaticia en Tortona (la futura casa madre de la Obra) entre el Obispo y Don
Orione que deseaba adquirirla, fue hecho el 4 de mayo de 1904.
Se acercaba siempre más la fecha en
la cual el colegio Santa Chiara debía ser dejado libre. Don Orione hizo la
solicitud a la comuna para poderse quedar todavía, en parte, para el año escolar
1904-1905; se le concedió sobre todo para que, entre tanto, pueda proveer de
otro modo.
El Obispo, por su cuenta, aún
después del acuerdo de mayo precedente tenía temor: necesitaba dinero para el
nuevo seminario de Stazzano, pero no confiaba en Don Orione al que sabía en
gravísimas dificultades financieras; además, para alienar la casa oblaticia
necesitaba el permiso de Roma. Se debatía por eso en la incertidumbre, en ese
enero de 1905.
Nuestro fundador buscaba entre
tanto ayuda un poco por todas partes para ofrecerle al obispo las garantías
necesarias. Sabemos por una carta al P. Sterpi, del 30 de enero de 1905, que
Monseñor Bandi le había dado facultades -pero sin todavía haberle cedido
definitivamente la casa- de sobre elevar
el plan de medios, y que la benefactora de la Obra, señora Zurletti de
Alessandria, estaba dispuesta a ofrecer una suma por la casa (veinte mil
liras), con tal de comprar en Tortona, donde transferir el colegio después de
haber dejado el Santa Chiara. Le había escrito:
“Ilustrísima señora: se acerca un
poco de tribulación para los hijos de la Divina Providencia, pero que sea
alabado el Señor también por esto. Cuanto antes deberíamos dejar completamente
libre el Santa Chiara... Yo confío precisamente que el Señor y la Virgen santísima
no nos abandonen a la rabia sectaria de pocos...”
Don Orione rezaba y hacía rezar.
Confiaba, sin límite de amor, en la Virgen. Finalmente, el 14 de junio de 1905
escribía al P. Sterpi: “ Hoy, con la gracia del Señor, compré la casa oblaticia
por veinticinco mil liras, a condición que, cesando de ser párroco el P. Milanese
-un sacerdote oblato que permaneció allí hasta 1934- la iglesia sea agregada a
la congregación. En tres meses debo pagar y hacer instrumento...”
Con un escrito del 4 de julio de
1905, el santo Padre Pío X le concedía al obispo de Tortona venderle a Don
Orione la casa en las condiciones establecidas.
Era necesario entre tanto pensar en
las cinco mil liras que añadir a las veinte mil ofrecidas por la señora
Zurletti. El pago se debe hacer el 20 de octubre.
La Providencia quiso que, en
aquellos días, un sacerdote amigo suyo, el P. Zanalda, entonces capellán en Santa
María de la Versa, le rogara aceptar en el Santa Chiara a un jovencito.
El 12 de octubre de 1905, Don
Orione, respondiéndole desde Roma, le advertía que aceptaba a su recomendado más
le rogaba que pagara algo: “¿Sabes por qué te digo esto? Porque he comprado,
como habrás escuchado, la casa oblaticia por veinticinco mil liras... Pero
ahora me encuentro en un gran lío, pues me sentía seguro de la palabra de un
sacerdote que me daría las cinco mil liras, además de las veinte mil. Ahora en
cambio me falta, o, al menos por ahora no puede. Y te digo verdaderamente, que
me encuentro en graves fastidios. Es por
eso que digo que, si apenas el niño puede pagar, lo que pueda que lo pague...”
Era demasiado fácil leer entre estas líneas. El P. Zanalda le ofreció la suma
tan necesaria y algo más. Don Orione estaba de fiesta (...).
También en esta circunstancia Don
Orione quiso demostrar que era la Virgen la que lo obraba todo, y lo hizo de un
modo verdaderamente orionino, antes de entregar la suma a Mons. Bandi.
Hizo adornar la casa en todas
partes, redujo a capilla reluciente de antorchas y flores la habitación más
amplia que tenía a disposición, no todavía del todo libre del andamiaje de los
albañiles -la que ahora está frente a la última escalera, antes de entrar en la
enfermería- e invitó a Mons. Novelli a hacer de celebrante en la función de la tarde.
“En aquellos meses, añade Don
Orione, habían terminado los trabajos de adaptación y elevación de un plano de
un piso de la casa apenas comprada. Al principio del año escolar 1905 - 1906
debían ser inaugurados.
Hice colocar, entre el armazón y
las vigas no del todo quitadas, el cuadro de la Virgen del Buen Consejo que nos
había sido donado por el mismo Mons. Novelli y que luego se mandó a San Remo...
Pegué los billetes de mil, mejor los dividí en dos partes para que bastaran, y
los dispuse como una corona alrededor del cuadro.
En ese tiempo era mirado con
desconfianza por todos los del clero: venían solo Mons. Novelli y Mons. Carlo
Perosi; los demás me huían.
Vino Mons. Novelli; cuando estuvo
delante de la Virgen del Buen Consejo, él vio todo ese dinero que tapizaba el
cuadro... Quedó maravillado, y en la escuela de teología en el seminario creyó
bien narrar de la visita hecha a la casa de la Providencia y del dinero
visto de modo que, aunque quedaban
deudas, la opinión del descalabro por quiebra se disipó...” (DOLM. 98 -101).