Ultimo saludo de Don Orione a sus seminaristas el 8 de
Marzo de 1940, antes de partir a San Remo donde fue llamado a la casa del
Padre.Para los Hijos de la Divina Providencia las “Ultimas
buenas noches” de Don Orione, no solo son su testamento espiritual, sino el
resumen de su vida.
Vine a darles las
buenas noches... Vine también a saludarlos porque Dios mediante, mañana me
ausentará por algún tiempo: por poco, o mucho tiempo, o para siempre, como Dios
quiera.
Nadie sabe y siente
más que yo que mi vida - aunque aparentemente y dada la edad, sea aún rozagante
- depende de un hilo y que todos los momentos pueden ser los últimos, y que si
algo debo agradecer a Dios, mi
agradecimiento puede ser solamente éste: "¡Misericordia Dei quia non sumus
consumpti!"... Es pura misericordia del Señor el que esté aquí para hablarles.
Por lo tanto, me veo delante y cerca de la muerte como nunca antes la había
sentido...
Quieren enviarme a
San Remo porque piensan que allá, esos aires, ese clima, ese sol, ese reposo
pueden traer alguna mejoría ala poca vida que me queda. ¡Pero no quiero vivir
entre palmas! Y si pudiera expresar un deseo diría que no quiero vivir y morir
entre palmas sino entre los pobres que son Jesucristo!
Por lo tanto hubiera
estado mal irme de aquí sin decirles nada; mi corazón rechaza esta idea y quizás
también os hubiera hecho mal. Vine a saludarlos, lamentando no poder asistir,
pasado mañana, a la primera misa de su hermano que mañana, será ordenado.
Pero – como se lo dije a él a solas y luego a los otros, cuando vinieron a
verme – aunque no este presente con el cuerpo lo estaré, de una manera
superior, ¡con todo mi espíritu! Y mañana será el primero que llevaré al altar,
junto a aquel otro hermano su que será ordenado mañana en Roma. Es el
primer yugoslavo: Kisilak, a quien hoy escribí y se prepara para partir dentro
de veinte días para las Misiones. Partirá el 28, si consigue para entonces el
pasaporte... ¡Qué cosa hermosa ascender al altar, recibir la bendición del
Papa, correr a saludar a los suyos y luego, si el pasaporte está listo, irse,
partir para las Misiones! Y espero que junto con él partan otros, entre los
cuales algunos polacos a quienes les he hecho un pedido: que fueran a ocuparse
de sus hermanos.
¡Tanto amo a los
polacos! Los amo desde muchacho, siempre los amé. Cuando estaba en el Oratorio
de Turín nos llevaban de paseo y nos decían: “Allá vive un General polaco que
vino a ofrecer su sangre por Italia”. Yo, cada vez que pasaba, miraba hacia la
ventana y elevaba el corazón al Señor y rezaba por aquel general. Sentía un
amor particular por él, que había ofrecido su vida por nuestra querida Italia.
Comencé a recoger polacos cuando Polonia era todavía esclava de tres imperios:
los alemanes, el Imperio Austro-Húngaro y los rusos. No esperé que Polonia
fuera libre para abrir nuestras casas a los polacos. Y nunca sentí tanto amor a
los polacos como lo siento ahora, nunca sentí tanto dolor como en aquellos
días, en que la pobre Polonia fue bárbaramente desmembrada; nunca sentí tanta
pena como cuando Italia no hizo nada por Polonia, mientras centenares, millares
de polacos sacrificaron su vida por la independencia de Italia. ¡Y ustedes,
queridos clérigos italianos, recuerden estas palabras y amen a los polacos! ¡Amen
siempre a estos pobres hermanos! No pretendan que no tengan defectos para poder
amarlos; ¡no existe nadie sin defectos! ¡Amen a los que lloran, a los que
sufre! Dice la Sagrada Escritura: “Irás más gustoso a la casa del dolor y del
llanto que a la del regocijo y del triunfo” (Qoh. 7,2)
Vine, pues, a darles
las buenas noche. ¡Podría muy bien ser la última!... ¡Pero nada debe
resultarnos más grato que cumplir, en nosotros, la voluntad del Señor! También ustedes
deben desear vivir siempre en la presencia del Señor, deben desear siempre la
voluntad de Dios. ¡Nada debe resultarles más grato que cumplir la voluntad de
Dios! Este es el recuerdo que nos dejó en la última audiencia Pío X, nuestro
Papa, el Papa que nos dio la primera casa en roma, en Monte Mario. Es el Papa
que está por ser elevado a los honores de los altares, es el Papa que recibió
en sus manos mis votos perpetuos: (...) ¡los votos perpetuos de quien,
indignamente, es el Fundador de esta obra, otorgándole, al mismo tiempo, todas
las facultades para hacer ordenar a sus clérigos! Todo esto se lo digo para
alentarlos, para que amen aún más a la Santa Iglesia.
Queridos hijos,
vine a darles las buenas noches: ¡podría ser la última! Les pido que sean y vivan
siempre humildes y pequeños a los pies de la Iglesia, como niños, con plena
adhesión de mente, de corazón y de obras, con abandono total a los pies de los
Obispos de la Iglesia. Y no les digo del Papa, porque cuando se dice de los
Obispos, se dice “a fortiori” del Papa, que es el Obispo de los obispos, el
dulce Cristo en la tierra.
Traten de amar
siempre al Señor, caminen por el sendero del Señor, no deseen nada más que
vivir de acuerdo a las leyes de Dios, según su vocación, cumpliendo no
sólo aquello que es la ley de Dios, los Mandamientos de Dios, sino también los
consejos de perfección, los votos religiosos, con los cuales se han ligado a
la Iglesia y a la Congregación.
¡La primera gran
Madre es María Santísima!
¡La segunda madre
es la Santa Iglesia!
¡La tercera,
pequeña pero también gran madre es nuestra Congregación!
¡Pertenezcan
totalmente a María Santísima, pertenezcan a la Iglesia por completo! Amen mucho
al Señor; sean devotísimos de la Virgen; eviten a cualquier costo, a costa de
cualquier sacrificio, el pecado, todos los pecados. ¡La muerte antes que el
pecado!, decía Domingo Savio. En estas palabras del más amado discípulo de Don
Bosco, está encerrado cuanto el Señor quiere de mí y de ustedes...
¡Adiós, entonces,
queridos hijos! (Se detiene un instante, inclina la cabeza y, apoyándose en la
balaustrada, llora conmovido). Recen por mí y yo los llevaré a todos al altar y
rezaré por ustedes...
Buenas noches.
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Don Orione antes de de subir al tren que los llevaría a San Remo el 9 de Marzo de 1940 |