Es del año 1925 un delicioso y merecidamente famoso episodio de la vida de Don Orione. Lo narramos.
La señora Caterina Servetti de Cortona, distinguida y acaudalada, había conocido al fundador de la Pequeña Obra de la Divina Providencia por un... descuido postal. En efecto le había llegado a ella, a Cortona en lugar de Tortona, una carta dirigida a las obras de Don Orione. Pronto se estableció entre Tortona y Cortona una corriente de caridad, espiritual de una parte y material de la otra, cuyos dos polos beneficiaban abundantemente. Don Orione, cuando podía, en sus viajes hacía con gusto una parada para ir a ver a la Sra. Caterina, según un hábito de exquisita cortesía hacia cualquiera que le hacía el bien, por el cual los bienhechores le demostraron siempre un infinito agradecimiento.
Le había dado una cita para la tarde del 25 de abril de 1925 con un telegrama: “Me detendré esta noche, celebrando al alba. Orione”. Era una gran gracia para la Sra. Servetti, la cual tenía una devota capilla en la cual hacía sufragar abundantemente a las almas del purgatorio, poder asistir a la misa de su amigo beneficiado, al cual estimaba y consideraba un santo y cuyas obras ayudaba sin parsimonia.
Se puede imaginar la festosa atmósfera que invadía esa casa ante el anuncio inesperado de la visita. Patrona y criada, para una digna recepción estuvieron en movimiento durante horas. Todo estaba dispuesto para la parca cena, señorialmente servida. Pero Don Orione no llegaba... A la ansiedad le sucedió la pena, como por una muy amarga desilusión.
En cambio Don Orione llegó, jadeante y un poco curvo, bastante pasada la media noche. Lo acompañaba, moviendo la cola, un hermoso perrito que aceptó las caricias de la patrona de casa y luego, a una señal de bendición de Don Orione, se había desvanecido.
Como Don Orione lo narró a las dos mujeres ansiosas y también justamente curiosas, sucedió que llegó tarde a la estación ferroviaria de Camucía, y se encaminó a pie hacia la casa de la Sra. Servetti. En la oscuridad había equivocado el camino acostumbrado. ¿Qué hacer? Se dirigió a Santa Margarita de Cortona, la cual, como se sabe, es representada con un perrito a su lado: “¡Santa Margarita, ayúdame tú!”. Y, he aquí que, cuenta Don Orione, apareció un perrito despierto y movedizo, que vino a su encuentro, alegre, para indicarle, a su modo, que lo siga... Así había llegado, aunque tarde, a destino.
Hubo misa: alegría grande para los participantes. Luego Don Orione retomó el camino hacia el Norte, hacia donde iba. Según un pacto establecido con la bienhechora y su criada, la historia del perrito se difundiría sólo después de la muerte de Don Orione. “Oh, yo se los aseguro -decía conmovida la Sra. Servetti- que he visto todas las figuras antiguas y las viejas estampas de nuestra Santa (Santa Margarita). Siempre a sus pies está el perrito. Créanme, se los juro, aquel animalito en mi umbral, que Don Orione despidió con la señal de la santa cruz, y que yo acaricié desde el hocico a la cola, por el color, el aspecto y la postura, era precisamente el perrito de Santa Margarita”. (cfr. G. Piccinini, cit. 299 ss. ).