Don Bosco y el Cottolengo fueron los
grandes inspiradores del joven Luis Orione y de todo el apostolado de su
congregación, la Pequeña Obra de la Divina Providencia.
Al sentimiento de cariño, de amor, de
ternura hacia a los pobres y desdichados, Luis Orione unió la confianza en la
Divina Providencia, fundamento de la obra del Cottolengo. Si la organización de
los “Pequeños Cottolengo” fue el coronamiento de la actividad caritativa
iniciada por Don Orione en Tortona en 1893 (el primer Cottolengo fue Ameno en
el año 1915; siguen Génova, 1924; Milán, 1933; Buenos Aires, 1935), la confianza
y el abandono en la Divina Providencia es el alma y la explicación de toda su
actividad, desde el primer comienzo, hasta que a la Divina Providencia dedico,
en el espíritu y en el nombre, su obra.
Se puede decir que el joven Orione,
en los años de Turín, absorbió del “Cottolengo el amor a los infelices y la
confianza en la Divina Providencia, y de Don Bosco el amor a los jóvenes
pobres, con el amor de Jesús, al Papa y a María. He aquí un pensamiento recapitulativo del
mismo Don Orione:
“En todas las disposiciones tomadas, en todas las cosas, me puse siempre
delante a Don Bosco y al Cottolengo. Los bustos en la entrada de nuestra casa
madre en Tortona, en el atrio de entrada, ustedes saben que fueron colocados
antes que fueran beatificados. Esto significa que nuestra pequeña congregación
siempre se inspiro de estos dos santos y debe siempre vivir del espíritu de uno
y de otro. La pequeña obra debe tener la fe y la caridad del Cottolengo y el
apostolado y el celo de Don Bosco” (12/12/1937).
La primera casa para muchachos pobres
abierta por el clérigo Orione, de veinte años, en san Bernardino de Tortona, se
llamo enseguida “la Pequeña Casa de la Divina Providencia” (lo que es el mismo
nombre del Cottolengo de Turín) porque Orione quiso trasladar a su congregación
el espíritu del Cottolengo, empezando con el modelo querido por Don Bosco:
asistir a los chicos y salvar a los jóvenes extraviados.
El salesiano Don Talacchini,
compañero de Orione, escribe:
“En el joven Luis Orione la mirada de
Don Bosco, la palabra de Don Rua, el olor de santidad del Cottolengo –que
aspiraba de la cercana “Pequeña Casa”-, prepararon en el al hombre de
Dios…entonces ningún campo como Turín era más apto a los juveniles entusiasmo
apostólicos… el Cottolengo poblada de desechos humanos las primeras piezas
alquiladas en Valdocco… cerca de aquellas míseras casuchas, a los prados
entonces desiertos, llego Don Bosco y planto el árbol salesiano a la sombra de
María Auxiliadora… y abrazo todo el campo de la acción cristiana: catecismo,
recreos, música, colegios, formación del Clero, prensa, misiones, artes y
oficios: dejo al Cottolengo la preferencias para la miserias físicas. De ellos
surgieron otras generosas y santas iniciativas: en Turín mismo: Murialdo y
Cocchi, Faa di Bruno;…en Génova: Frassineti, Montebruno, Minneti; en Como: Don
Guanella;…en Alba: Don Alberione;…en Milán: “los limpiachimeneas” de Don Ratti,
la Card. Ferrari, Artigianelli di Don Sanmartino;…en Tortona Don Orione y del
Cottolengo con un indicio de espíritu eremítico”. (Diario “L’ Italia”, 31/3/1940).
Nos agrada concluir con un
pensamiento del salesiano Bistolfi, también compañero de Luis Orione en Turín,
quien resume muy bien esta “realidad” en la obra de Don Orione: “en los años
del oratorio del Valdocco yo era un muchacho mas entre centenares de
compañeros. Orione, mas grande que yo también en lo exterior, yo lo habría
seguido si hubiera previsto que fuera fundador de dos congregaciones , quien
uniendo en su gran obra, algo del Cottolengo, algo de Don Bosco, algo suyo y
todo de Dios, mereciera en estos últimos años el título de “Cura de la
Caridad”. Puede ser que Don Bosco haya tenido esta previsión, y por eso le
sonreía cuando lo veía…” (B. 15, I).
Fuente: Secretariado de Espiritualidad, San Juan Bosco y el Beato Luis Orione; un adolescente en la escuela de un Gigante 1886-1889, I, Pequeña Obra de la Divina Providencia, Buenos Aires, 1989.