En julio de 1917, se abría el jardín
de infantes en el Barrio de San Bernardino. El 27 del mismo mes, Don Orione
dirigía a las Hermanas palabras de alabanza y las animaba a perseverar en la
nueva actividad con estas palabras:
En uno de los pasajes más bellos del
Santo Evangelio, Ntro. Señor Jesucristo dice así: "El bien que hagan al
más pequeño de estos, será hecho a mí mismo". Así decía el Divino Maestro,
hablando de los niños.
Recuerdo esto para felicitarme con
ustedes y animarlas en sus fatigas. Ayer, fiesta de Santa Ana, han abierto el
Jardín para los hijos de los reservistas y se han prestado con afecto y caridad
hasta privarse del almuerzo. ¡Valor, adelante! Vayan siempre adelante, aunque
les cueste: adelante siempre, para llevar a Jesús a las familias y las almas a
Jesús. El bien cuesta trabajo, pero el Señor no sólo ha trabajado toda su vida,
sino que ha muerto sobre la cruz por nuestro amor, para darnos la vida eterna.
El nos dará la gracia necesaria para
hacer el bien, nos ayudará para hacerlo reinar en las almas, para preparar el
advenimiento de su reino y el triunfo de la Iglesia. Todos sus trabajos y sus
penas, sean por El y como hechos por El, recordando sus palabras: "El bien
que hagan al más pequeño de estos, será hecho a mí mismo".
El día del juicio, Ntro. Señor dirá
a sus elegidos: "Vengan, benditos de mi Padre, vengan a mi reino; tenía
hambre y me han alimentado, era ignorante y me han instruido. Y ellos dirán:
cuándo Señor te hemos hecho todo esto? Y el Señor: Todo cuanto han hecho al más
pequeño de estos, me lo han hecho a mí; vengan a recibir el premio que les he
preparado".
El Señor no dirá: "Porque eres
un caballero o un sacerdote, obispo o Papa - no se escandalicen si les hablo
así, - no dirá: porque eres predicador o misionero... nada de todo esto, sino
que recompensará solamente el bien hecho por amor de Dios. Y nos recompensará
con una corona resplandeciente de gloria, tanto más grande cuanto más recta
haya sido nuestra intención, cuanto más grande haya sido el amor con que hemos
trabajado por el bien de las almas y para su mayor gloria.
El bien, como ven, les gusta a
todos, también a los malos. Aun los francomasones hacen el bien, cierto,
cierto... solamente que la mayoría de las veces, ellos se sirven del bien para
hacer el mal... Son más vivaces y activos los hijos de las tinieblas, que los
hijos de la luz, como dice Jesús...
Para trabajar bien, es necesario que
se penetren del verdadero espíritu religioso, del espíritu del Evangelio...
Háganse pequeñas con los pequeños,
tengan gran paciencia y gran respeto por las almas inocentes que les han
confiado. Piensen que sus ángeles custodios viven en la presencia de Dios y
contemplan su rostro.
Observen las buenas madres: ¡cuánta
paciencia tienen con sus niños!... Recuerdo a mi madre, que cuando acariciaba a
los pequeños y les hablaba, balbuceaba con ellos...
Ayer, al comenzar el Jardín, sus
ángeles custodios han llevado al trono de Dios, en una copa de oro, los actos
de paciencia, diligencia, el deseo de hacer el bien y ciertamente. El las
recompensará de todo, dándoles gracias y fuerzas para hacer mayor bien y un
gran bien.
Esto debe ser un consuelo: piensen
que es el primer Jardín que se abre: es el primer paso que dan en la que debe
ser su vida - se entiende para las que son llamadas a la vida activa, para ser
misioneras y trabajar en el mundo -.
Las que son llamadas para la
clausura, para adorar a Ntro. Señor, ayudarán a las compañeras con sus
oraciones...
¡Felices ellas, felices todas, que
son llamadas para servir al Señor! Esto no es más que el principio y como
pobres "straccione" que son, comienzan muy pobremente, pero no se
impresionen por ello: dejen hacer a Ntro. Señor que El lo puede todo.
Santa Teresa decía: "Un centavo
y Teresa, es nada, pero Jesús, un centavo y Teresa, es todo". Dígame así
también nosotros: con la ayuda de Dios se hace todo, las cosas salen bien y
cada "straccio" sirve para hacer el bien.
¡Valor, siempre adelante! y
recibirán tantas gracias, ésta de ocuparse de los niños, tan amados de Jesús,
ya es una.
¿Recuerdan el hecho del Evangelio?
Jesús regresaba cansado de haber
predicado y evangelizado a las turbas; una muchedumbre de niños le sale al
encuentro: todos lo apretujan, lo quieren ver, tocar, ser acariciados por aquel
Jesús del cual todos hablaban y que hacía tanto bien. Y El se detiene, pone sus
manos sobre la cabeza de los niños, los abraza, los estrecha...
Los apóstoles, toscos pescadores,
sin paciencia, tratan de alejarlos y mantenerlos a distancia tal vez con algún
coscorrón...
Pero Jesús los detiene y con dulzura
les dice: "Dejen, dejen que los niños vengan a Mí. Sus ángeles gozan
continuamente los esplendores del rostro de mi Padre.
En efecto, en los niños, en sus
ojos, en sus rostros, se ve un reflejo del cielo. ¡Oh, vean siempre en ellos
los predilectos del Corazón de Jesús! Sean como ellos, todas para ellos,
piensen que todo lo que hagan al más pequeño, será hecho a Ntro. Señor...