La
teoría hecha realidad: “los peones de
Dios”
Un
ejemplo concreto de los que significaba el trabajo para Don Orione fue la
construcción de los Santuarios de la Guardia en Tortona y de la Virgen de
Caravaggio en Fumo, donde sus religiosos trabajaron codo a codo con los
albañiles.
Con
ocasión de la inauguración de las obras del Santuario de la Guardia, el 23 de
octubre de 1926, Don Orione llamo a sus clérigos, los rebautizo con el nombre
de “peones de Dios” y organizó una
procesión llevando las herramientas. Cuenta Papasogli en su libro:
“Les habló de la Virgen y puso en sus manos
desde el primer día, idealmente, palas, azadas, cucharas, baldes de cal: era un
nuevo espaldarazo; de ahí en más, los nombraba 'peones de Dios'.[1]
Habría también maestros albañiles,
pero ellos, los clérigos, deberían realizar los trabajos más humildes: llevar
los materiales necesarios, arriba y abajo por improvisadas escaleras, siempre
hacia lo alto, por el tiempo... ¿Cuánto tiempo?
Aquellos muchachos tenían quince,
dieciocho, veinte años: trabajos y herramientas, debían ser adecuados a sus
fuerzas. Pero la verdadera fuerza era la que no se veía ni tenía edad: la fe,
fe simple y fuerte, idea y praxis dulce y dura como ellos mismos. Una fuerza
que, con el uso, se multiplicaba”[2].
Refiriéndose
a la construcción del Santuario de Fumo, en una carta escribirá el Fundador: “En el nuevo Santuario trabajan activamente
los pobres curas de la Divina Providencia junto a los hábiles trabajadores del
arte de la construcción; nuestros curas preparan la cal, llevan las piedras y
ladrillos, trabajan como verdaderos peones de Dios, como ya lo hicieron en
Tortona”.[3]
Y en un discurso
destinado a un grupo de neo sacerdotes quienes habían trabajado en la
construcción del Santuario de la Guardia, Don Orione rezará a la Virgen: “¡oh Madre nuestra, en estos primeros pasos
de un nuevo camino, protege siempre estos sacerdotes, los changadores, los
peones de tu santuario!”[4]
El
testimonio de “los peones de Dios”, imagen concreta del trabajo orionita,
moverá los corazones del pueblo, incluso de los contrarios a la Iglesia: “La mujer de un tal Partarelli, socialista
intransigente que rompió el crucifijo en el palacio el obispo, dijo: 'También
mis hijos se casaron por iglesia después de haber visto trabajar a los
sacerdotes de Don Orione'”.[5]
Imágenes
vivientes del trabajo orionita
Muchos
religiosos entendieron qué significaba el trabajo para Don Orione, encarnando
en sus vidas las enseñanzas del fundador.
Un ejemplo
iluminador del trabajo orionita, lo encontramos en el entonces clérigo ciego
Cezar Pisano, quien luego sería Fray Ave María. Trabajaba incluso por la noche
en la construcción de una Gruta de Lourdes en la casa de formación de Villa
Moffa.
“Todos se avocaron con entusiasmo (…) Las
horas de la recreación las dedicaban enteramente a aquel dulce y aminado
trabajo. El clérigo Pisano le dedicaba incluso algunas horas de la noche. Sabía
usar el pico, la pala y la carretilla con la seguridad que le daba la práctica
y el desarrollo de sus otros sentidos”.[6]
Junto con el
ejemplo de Fray Ave María, podemos agregar el ejemplo de muchos de nuestros
hermanos difuntos, quienes son recordados por su capacidad de trabajo en el
caso de Argentina:
El P. Benito
Anzolin,[7]
el “albañil de la Virgen”, quien impulso la construcción de la basílica de
Itatí. El obispo diocesano repetía jamás se hubiera decidido a encarar el
proyecto si “no fuera por el entusiasmo e
insistencia del P. Benito”.
El Hno. Dagoberto
Molina,[8]
quien tenía no solo una gran capacidad de trabajo y organización; sino también
grandes conocimientos del trabajo mecánico y reparación de automóviles y había
también estudiado enfermería y radiología.
El Hno. Juan
Barón,[9]
quien durante la época de la segunda guerra mundial, afrontó numerosos peligros
para conseguir el pan, en su “motocarro de la caridad” y transcurrió casi
cuarenta años trabajando en el depósito de Pompeya.
El P. Luis Varetto,[10]
quien luego de aprender ebanistería y construcciones
artísticas en madera en Mestre, siendo aún clérigo armó las cabestradas del
Santuario de Tortona.
El P. Tomas
Alonzo,[11] quien salía a “buscar la Providencia
para los pobres del Cottolengo”, trabajaba en el jardín de la parroquia de
Pompeya y de clérigo había manejado el arado durante la construcción de los
caminos internos del Cottolengo.
El P. Victorio
Bresciani,[12] quien poseía
grandes conocimientos técnicos, como así también una gran capacidad para el
trabajo manual: era mecánico, tornero, soldador y albañil. Siendo recordado por trabajar codo a codo con los
albañiles levantado paredes.
El Hno.
Inocencio Torresan,[13]
quien fue maestro de grado en el Puerto Mar del Plata y en
Cuenca, donde distribuía en sulky pan y ropas entre los pobres, después de la
misa de los domingos.
Junto con ellos,
debemos también recordar los religiosos que trabajaron en la construcción de
los santuarios de la Guardia y de Caravaggio,[14]
y tantos otros que fueron verdaderos trabajadores de Dios, como el Fundador
quería.
Conclusión
Las imágenes del trabajo utilizadas
por el Fundador no solo serán una definición su propia vocación, sino una
expresión de su obra y ministerio.
Don
Orione buscaba servir a los pobres y a la Iglesia en los trabajos más sencillos
y humildes, siguiendo el ejemplo muchos santos y de Nuestro Señor: “El, que era de condición divina, no consideró esta
igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al
contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose
semejante a los hombres” (Flp. 2,6-7).
El
sentido orionita del trabajo será también una preciada herencia, un modo
concreto de seguir a Jesús y un desafío constante para todos aquellos que
quieran seguir las huellas de Don Orione, el changador de Dios.
[1] En la traducción castellana se lee “albañiles de Dios”, mientras
que en el original (en italiano) Papasogli escribió manovali, que es aquel que ayuda un albañil alcanzado las
herramientas, ladrillos, etc; por ello puede traducirse como “peón de albañil”.
La palabra muratore (muratori en plural) es propiamente el
albañil.
[2] G. Papasogli, Don Orione, Buenos Aires, Guadalupe,
1989, p. 304-305.
[3] Carta a un distinguido señor (no se especifica el destinatario).
Tortona, 26 de Julio de 1938. Scritti
47,242
[4] Discurso a un grupo de neo sacerdotes. Tortona, 18 de diciembre de
1938. Scritti 95, 253.
[5] G. Papasogli, Don Orione, Buenos Aires, Guadalupe,
1989, p. 317.
[6] d. sparpaglione, “Frate Ave Maria.
L'eremita cieco di S. Alberto” Messaggi di Don Orione 40,
1978, 15-16.
[7] P. Benito Anzolin de Zanè (Vicenza, Italia), muerto en Buenos Aires
el 10 de mayo de 1946, a
47 años de edad, 20 de profesión y 18 de sacerdocio.
[8] Hno Dagoberto Molina de Núñez (Ciudad de Bs As), muerto en Claypole
el 1° de septiembre 1986, a 55 años de edad y 33 de profesión.
[9] Hno. Juan Baron de Arzignano (Vicenza, Italia), muerto en Buenos
Aires el 15 de noviembre de 1987,
a 79 años de edad y 50 de profesión.
[10] P. Luis Varetto de Mira (Venecia, Italia), muerto en Mar del Plata el
28 de junio de 1989, a
81 años de edad, 53 de profesión y 42 de sacerdocio.
[11] P. Tomas Alonzo de Atri (Teramo, Italia), muerto en Claypole el 4
de octubre de 1991, a
83 años de edad, 55 de profesión y 45 de sacerdocio.
[12] P. Victorio Bresciani de Nuvolento (Brescia, Italia), muerto en
Bergamo (Italia) el 3 de enero de 2011, a 91 años de edad, 68 de profesión y 57
de sacerdocio.
[13] Hno. Inocencio Torresan de San Zenone degli Ezzelini (Treviso, Italia), muerto en Buenos Aires en 1961, a 58 años de edad y 32 de Profesión.
[14] Por ejemplo: los PP. Juan D'attilia,
Geniale Silvi, Dalla Costa, Brunello y Bartolome Bonifaci.
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