En una carta, escrita en ocasion de la Navidad de 1922, Don Orione nos comparte su amor por el Papa y la Iglesia
..."Mírame, Señor, a mí y a
mis hermanos según la grandeza de tu bondad y la multitud de tus
misericordias... Protege y conserva el ánimo de tu mínimo siervo en medio de
tantos peligros de la vida caduca; y, con la ayuda de tu gracia, guíalo por el
camino de la paz a la patria de la luz perpetua. Así sea" (Imitacion de Cristo 1.
3, 59).
En este suspiro de toda alma y
en la divina armonía de nuestras almas, que es la mutua y fraterna caridad, les
ruego, hijos y hermanos míos, que me perdonen por amor a Dios mi gran
ignorancia y negligencia y todas mis faltas contra ustedes y los malos ejemplos
que les he dado, todo sufrimiento y toda amargura que pueda haberles causado,
no sólo durante este año que está por terminar sino durante toda mi vida; les
pido humildemente perdón como lo haría si estuviese cerca de la muerte.
Y ahora los abrazo
espiritualmente "in osculo sancto" (con el beso santo) a todos y cada uno, y los
animo a la práctica de la virtud, hijos míos, que son mi alma: Y los exhorto a
tener siempre grandísima confianza en la Divina Providencia, y a amarse, hijos
míos, a amarse unos a otros, y amar mucho a las Almas, las Almas!, buscando
especialmente a los humildes y pequeños abandonados.
Este es el deseo ardiente de mi
alma; pero, primero, mi amor más dulce y mayor es el Papa, o sea Cristo: el
Papa, para mí y para ustedes, es el mismo Jesucristo: "el dulce Cristo en
la tierra", decía Catalina de Siena. Amar al Papa es amar a Jesucristo. De
ahí que tenemos que considerar como una gracia muy particular el desgastar,
consumar y dar la vida humildemente y fidelísimamente, a los pies de la Iglesia
y por la Santa Iglesia, por los Obispos y por el Papa.
Y así, los Hijos de la Divina
Providencia, con la ayuda de Dios, crean, esperen, luchen, sufran y amen:
fieles a la acción interior y misteriosa del Espíritu y de aquella eterna
Verdad que nos hace libres; guiados por el magisterio auténtico, viviente y
único infalible de la Iglesia, una, santa, católica, apostólica y romana; en un
espíritu de amor, de comunión suave, sagrada, fraterna!
"Ceñidos los lomos" y
teniendo en la mano las "lámparas encendidas": con la mirada y los
corazones hacia arriba, a la Virgen celestial, caminen confiados por el camino
recto del Señor: y crecerán en todo, hasta llegar a Aquél que es nuestra
Cabeza, o sea, Jesucristo. - Por la Iglesia y por el Papa subamos hasta Cristo!
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