Ernesto
Campese, conoció a Don Orione en Avezzano en la época de las ayudas después del
terremoto de la Mársica, en 1915. Él era Secretario de Prefectura del
Ministerio del Interior, personaje eminente y notable por sus estudios y
libros. Durante la obra de ayuda después del terremoto de la Mársica (1915),
fue a encontrar a Don Orione.
“En
efecto, fui enviado con trenes llenos de cosas a Avezzano – es
Campese que cuenta – y me conmovió este cura mal vestido, que corría aquí y
allí, donde sea, llevando confianza. Quise hablarle, y, abordándolo mientras de
trasladaba de un lado a otro, me invitó a seguirlo. Pero ¡qué paso que tenía!
Por seguirlo tropecé en una viga entre los escombros; no pude aguantar una
blasfemia. Don Orione se detuvo a mirarme; pero, extrañamente, me miraba como
cuando de niño me miraba mi madre cuando me mandaba alguna macana.
Luego
me dijo: “¿Cómo estamos en tema de religión?”.
Yo le
respondí: “Tabla rasa”.
Y él: “Quiere
llegar a ver a Dios”.
Y yo: “Eh!
¡Si se me muestra!”
Don
Orione: “Trate cada día de hacer un poco de bien”.
Ernesto
Campese tomó en serio aquel consejo de Don Orione. En efecto, a distancia de 30
años, volvió a un encuentro de Amigos para contar qué es justamente aquello que
le había dicho el Santo entre los escombros de la Mársica. De hecho, se
convirtió en un fiel bienhechor de la Congregación. La caridad hace
experimentar a Dios. La caridad abre los ojos a la fe.
Recordémonos
siempre de esta verdad fundamental para nosotros Orionitas, “curas de estola y
trabajo”: la caridad hace experimentar la Divina Providencia, a sí mismos, ante
todo, y a los demás.
(Fuente:
Summarium, p.540. Traduccion de la Carta del P.
Flavio Peloso, “les transmito lo que yo mismo recibí” La experiencia y
el mensaje de Don Orione. 26 de abril de 2016).
Los visitantes lo encontraron
en su tienda, en piazza Torlonia, entre los muchos sobrevivientes por él
salvados: ancianos, jóvenes y niños, parecía un dispensario de campaña. Se
preocupaba de los más pequeños, los más difíciles de salvar. Los lactantes de
quienes se tuvo noticias precisas fueron más de trescientos.
Ernesto Campese - encargado
del Ministerio del Interior - cuenta: "Lo vi con dos o tres niños en
brazos y le oí gritar: '¡El biberón! ¡Denme el biberón'!". Con sus
rápidas intervenciones lograba sustituir, en los primeros momentos, los
cuidados vitales de la familia.
Muchos años después - Don
Orione ya había muerto – un testigo ocular, Ernesto Campese, fue a la casa de
Todos los Santos, en Roma. Le mostraron retratos suyos pintados al óleo y le
preguntaron:
- ¿Le parece que son fieles
estos cuadros?
- No... - respondió. - Este
no es Don Orione. Aquí se lo ve bien vestido, la cabeza derecha, buenos
colores, ojos fulgurantes... No, Don Orione es el que conocí en Avezzano: la
ropa manchada de barro, el cuello desabrochado, el rostro pálido, demacrado, la
cabeza gacha y los ojos... sus ojos, tristes y mansos, velados por una infinita
piedad...
(Fuente:
Vida de Don Orione de Giorgi Papasogli)
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